XI. Viento y ecos

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Flashback

«¿Te sientes solo?» inquirió ella.

«No siento nada, pero... Me gustaría poder sentir. Tú, ¿te sientes sola?» preguntó el chico de cabello marrón.

«Sólo a veces»

«¿A veces?»

«Sí, sólo a veces, porque la mayoría del tiempo no lo siento, lo estoy.»

Fin del flashback.

Dina despertó sentada en el suelo con la espalda recargada en el pilar. ¡Qué incómodo resultó dormir en esa posición y con el casco puesto! Pero debido al cansancio apenas lo notó. Se asomó fuera del pilar en dirección a la puerta de cristal, todo al exterior estaba en penumbras, debía ser de madrugada todavía. Volteó a ver a los ODST quienes estaban dormidos en las más raras posiciones sobre los sofás del lobby. Dina dejó escapar (algo parecido a) una suave risa al verlos y tras levantarse de su sitio se dispuso a rondar por el edificio. Atravesó el recibidor pasando a un lado de los ODST y unos metros más allá se topó con los spartans.

—Sargento —le saludó Caine con un movimiento de cabeza, luego de bostezar.

—Caine —correspondió Dina deteniendo su marcha —¿Algo que resaltar?

—Pues... No hay nada interesante, por ahora —respondió el muchacho —. Markov y Dylan salieron a registrar la cuadra, Clara acaba de ir a las cocinas en busca de suministros y Terra, pues... Creo que estará fuera de servicio un buen rato —añadió mirando a la spartan que recargada de la pared dormitaba con sus armas entre las manos.

—Creo que debemos abandonar Olympia a primera hora —sentenció Dina en tono serio —. No podemos arriesgarnos a permanecer si el Pacto piensa cristalizar la ciudad. Tal vez en el Ra el capitán nos dé indicaciones o encontremos el modo de detenerlos.

—Eso suena bien —opinó Caine, levantándose —. Estar inactivo no es lo mío.

—Se lo dices a alguien que lleva años durmiendo —bromeó Dina, Caine soltó una risa nasal.

—Me comunicaré con el capitán —Caine esperó la respuesta de Dina, a lo que ella asintió ligeramente.

—Llámame si hay novedades —dijo Dina antes de continuar su camino —. Dejemos que los ODSTs sigan descansando.

Caine asintió y se concentró en hallar un canal. Dina siguió andando, más por inercia que por seguir una dirección específica. Se sintió atraída por los objetos a su alrededor, tantos lujos, tanta ornamentación, derroches de dinero en cosas vanales pero hermosas. Había tantos objetos, la gran mayoría no los había visto nunca. Un candelabro de cristal colgaba delicadamente del techo despidiendo destellos hasta donde alcanzaba a iluminar, fue una suerte que siguiera en su sitio, Dina lo miró embelesada y luego miró las luces que dicha araña de cristal hizo danzar sobre su metálico traje. Eso pareció divertir a la spartan, quien nunca había encontrado nada igual, miró a todos lados para verificar que nadie la observaba y comenzó a caminar en círculos alrededor del candelabro, mirando cómo los puntos de luz sobre ella cambiaron con las tonalidades del arcoíris en una danza multicolor. Se detuvo al ver un pequeño artículo sobre una repisa. Se aproximó hasta él para observarlo a mayor detalle: era una pequeña paloma blanca de porcelana con detalles en color oro, con las alas extendidas como en pleno vuelo. Dina la rozó delicadamente con la punta de los dedos, temiendo que cediera bajo su tacto. Junto a la paloma halló otras figuras que igualmente contempló maravillada, pero lo que terminó por atrapar su vista fue un diminuto lobo de metal negro que, sobre una base también de metal, mantenía una peculiar posición, cual si estuviese corriendo. Dina lo tomó con precaución y lo acercó al visor de su casco. El lobo miraba a la lejanía sin detener su carrera, sus músculos tensos por el esfuerzo, todo un cazador. Pero estaba solo. Dina no vio ninguna otra estatua de lobos miniatura cerca, por más que giró sobre sí misma no pudo encontrar a otro.

Fauve-114Donde viven las historias. Descúbrelo ahora