BORRADA (Incluye Soundtrack)

CAPÍTULO NUEVE

Al Rojo Vivo

Algo en mi se siente atraída por el. Pero debo evitar estos sentimientos. «Por dios Laurie, tienes novio» me repito en mi mente, cada vez que esos pensamientos renacen. Aún así, me es imposible no notar su buena forma y sus hermosos ojos verdes. Me hace sentir segura. Me hace sentir algo distinto. Algo que nunca he visto en Christian, él siempre es frío conmigo.
El conflicto qué hay entre mi cerebro y mi corazón se hace más potente entre más le doy vueltas al asunto. Me siento confundida. Mi corazón dice que debo amarlo, pero mi mente me hace volver a la realidad. Rosette me diría que debo de pensar muy bien antes de cometer cualquier locura. Si mi madre se enterara de lo que estoy poniendo en tela de juicio, seguramente ya me habría reprendido. Ella siempre me decía que solo se debe amar a una persona a la vez. El corazón no admite a más de uno. «O le das todo a uno, o nada a ninguno» resuena su voz en mis memorias.
A pesar de todo su rostro me sigue llamando. Sus labios continúan tentándome. Pero no me pertenece. Yo no puedo amar a dos personas. No sería justo para Christian. Ni tampoco debo jugar con los sentimientos de Richard. Estoy segura que de donde sea que el venga, debe haber alguien esperándole. Alguien quien le entregará todo su amor, afecto y cariño.

Hace frío mientras buscamos en los solitarios barrios, gritando sus nombres: Rosette... Christian... Mamá... Papá... Alguien... ? 

No hay respuesta es como si estuviera en un limbo, algo de lo cual no se puede escapar. Algo distante a la realidad. Un lugar donde estoy condenada a pasar el resto de la eternidad sin nadie que me acompañe. A excepción de Richard, un muy bien parecido acompañante para atravesar este desierto infierno. 

Lo único que no me he preguntado todavía es si ya he muerto y por esa razón no he podido encontrar a los que me importan.

Un gruñido interrumpe mi deprimente dialogo conmigo misma. Bueno mas bien era un reflexivo y desalentador monólogo dirigido a mi propia persona. Wellington comienza a ladrar. Veo a Richard, a quien ya tiene un buen rato me dirigí con sonido alguno. Tal parece que el hacha que hacía rato encontramos servirá de algo. Luce tan bien con el hacha. En conjunto con esa americana color beige, playera negra y pantalón color azul, pareciese un modelo de revista de moda.

Algo se acerca. Es algo grande, sus pisadas resuenan en el suelo. Wellington ya ha desaparecido. Es como si el supiera lo que está pasando.

Es otra sombra...

—¡Corre Laurie! —Grita Richard.

Pero no puedo, esos ojos encendidos como metal al rojo vivo se dirigen a mi. En cuestión de instantes veo a la masa oscura correr directamente hacia mi, alcanzando una alta velocidad. Richard reacciona inmediatamente plantándose en frente de mi con el hacha alzada. Con un veloz y certero movimiento logra darle al hocico de la bestia, clavándosela en la cabeza.

Un fuerte ardor recorre mi brazo. Bajo lentamente la mirada. Una de las mangas de mi chaqueta está rasgada. Está manchada de sangre. La bestia me ha arañado la piel. Lucen como las cortadas de un cuchillo. Pero son solo superficiales. Aunque si duelen.

—¿Estás bien Laurie? —dice Richard al voltear a verme. 

—Si, creo que solo es un rasguño.

—Déjame ver la herida... —menciona estirándome el brazo—. ¿Puedes quitarte la chaqueta? 

—Si, espera un segundo—Ha dolido, pero ahora se ve realmente el daño. También ha roto la manga de mi blusa. Se pueden ver las marcas del zarpazo.  

—Descuida son solo superficiales. No corres peligro.     

Pensaba que Richard era fuerte, pero no tanto como para partir por la mitad a un ser como ese. La Sombra inmediatamente comienza a volverse algo así como alquitrán. Deshaciéndose. Derritiéndose rápidamente. Al cabo de unos minutos y sin podernos mover de ese lugar, lo que solía ser algo parecido a un lobo negro y muy grande ha terminado siendo tan solo un charco de un líquido denso y oscuro.

—¡El hacha! —exclama Richard tomando el objeto con sus manos.

—¿Puedes sacarla?

—Esta cosa viscosa no la suelta.

—Richard suéltala, se está hundiendo.

—No aun podría servirnos. 

—¡Suéltala! ¡Se está hundiendo! —Repito, mientras él la mantiene sujeta por na pequeña parte del mango.

—No... La vamos a necesitar.

—Pero tienes que soltarla, si no te vas a hundir junto con ella... Richard no puedo perderte a ti también. 

El la suelta, y cae para el lado contrario. 

— Ven tenemos que seguir caminando —digo dando le la mano para que se levante. 

—Gracias —me dice. 

Pero la Sombra no viene sola, un gruñido proveniente de unas cuadras adelante de nosotros inunda toda la calle. El eco resuena en todos los pocos edificios de esta zona. Se esparce como si fueran más de una. Quizás no sea solo una. Puede que se trate de una manada de esas cosas. Si es que se juntan en manadas. Quizás y esas cosas mataron a todos mis conocidos. Quizás ellos se llevaron a Rosette.