Te amaré para siempre

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Miro hacia el cielo. Las estrellas son mucho más brillantes el día de hoy, provocando una luminosidad tan extensa que hace brillar toda la ciudad. Me encuentro tumbada sobre el césped, con una sonrisa en la boca, contando las horas para que esta noche se convierta en amanecer: el amanecer de mis sueños.

Aún no puedo creerlo. Después de años luchando, luego de tantas y tantas batallas combatidas, de tantas discusiones, súplicas y llantos incontenibles... lo hemos logrado.

Yo, Maya, la hija del egocéntrico y cabezota empresario más temido del país, he logrado comprometerme en secreto con James, el hombre de mis sueños.

Mi padre nunca ha aceptado esa relación. Desde que nos conocimos años atrás, hemos tratado de estar juntos por todos los medios, viéndonos a escondidas y disfrutando de un romance furtivo a costa de esas personas que no nos comprenden, y que nunca han aprobado nuestro amor.

Pero ahora es distinto. Hace un mes cumplí mi mayoría de edad, pudiendo arreglar unos pendientes que nos ayudarán a escaparnos de esta cruel dictadura impuesta por mi padre. Ya tenía todo listo. En cuanto nos casáramos, ambos tomaríamos un vuelo hacia un país muy lejano, donde podríamos disfrutar abiertamente de nuestro amor, y amarnos para siempre, para toda la vida.

Sigo mirando el cielo con entusiasmo. Se encuentra tan despejado, tan bello y tan iluminado, que es imposible que mis ojos dejen de observarlo.

De repente, unas de las preguntas que siempre me han acechado, quedan ancladas en el aire, logrando que mi mente las repita una y otra vez, buscando las repuestas que nunca ha podido encontrar.

¿Por qué mi romance con James nunca ha sido aceptado por mi familia?

¿Acaso el hecho de ser pobre, es algo tan malo, tan nefasto?

¿Por qué este mundo tiene que dividirse en clases sociales, donde ricos y pobres no pueden ser compatibles?

Nunca lo he entendido. Jamás he podido comprender ese hecho de que nuestro amor, que es tan grande, tenga que estar prohibido por unas razones tan estúpidas.

En fin. Ya no tengo nada de qué preocuparme. Mañana es el gran día, mi vida y la de James se unirán para siempre y nadie nos podrá separar.

Observo el cielo por última vez. Luego, me levanto lentamente del suelo, entrando a la mansión, para después caminar hasta mi habitación, meterme en mi cama y esperar pacientemente hasta que las horas pasen y llegue el nuevo amanecer.

El canto de los pájaros me hace despertar. Abro los ojos soñolienta, bostezando levemente y tornando una sonrisa de esperanza y gran felicidad. No puedo creerlo, el gran día ha llegado. Todo va a cambiar desde este instante, estoy segura. Todo lo que nos espera es una gran dicha y felicidad, una donde podremos hacer florecer nuestro amor, llenarnos de besos cada día, decirnos a cada minuto lo mucho que nos amamos.

Me levanto de la cama lentamente, posando mis pies sobre el frío suelo, buscando unas zapatillas que calzarme por el momento. Voy hacia la ventana. Los rayos del sol calientan ya toda la habitación, iluminándola con gran armonía y esperanzando nuestro futuro con gran ilusión.

Camino hasta mi gran armario. Abro las puertas, dejando entrever la multitud de vestidos y trajes costosos que mi madre siempre me ha comprado. Ninguno de esos me interesa. Rebusco entre todos esos trapos elegantes, hasta que finalmente encuentro lo que busco: un vestido blanco, de tela fina, simple pero hermoso.

Lo había comprado la semana pasada. Necesitaba algo puro, bonito, que no desentonara entre encajes y florecitas bordadas que únicamente me hacían sentir incómoda.

Me pongo el vestido con extrema delicadeza. Luego busco unos zapatos, también blancos, y simples, pero igual de bellos y cómodos.

Camino hacia el espejo. Mis ojos parecen mucho más claros esta mañana, otorgándoles una tonalidad tan transparente como las mismas aguas de la lluvia. Tomo el cepillo sobre el tocador, y comienzo a peinarme con avidez, con ansias. Mis rubios cabellos caen sobre mis hombros, logrando que unos tirabuzones adornen con gracia mi rostro. Observo con detenimiento el blanco vestido, que me llega por debajo de las rodillas, los cómodos zapatos, que apenas deben tener un par de centímetros de plataforma. Ya estoy lista para el día más feliz de mi vida.

Te amaré para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora