Capitulo 6. Arcoiris en la tormenta

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Cuando despierto lo único de lo que me logro percatar es de un fuerte olor a alcohol.

Quito el algodón que hay en mi nariz y espero algún movimiento que me haga saber que el vecino esta aquí.

Pasan veinte minutos y él no aparece.

¿Acaso está de moda irse sin dejar rastro?.

Poco a poco el ardor aumenta, empiezo a respirar ondo y logro sentarme en el sillón en el que el vecino me ha recostado no sé cómo carajos.

Unos minutos después de estabilizar mi respiración llega el vecino acompañado por un doctor que trae un botiquín color blanco.

Pensé que jamás llegaría, hasta que por fin aquel señor con una edad aproximada de 60 años llegó a mi departamento.

Se sienta en una silla que el vecino había puesto y desinfecta mi herida con algo que parece ser agua oxigenada la cuál logra que me retuerza, después pone su botiquín en el suelo y saca una jeringa y un frasco pequeño transparente, llena la jeringa con el líquido del frasco, saca el aire y me inyecta, por un momento pienso que me va a doler, así que cierro los ojos con fuerza y cuando los abro dirijo mi vista hacía mi tobillo y me doy cuenta de que la jeringa se encuentra afuera sin haber causado el más mínimo dolor, creo que me perturba más la sangre saliendo de mi pie, que aquella jeringa que estaba dentro de mi piel.

Empieza a coser y cuando acaba pone un líquido, cuando esté es casi invisible empieza a vendar mi tobillo, se levanta del asiento y sale en compañía del vecino, lo único que logro escuchar es un »No puedes« proveniente del doctor, y sí, debo admitir que me ha dejado intrigada.

El vecino entra y cierra la puerta con dificultad y se sienta junto a mi.

El silencio invade el lugar por unos minutos hasta que escucho su voz llenando mis pensamientos.

-¿Cuál es tu nombre?- dirige su mirada hacia la mía a lo que correspondo con una sonrisa tierna.

-Me llamo Katherine, ¿Y tu?.

-Me llamo Santiago, pero todos me dicen James.

-¿Quiénes son "todos"?.

-Pues mis compañeros y amigos, toda la gente a la que conozco me llama así.

-Y... ¿Yo te puedo llamar James?.

-Claro bonita- sonríe provocando que me sonroje.

-¿Qué haremos ahora?.

-¿A qué te refieres?- abre los ojos como lo hice cuando sentía la jeringa entrar en mi piel lo cuál provoca que me ría-¿De que te ríes?.

-De la forma en cómo abriste tus ojos.

-Oye, no has respondido a mi pregunta...

-Pues... no tengo nada planeado.

-¿Qué te parece si vemos una película?.

-Me parece bien, yo hago las palomitas y tú pones la película- le doy el control y como puedo me dirijo a la cocina y agarro el maíz y la mantequilla, pongo todo en el sartén y le pongo la tapa.
Voy por una escoba y le quito el palo para así poder caminar con más equilibrio y regreso a la cocina a verificar si las palomitas ya están hechas, preparo agua de sandía y le pongo chile en polvo a los lados del vaso con ayuda del limón, apago la estufa y pongo las palomitas en un plato ondo.

Me siento en el sofá y pongo las palomitas entre James y yo y le doy su vaso, me acomodo y veo que ha puesto una película llamada "La purga".

Cuando la película lleva alrededor de 45 minutos pongo mi cabeza en el hombro de James, su olor llega a mi nariz y logro encapsularlo cómo un recuerdo de su presencia hasta quedarme perdida en el paraíso de los sueños.

Adaptarme o DesaparecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora