Even Bech Næsheim
Ante la misteriosa sombra que apoya sus manos en el cristal húmedo, podía notarse el aire de autosuficiencia que su presencia impone, en la soledad que es aquella habitación fría.
Por lo poco que podía notar del exterior, ante la negrura de la madrugada, esa noche se destacaba por ser una en las que él me acompañaba en otro lugar que no sea el familiar y verdoso bosque. No era el color opaco de las rosas marchitas en el florero en una esquina ni las nuevas heridas en mi rostro y brazos, sino la presencia imponente de él en aquel asqueroso cuarto.
Se pasea vagamente en la extensión de la habitación, se sienta en la cama, se para en ella y finalmente vuelve a sentarse a mi lado como si mi presencia ausente a su lado en esos minutos que se toma en pasearse le fuese como un martirio. Así como lo siento yo cuando él no está.
Siento su agarre firme en mi mano y sé con certeza que él jamás se irá de mi lado.
Hay veces en las que viene, se acuesta a mi lado y me susurra en el oído cuánto me ama y murmura que pronto estaré a su lado por siempre. Otras veces, sin embargo, solo viene y se sienta en una esquina observándome por horas y horas que parecen interminables. Él era un experto en hacer sacar mis sentimientos a flote, con solo una mirada o una palabra suya, con solo una caricia y un casto beso.
Aquellos días eran unos en los cuales vivir no era una razón más para morir.
La mayor parte del tiempo me la pasaba con él, simplemente por el mero hecho de que él me hacía sentir lo que era la felicidad. Sus ojos azules, tan azules como el cielo claro en un día soleado, me hacían sentir vivo y que por una vez tenía ese "algo" para decir que había visto lo más maravilloso del mundo.
Siento su mano separarse de la mía, dejando una sensación de vacío que no pasa desapercibido por él, sin embargo, se apoya en el vidrio de la ventana y me observa desde allí.
—¿Cuándo lo harás, Even?— pregunta con suavidad, sonriéndome.
Durante unos minutos en los que logro perderme en su mirada y sonrisa, le contesto con incomodidad después de procesar lo que me ha dicho. —Sabes que no puedo dejar a Wade aquí, solo, simplemente sé que no podré llegar muy lejos sin él.
Mi respuesta parece enfurecerlo por lo que se pone de pie. En aquella ocasión me hubiera aferrado a sus ropas, con la esperanza de que él se quedara conmigo toda la madrugada, sabiendo que soy débil ante los pedidos que quiere, pero sé que es momento de que se vaya. Aquella señora volvería a encerrarse aquí con la mera intención de hablar conmigo —una pérdida de tiempo, pues jamás logró sacar una palabra de mí—.
—Eres débil — masculla entre dientes. —Tu sabes que en esta casa nadie te quiere Even. ¡¿Por qué no lo entiendes?!
Él pronto desaparece por la ventana y solo atino a querer gritar más los llantos son retenidos en mi garganta y solo calientes lágrimas bajan por mis mejillas, aterrizando en mis manos lastimadas.
Segundos que se convirtieron en horas bastaron para el amanecer que dio comienzo a un nuevo día lleno de amargura y soledad.
Me siento en un rincón en algún lugar de aquel cuarto con las rodillas pegadas al pecho y mis brazos rodeándolas. Al pasar de unos minutos la puerta se abre y, otra vez, comienza aquél martirio de todos los días.
Ella se acerca a mí con lentitud tomando asiento en la cama y cruzando las manos, aferrándose a ellas como si eso le diera algo de valor. Puedo notar su rostro afligido con un deje de tristeza en sus facciones envejecidas, pasea los ojos de un lado a otro por todo el cuarto más nunca me mira. Puedo notar el leve temblor de sus manos, como se remoja los labios con la lengua y el sonido del viento golpear contra la ventana.
Se remueve inquieta en su lugar y finalmente levanta su mirada hasta mi. No sonrío, ni parpadeo, pero me mantengo atento a cualquier movimiento que ella pueda hacer con la intención de acercarse a mí, o tocarme.
—Hijo...—susurra levemente. — Even...
Su cuerpo se inclina hacia mí y levanta la mano, siento el corazón latirme en la garganta. Me pongo de pie lo más rápido que puedo, siento el miedo consumirme, me cuesta respirar y no se a qué se debe mi temor. Me alejo de ella mientras las lágrimas me queman los ojos, mis piernas tiemblan y veo todo distorsionado. Siento un zumbido en los oídos y la cabeza comienza a dolerme. Ella se pone de pie, noto las intenciones que tiene y el miedo vuelve a invadir mis entrañas al verlo a él parado atrás de ella.
Me sonríe con sorna y se acerca lentamente a su cuerpo tembloroso. Mamá intenta sostenerme mientras llora desconsolada, sin percatarse de la presencia atrás suyo.
Él vuelve a acercarse y se pone a mi lado, me mira, sonríe y murmura algo que me paraliza. Y solo comienza a reír.
Gritos. Solo escucho los gritos que salen de mi garganta desgarrandola, solo puedo atinar a gritar lo mas que puedo, las lágrimas me queman las mejillas, no puedo respirar y solo caigo al piso agarrándome la cabeza, sintiendo esas palabras repetirse en mi mente. Él, desde arriba, me observa sonriendo sin importarle lo que me ha hecho.
Mamá se acerca corriendo, me sostiene entre sus brazos y llora gritando el nombre de papá. Intento liberarme de su agarre y lo único que puedo hacer es ahogarme en mi llanto mientras él desaparece entre las sombras.
Y lo único que mas deseo en ese momento, es poder morir y liberarme de todo lo que me atormenta.
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Hermético © (Evak)
Fiksi Penggemar«El amor no tiene cura, pero es la cura para todos los males» - Leonard Cohen × Publicada: 18/12/16 × A.U × Historia inspirada en los personajes (Isak&Even) de la tercera temporada de la serie noruega SKAM. Copyright © ghostelines ...