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Solemos creer que un final es en realidad el comienzo de algo nuevo.

Eso quería creer Dean, al ver como la vida escapaba lentamente de los ojos del ángel.

Él no podía -no quería- pensar demasiado en lo que estaba sintiendo en ese momento. Es demasiado mirar como su mejor amigo muere delante de sus ojos, y saber que no puede hacer nada para ayudarle más que estar con Castiel hasta el final, hasta que su sufrimiento acabe.

Y ahí estaba su otro problema, se conocía lo suficientemente bien como para saber que cuando Castiel muera finalmente, él no va a ser capaz de soportarlo, no otra vez, no cuando sabe que este es el verdadero final. Que Chuck ya no va interceder por Castiel, no lo va a revivir de nuevo.

-Dean...-escucha el quejido del ángel e inmediamente su atención vuelve a él.-Yo...sólo...-se interrumpe por una tos que le ataca-No me dejes.

-No lo haré.

Sus ojos, tan azules que parecen dos luces muy brillantes, lo miran con tanta intensidad que es inevitable para Dean recordar momentos a su lado.

Castiel le había salvado tantas veces. Dean le había salvado tantas veces.

-Dean...

-Cass, buddy, estoy aquí-Dean toma la mano del ángel entre las suyas y las frota tratando de darles calor, Cass está helado.

-Tú tienes que saber...-Castiel busca sus ojos casi con desesperación- Tú y Sam, han sido la mejor parte de toda mi existencia. No me arrepentí nunca de haberte rescastado del infierno, porque cuando toqué tu alma-un quejido sale de sus labios y Dean rápidamente se acomoda contra la pared, colocando la cabeza de Cass en su regazo y vuelve a sostener su mano- supe que hacía lo correcto. Yo sólo quiero agradecerte por todo lo que ha pasado después de eso, Dean.

Dean odiaba llorar, esa era su verdad. Sus ojos dolían, pero no podía llorar delante de él. Debía ser la fuerza que Castiel necesitaba en esos momentos.

-Lo sé...Hey, mírame. Tú eres mi mejor amigo...Eres nuestra familia, Cass.-Dean quería decir más que eso, pero después de tantos años él aún no encontraba las palabras, nunca fue bueno con sus sentimientos.

-Y ustedes la mía. Yo...quiero-

Castiel comenzaba a respirar pesadamente, sus manos se sentían heladas y sus ojos ya no parecían esas luces brillantes de siempre.

-Hey! Cass-Dean golpea su rostro suavemente evitando que se duerma- Por favor, Cass. No me hagas esto.

Las lágrimas estaban a punto de salir, el nudo en la garganta no le dejaba hablar, y su corazón se sentía apretado en su pecho.

-Dean...-Castiel mira esos ojos verdes que tanto ama con un nudo en la garganta.- No puedo...más-otro quejido sale de su garganta.

-Cass...Gracias por todo.

Él sabe que no debe atrasarlo más, pero no puede, todos lo dejan sólo, creía que Castiel era la excepción. Nunca creyó que llegaría el momento, pero mientras más tiempo estaba Castiel despierto más sufría por el dolor.

-Déjame mirarte-Castiel buscó sus ojos y lo miró fijamente.- Te amo, Dean.

Y él lo sintió antes de siquiera observarlo. Castiel apretó su mano y luego nada. Una luz hizo que cerrara los ojos, y cuando volvió a abrilos lo entendió. Sus ojos perdieron el brillo y miraban a la nada, y dos gigantescas alas negras estaban dibujas en el piso. Y Dean se sintió muerto por dentro.

-También te amo, Cass.

Y comenzó a llorar, sosteniendo el cuerpo inerte del ángel contra el suyo. Y no se detuvo, ni siquiera cuando Sam llegó corriendo hacía ellos, quedando pasmado ante la escena.

Y Sam tuvo que cargar a su hermano hasta el auto, quién se negaba a abandonar su amigo ahí. Tuvo que mirar como su hermano no notaba nada a su alrededor, ni siquiera a él. Y mirar como una parte de Dean moría lentamente, sin tener salvación.

Castiel tuvo un funeral de Cazador. Después de años junto a ellos llegó a serlo. Castiel era familia.
Dean ya no lloraba, pero no estaba cerca de estar calmado. Observaba junto a su hermano como las llamas cubrían lentamente lo que fue el recipiente de Castiel, Jimmy Novak, quien hacía años había muerto dentro de su misma mente, cediendo así su cuerpo por completo al ángel del señor.

Las llamas hacía rato que se habían extinto, ya no había cuerpo, pero Dean no quería abandonar el lugar. Sam le dió su espacio, esperando en el impala, y cuando Dean volvió, Sam notó que esa parte de él estaba finalmente muerta.

Durante meses observó a su hermano mayor consumirse en sí mismo. Cazando monstruos a su lado sin estar realmente ahí. Sam trataba, de verdad que sí, pero su hermano no volvía. Y no lo mal entiendan, Sam sufrió la muerte de su amigo Castiel también, pero decidió que no podía quedarse ahí sufriendo junto a su hermano. Él debía seguir adelante para ayudar a Dean a salir del hoyo.

Habían pasado cinco meses, para Dean se sentían igual o peor que el tiempo que pasó en el infierno. No quería seguir, todo le recordaba a Castiel. No comía ni dormía bien, extrañando que el Ángel vigilara su sueño mientras él hacía como que no sabía sobre eso.
Extrañaba su curiosidad por los humanos, porque después de años entre ellos, y ser uno de ellos, no los había entendido por completo.
Extrañaba su inocencia, porque no importaba si alguna vez fue un soldado del cielo, o si había estado con un demonio, él emanaba inocencia pura, solo bastaba mirar sus ojos.
Sus ojos, extrañaba esas luces brillantes que lo miraban intensamente mientras él se hacía el desentendido, sólo para no demostrar todo el amor que le tenía.

Porque Dean fue un maldito cobarde, al nunca haberle dicho directamente a Castiel lo que sentía por él, por miedo. Un miedo que ya no importaba, pues él se había ido, y le había dicho que lo amaba, y Dean admitió por fin que él amaba a Castiel en voz alta, pero ya era demasiado tarde. Su ángel se había ido y él solo esperaba que desde el cielo supiera cuando lo amaba.

Un final NO deseado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora