Capítulo 5. -Mejor amigo.

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Se hizo de mañana y Rubén se levantó de la cama gracias a la alarma de su celular. Era una grabación de Mangel dicendo "¡Levanta tu flojo trasero gilipollas!". Rubén amaba su alarma.

Esperó cinco segundos para levantarse y estirarse. Él no era de esos que se levantan de una vez, él se quedaba sentado en la cama mirando al vacío por un rato.

Su madre entró por la puerta para asegurarse de que estaba despierto y si, parecía despierto porque tenía los ojos abiertos pero su mente seguía dormida.

Para hacer el cuento menos tedioso tanto para ti como para mí, evitemos explicar demasiado las cosas cotidianas. No creo que sea necesario explicar como se cepillaba los dientes, comía e iba al aeropuerto.

Se despidió de su madre con un fuerte abrazo haciéndole sentir que estaba bien, que la quería más que nunca, que estaba feliz y se sentía afortunado de tenerla. A su hermana Liv la abrazó más tiempo, agradeciendo que a ella si la tenía en su vida. Al padrino, con una gran sonrisa, pues siempre estaba allí para ayudarlo.

Subió al avión, miró hacia atrás un par de veces para luego dirigirse al asiento que le tocaba de acuerdo al boleto que tenía. Se sentó en donde le correspondía. Ya en el aire, a sabiendas del tiempo que duraría allí, empezó a escuchar música. Se le hizo largo el viaje, pero pudo tomarse el tiempo de pensar. Cuanto deseaba llegar y contarle todo a Mangel.

(...)

Rubén había ido a su casa a dejar sus cosas y a cambiarse rápidamente para poder ir a visitar a su amigo. Ahora, se encontraba en la puerta esperando a que éste abriera y lo dejara pasar, lo que pasó más pronto de lo que pensaba.

-Ya estás aquí. -Lo miró parado delante de él y sintió que no tenía necesidad de fingir nada. Mangel lo miró y sin saber siquiera de qué se trataba la situación se acercó y lo abrazó. De Mangel podían decirse muchas cosas, buenas y malas, pero la que Rubén haría resaltar más sería su habilidad de hacerlo sentir cómodo y en casa. -¿Me vas a contar qué te pasó?

Rubén se separó de él, asintió y fue a sentarse en uno de los muebles de la casa de su mejor amigo. Mangel se sentó al otro y se dispuso a escuchar lo que tenía para contarle.

Le contó desde el momento en que estaba revisando las cajas hasta la historia del que era su hermano, con tanta dificultad que Mangel tenía que tranquilizarlo algunas veces para que pudiera seguir hablando.

-Mangel no sé, me parece absurdo, pero yo siento que fui el culpable. -Decía con los ojos cristalizados. -Si, sé que era un niño, pero de no haber sido por mis travesuras eso no hubiera pasado. Hice sufrir a mi madre como nadie. Y se siente más raro sentir que hay algo que falta, como si algo en lo que me contó mi madre no estuviera de acuerdo con lo que pasó. -Pasó una mano por su cabello.

-¿Por qué dices eso? -Se limitó a preguntar Mangel.

-Sucede que en el centro de esquí habían unos chicos hablando y no entiendo bien porqué todo me recordaba a eso, hasta creí oír por un momento su nombre, no sé si sea una señal o estoy loco. -Contó Rubén.

-No sé qué decirte. -Se sinceró Mangel, impactado por la noticia. -Lo siento tanto Rubén.

Esa fue de las pocas veces en que Mangel llamó así a su mejor amigo, porque estaba hablando con el verdadero Rubén. Fueron pocas palabras, pero todas ciertas. Sentía el dolor de Rubén, quería hacerlo dejar de estar triste, quería hacer tanto por él, pero sólo podía quedarse allí y hacerle saber que no estaba solo.

-Debes pensar que es una tontería, pero lo digo en serio, esto es muy raro para mí y eres la primera persona a la que se lo digo. -Dijo Rubén intentando tranquilizarse.

-No he pensado ni por un momento que no es verdad. Te creo. -Le dijo y Rubén supo porqué con Mangel se sentía tan bien. Él no necesitaba sermones para consolarlo, no necesitaba de mucho, siempre decía lo indicado.

-¿Puedo quedarme aquí hoy? -Preguntó como si de una noche de tormenta se tratara y él volviera a ser un niño.

-Claro, tonto. -Le respondió Mangel. -Pero vas a tener que dormir sobre un colchón en el suelo porque en la otra habitación duerme Cheeto. -Aclaró mientras se levantaba a buscar un vaso de agua y Rubén rió.

-Pero yo no tengo problemas en dormir contigo. -Bromeó sonriente Rubén.

-No creo que eso le guste a Alex. -Comentó tranquilamente Mangel mientras se apoyaba de la pared y bebía de su vaso. -Ya sabes, creo que esto va en serio.

La sonrisa de Rubén se volvió mueca.

-¿Qué acabas de decir? -Puso una mano en su pecho haciéndose el ofendido. -O sea, ¿Disculpa?

Mangel sonrió divertido. Ambos tenían la misma forma de tranquilizar al otro, haciéndole reír.

Pasaron todo el día hablaron de cualquier cosa, sobre todo Rubén contándole de lo que había disfrutado al caerse repetidamente esquiando. Mangel le contaba de lo que habían hecho en su ausencia, las cosas que había hecho Cheeto. Hablaron de todo.

Ese día, Ryan se había levantado muy temprano y lo primero que tomó fue su celular para mandarle un mensaje a su amigo de España. Esperó a que respondiera, pero parecía que estaba ocupado porque no respondió ninguno de sus mensajes. Era como si hubiera algo en especial que lo hiciese olvidarse del celular por el día entero, lo que era bastante raro. Ese día Ryan no pudo contarle nada, sólo podía esperar a que volviera a estar en línea.

¿Pero qué era eso que hacía que de alguna manera M.R se olvidara de él?

Continuará...

Los Gemelos DoblasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora