Un nuevo día empezaba, mejor dicho un nuevo y horroroso día empezaba, pues sabía ya desde primeras horas de la mañana como sería el transcurso de este. Paré la odiosa alarma y me levanté con pereza, con ganas de hacerme la enferma, al menos para dejar algo más de tiempo para que se curaran algunos de los moretones que tenía por el cuerpo, me dolían bastante pero una ya se acaba acostumbrando y mi sensación ya no es de tanto dolor como al principio.
El problema es que mi madre es enfermera y es casi, por no decir del todo imposible, hacerse la enferma. Me dirigí al baño para darme una ducha, me saqué la ropa y contemplé parte de mi cuerpo, era delgada, bastante, pero no por anorexia o cualquiera de estas enfermedades, simplemente esta era mi constitución y por culpa de esta yo había tenido tantos problemas. Me lavé rápidamente para no llegar tarde, me vestí con unos pantalones largos una camiseta simple y por encima de esta una sudadera blanca que me iba algo más grande.
Bajé al salón y me encontré con Alex, el chico que se encargaba de limpiar la casa
-Buenos días señorita- dijo amablemente mientras arreglaba el comedor
-Buenos días- dije sin mas. Al llegar a la concina me encontré con Sara, la cocinera
-Buenos días querida- saludó dulcemente- ¿quiere lo siempre?- preguntó amablemente. Asentí con la cabeza y me ofreció dos magdalenas y un café con leche
-Gracias- una vez terminé me volví a subir a mi cuarto, me puse los zapatos y entre en mi baño donde me peiné mi larga cabellera de color castaño claro, me cubrí con un poco de corrector las ojeras por haber dormido poco y me fui de la casa a paso tranquilo escuchando música.
En mi cabeza simplemente pedía por favor que hoy al llegar de nuevo a casa no tuviese más moratones.
Cuando estuve en las puertas suspiré profundo y entré, me dirigí hacia mi taquilla sin hacer contacto visual con nadie, una vez llegué cogí los libros que necesitaba para las tres primeras horas y fui con la mirada clavada en el suelo hacia mi aula. Una vez entré me fui a la esquina derecha del fondo de la clase, mi sitio. En el cajón guardé los libros que no necesitaba por ahora y saqué el de lengua castellana, estuche y libreta.
Una vez lo tuve todo preparado miré hacia la puerta de la clase por donde entraron Javier, Bruno y Esteban. Mis pesadillas. Enseguida aparté la mirada y la dirigí a mis apuntes. Para mi suerte no me vieron o al menos eso creí. El profesor no tardo en ingresar al aula y empezar su clase, estas horas eran para mi las mejores, donde realmente podía estar tranquila, pues tenía la protección del profesor o profesora. Presté atención durante toda la clase y tomé apuntes.
Rara vez pasaba, pero no había sido molestada por nadie en las primeras tres horas de clase.
El timbre sonó anunciado el inició del recreo, por lo que guardé rápidamente mi estuche y libreta, cogí los libros i caminé a paso rápido hacia mi taquilla, donde la tranquilidad se esfumo en segundo. Tenía a los tres monstruos delante de mí, miré a todas partes pero los alumnos pasaban del mí y los profesores ya se encontraban en la aula de profesores para almorzar tranquilamente.
-Aun no se como tienes el valor de seguir viniendo- dijo Bruno- si ya te sabes la rutina – rió malicioso. Yo miraba al suelo, simplemente pedía que no me pegaran.
-Mírame a los ojos cuando te hable- dijo cabreado, de fondo se oían las risas de los otros dos imbéciles. Subí la mirada y me encontré con sus ojos oscuros atravesándome el alma- así mejor –rió, yo solo me aguantaba las lágrimas.
Esteban le dijo algo al oido de Bruno que yo no pude escuchar, pero de golpe él dirigió su mirada a mí, y de nuevo yo la tenía clavada en el suelo
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Ayuda
Teen Fiction-Por favor...- dije llorando, no soportaba ya los golpes -CALLATE ANORÉXICA DE MIERDA- dijo dándome una patada en las costillas. -Para...- dije sin fuerzas ya no aguanto más todos los golpes, son demasiado fuertes. . . . -Mi...