Es una bella mañana en el vivero de Jeremías Barragán, el más reconocido de la zona por la cantidad y variedad de rosas que tiene.
Tiene unas doscientas mil plantas de rosas cada una con al menos una flor abierta, excepto la planta más rara, aquella que Jeremías compró en uno de sus viajes por el mundo, esta fue creada genéticamente en un laboratorio de Japón.
Esta rosa tiene dos años de vida en los cuales solo ha producido un pimpollo que nunca se abrió.
Jeremías como todas las mañanas se encuentra supervisando el regado de las plantas cuando siente sonar su celular, lo toma y observa en la pantalla que ha recibido un mensaje, lo lee detenidamente una vez y casi inmediatamente su rostro se ve iluminado por una sonrisa, que, tan rápida y espontáneamente como apareció, desaparece. Es que no cree lo que en la pantalla figura, por ello lo lee una y otra vez hasta que se convence. Una alegría inmensa invade su cuerpo cuando ve de quien proviene, una alegría que esperó durante treinta años.
Apenas termina de convencerse, sale corriendo y saltando por todo el vivero y se detiene justo frente a la rosa que jamás abrió su pimpollo y le dice con una voz temblorosa:
-Al fin la persona que esperé durante treinta años viene hoy, esta noche, ya no puedo esperar a que llegue-
Todo un día tiene para prepararse, pero no puede esperar a que ella venga.
Inmediatamente comienza los preparativos para una cena romántica y un paseo sin igual.
Va a la tienda donde compra una botella del mejor vino y los ingredientes para la mejor cena que jamás había preparado.
Vuelve a la casa, deja las cosas que compró y comienza a buscar el mejor traje que tiene, lo saca del placar y lo deja sobre la cama. Así continúa todo el día, ningún detalle se le podía escapar.
El reloj marca las ocho y media de la noche, faltando tan solo diez minutos para que llegue ella, Jeremías se para frente a la puerta y con firmeza espera a que suene el timbre.
Pasa una hora hasta que por fin suena, el corazón de Jeremías comienza a bailar dentro de su pecho, trata de calmarse para que no se le note la emoción que le causa su visita y abre la puerta.
Allí frente suyo está la persona que espero durante tantos años, ella es Araceli Fortuny.
Él la mira sin pronunciar palabras, por su mente pasa la ultima imagen que tiene de ella.
Tiene tan solo una arruga más, sus ojos y su cabello siguen igual, solo tiene algo diferente, pero no sabe decir que es.
Araceli lo mira a jeremías y le dice:
-Hola, perdón por el retraso-
Él sin esperar ni un segundo y para que no se sienta mal por la hora a la que ha llegado le dice:
-Que suerte que has tenido este retraso, si no, yo hubiera quedado mal por el mío-
Jeremías la hace pasar a través de la sala que Araceli observa, llena de muebles finos como recién pulidos, el piso recubierto por completo con alfombras y el jardín del frente que se ve por la ventana iluminado y lleno de flores de todos los tamaños y formas.
Jeremías que camina a su lado y la guía en su recorrido, siente sensaciones que jamás en toda su vida había sentido, le tiemblan las piernas, el corazon le late de lado a lado y una especie de frío recorre por cada una de las venas y arterias de todo el cuerpo.
Siguen los dos hasta llegar a una mesa, justo en frente de la cual hay una enorme puerta, atreves de la cual se filtra una luz blanca tan poderosa que se nota aún con la luz de la sala prendida.
-¿Qué hay allí detrás?- dice Araceli con curiosidad.
-Es una sorpresa que he preparado para ti- responde Jeremías, he inmediatamente abre las puertas.
Jamás se lo hubiera imaginado Araceli a tan inmensa plantación de rosas bajo techo, toda iluminada, con rosas de todos los colores del arcoíris.
Las blancas, sus favoritas, en una franja enorme que se extiende decenas de metros y a los lados franjas más pequeñas con el resto de los colores.
-Hay doscientas mil plantas y 1136211 rosas- dice con voz firme y segura.
Pasado el asombro se sientan sobre unas sillas de madera de algarrobo talladas a mano por Jeremías.
Él enciende un par de velas y apaga la luz.
Sentados en la mesa comen y cuentan las anécdotas que sucedieron durante todo ese tiempo no se vieron, ni se hablaron y disfrutan del mejor vino que pudo conseguir Jeremías.
Al finalizar la cena vuelven a encender las luces y Jeremías dice:
-Tú puedes elegir cuantas rosas quieras y serán tuyas, yo te las regalaré-
-Fantástico gracias-dice emocionada Araceli.
Comienzan a caminar por entre las rosas, sobre unos pasillos con pisos de cerámica en los cuales hay millones de rosas dibujadas.
Araceli va eligiendo las mejores plantas y las más hermosas rosas.
El recorrido continuó largo rato hasta llegar a la planta más pequeña y que solo tiene un pimpollo que nunca abrió.
-A esa me la quiero llevar ahora-dice ella casi obligándolo a que corte el pimpollo.
-Bueno, no hay problema-dice Jeremías.
Se agacha frente a la planta y con pena se dispone a cortarla, estira el brazo y con el dedo índice envuelve el tallo, mientras los otros dedos se mantienen extendidos, luego apoya el dedo pulgar y sin darse cuenta, lo apoya sobre una espina que le atraviesa la piel.
Da un grito tan fuerte que es increíble que salga de su boca, mira hacia donde estaba Araceli y no la ve más, mira hasta donde alcanza su vista y no la ve, consciente de la imposibilidad de una desaparición tan repentina, se encuentra con la única explicación posible. El pinchazo de aquella espina fue lo que lo despertó de una cruel alucinación, fue todo producto de su mente, que no soportaba más el deseo de hablar con ella, y ahora se da cuenta, cuando tiene un dedo encallado en una espina.
Esta adolorido y no puede controlar la mano, que se cierra fuertemente sobre las espinas, de la misma comienza brotar la sangre y forma un hilo hasta llegar al suelo.
Jeremías se siente cada vez mas débil, pero feliz de haber cenado con esa persona que esperó treinta años, esta feliz por el mensaje que nunca existió y por una persona que nunca vino.
Se está desangrando lentamente sin poder hacer nada, de pronto le da una punzada que recorre desde los dedos hasta el hombro y allí cae inconsciente, pero sin soltar la planta.
Comienza a vivir toda la visita nuevamente, sólo que sin sonido con el aroma de Araceli mas fuerte que nunca, todo parece seguir el ritmo de una suave melodía, el movimiento de sus labios, sus pasos, su manera de admirar, de hacer cada cosa con una delicadeza que parece producto de mucho ensayo.
Parece un ballet, hasta que todo se detiene en ese momento en que él le dice que si cortará el pimpollo, en ese momento en que el rostro de Araceli produce una sonrisa.
En la cara de Jeremías se dibuja una sonrisa, la ultima gota de sangre llaga al suelo y justo al mismo tiempo que su corazón deja de latir, el pimpollo se abre y da muestra de un bello color azul.
Fin.