Capítulo 3

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Una delgada y fría mano me despertó de mi profundo sueño.

-No más alcohol para Vinka. -dijo ella de mala gana.

-No te dejaría tomar más ni aunque quisiera -respondí-. ¿Tu mamá no te ha llamado?

-Como si yo le importara. -rió, exhalando aire por la nariz.

-Claro que le importas.

-No.

-Ni al caso contigo -bostecé-. ¿Quieres desayunar?

-Por favor -se puso una mano en la frente y otra en el estómago-. ¡MALDITA RESACA!

-No grites; no creas que yo tampoco tengo. Ah, y déjame recordarte que la tengo por tu culpa, amiguita.

-Ah, por cierto, gracias. -me rodeó el cuello con los brazos, y bostezó.

-Uh, Vinka, qué puto asco. -la aparté de mi lado. En su aliento estaba presente el alcohol de hoy en la madrugada.

-No te quejes; probablemente tú tengas el mismo aliento que yo. Mejor anda a cocinar. -dicho eso, se dejó caer en el ancho sofá de mi sala de estar, y continuó durmiendo.

Ya comenzaba a reinar el aroma de huevos fritos en el aire y, poco a poco, el dolor punzante en mi cabeza comenzaba a disminuir.

Si soy franca, no recordaba mucho después de que Becca me trajo a casa a mí y a mi amiga. Y tampoco recuerdo cómo logré traerla a mi sofá. Pero, eso sí, lo que más se quedó en mi mente de todos los sucesos de aquella agitada fiesta, fue una cosa. O más bien, eran dos, y eran celestes..., y bellos..., y tan perfectos..., y...

Un olor a quemado invadió mis cavidades nasales. Los huevos. Mierda.

Una vez que recobré la concentración en mi desayuno, pensé: ¿cómo es que no lo había visto antes en la escuela? Un chico así no pasaba desapercibido a los ojos de ninguna persona. ¿Habrá sido por Rick? Quién sabe.

De repente, una figura robusta y en bata rosa se apoyaba en el arco de madera que conducía al pasillo.

-Oh, ¿tú prepararás el desayuno hoy? Excelente. -mamá entró a la cocina arrastrando sus gastadas pantuflas.

-No tenía idea de que estabas aquí; yo estaba preparando desayuno para Vinka y para mí.

-¿O sea que no prepararás desayuno para tu agotada y trabajadora madre?

-Pues tú no me preparaste la cena ayer.

Alzó las cejas. -Pues, yo...

-Y, por favor, no me vengas con tus mentiras de "agotada y trabajadora madre". Tú misma me dijiste que estabas con Jonathan ayer. Otra vez. -rodé los ojos.

-Ruth, hermosa, lo siento mucho. -puso su callosa mano en mi hombro.

-Ya no importa mucho de lo que me digas para arreglar las cosas, ¿sabes? -cerré los ojos y suspiré-. En las gaveta sobre el lavaplatos hay una bolsa llena de pan y un frasco de mermelada de fresa. Prepara tu desayuno.

-Eh, está bien.

-¿Ruth? ¿Está listo el desayuno? -preguntó Vinka desde la sala de estar, medio sentada-medio acostada. Luego, miró hacia mi madre y puso los ojos en blanco-. Oh, señora Finch, buenos días. -sonrió nerviosa.

-Buenos días, Vinka. -le respondió ella.

-Está casi listo. -le dije yo a mi amiga mientras servía té en dos tazas blancas.

Un sonido, como de vibración, provino del mostrador. Mi teléfono. Fui a ver: era un mensaje de Facebook, de Becca.

"Hey, las invito a Vinka y a ti a una comida a la hora del almuerzo; voy a invitar también a algunos chicos de la clase. ¿Vienen?"

El día en que el agua se mezcló con el aceiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora