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"Que no tengo miedo a muchas cosas, eso ya lo sabías. Que jamás se me caería la corona, al menos eso creías"

Ella era una reina.

Nunca me quiso, pero aún así jugaba conmigo. Decía que era importante para su vida, pero no era cierto. Tenía miles de súbditos a sus órdenes, que la adoraban y la seguían donde fuera.

No importaba lo que dijera o hiciera, siempre sería una reina, una reina que gobernaba sobre todo y todos.

Tenía lo que se necesitaba para reinar, menos una corona.

Y, dime, ¿qué es una reina sin corona?

Tuvo mucho poder, pero ese poder se acabó. Todos cuánto la seguían, habían dejado de hacerlo porque, ¿que sentido tenía? ¿Saltar a un lago sin agua? ¿Tomar el sol si las nubes lo eclipsan?

Vivía sin que nada ni nadie le importase, y eso a veces causaba dolor, a mí me lo causó. Pero era mi reina, le juré lealtad, le fui fiel hasta la muerte.

Fue reina, sí, pero jamás tuvo una corona.
Fue reina, sí, pero ha pasado mucho tiempo. Tanto que, quizá, deberíamos comenzar por érase una vez.

Érase una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora