Mañana de San Valentín.
Daehak-ro, 05:33AM.Sentía que la humedad se esparcía cada vez más, empezando desde la tela que cubría el hombro derecho y acabando debajo de su camisa. Sus pasos, cuyo sonido pasaría desapercibido en pleno día, se volvían más perezosos a medida que avanzaba. Las luces de la calle titilaban de forma tenebrosa, pincelando las zonas iluminadas con un tono cálido y anaranjado. Muchas películas de horror se le cruzaron por la mente; pero como no se encontraba solo, el miedo no logró alcanzarlo.
Sobre su espalda, proporcionando un peso liviano que poco a poco ponía en juego su resistencia física, se encontraba la persona con la que jamás habría imaginado compartir una situación similar. La cabeza de ésta yacía descansando entre la nuca y el hombro, pegando la mejilla a la zona húmeda donde, suponía él, la saliva generada por el cansancio caía con lentitud. Cuando se percató del incidente sintió cierta incomodidad. Sin embargo, luego de que pasara un rato dejó de importarle.
Ambos brazos aferraban con fiereza los muslos de la persona inconsciente, asegurándose de que la caída no fuera una posibilidad. En cambio, los de su acompañante yacían inertes a su alrededor. El derecho se encontraba apretujado entre ambos cuerpos, y quien lo cargaba daba por sentado que al despertar, el pasajero tendría problemas para sentir la extremidad. Y el izquierdo se estiraba hacia delante, cómodo sobre el hombro del contrario.
Gracias al aroma mañanero que sólo se percibía en aquellos días otoñales, presagió que el amanecer no tardaría en aparecer.
Tres horas antes, madrugada de San Valentín.
Itaewon-dong, 2:56AM.Frente a él, sobre un impecable plato de porcelana que reflejaba la luz del techo, se exhibía una pequeña galleta. Los extremos del papel que se escondía en su interior habían sido dejados a la vista a propósito. Aquello se repetía en gran parte de la mesa. Sus acompañantes habían observado curiosos y contentos el pequeño regalo que recibían por parte de la casa, emocionados por leer el contenido.
No obstante, en ese momento todas las miradas se centraban en él. Y los orbes del moreno, los cuales mostraban la más pura y sincera turbación, no se apartaban de la persona que yacía frente a él.
Esparcidas sobre el plato de éste, las migajas de la galleta rodeaban el pequeño papel, cuyas palabras, segundos atrás, habían sido reveladas al público en voz alta. Se suponía que irían uno en uno, como era costumbre cada año, más ahora no había nada más que silencio y tensión en la mesa. Todos, incluyendo a los más afectados gracias al alcohol, les prestaban atención al par de jóvenes que tal espectáculo habían montado.
A diferencia de Hongseok, que era incapaz de pronunciar palabra alguna, Hwitaek sonreía atontado con los párpados cerrados, mostrando las paletas superiores.
El gesto era dirigido hacia él. Todo para él.
Sin embargo, a pesar de que aquella acción que tantos años había anhelado con el más escondido y profundo deseo en ese instante le pertenecía, su atención era robada por el reciente recuerdo de lo que acababa de pasar. La escena se repetía, una y otra vez, en su cabeza cual máquina defectuosa.
A consecuencia de ubicarse junto a la punta de la mesa, Hwitaek fue obligado a romper su galleta en segundo lugar. El objetivo de aquella noche, tan patética como divertida, era dejar que el destino de cada uno estuviera en manos de la corta oración que yacía impresa en el pequeño papel. Completamente al azar.
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〈 ♡ ᴛᴜ sᴏɴʀɪsᴀ ᴇɴ ᴇʟ ꜰʀɪ́ᴏ ⇢ Huiseok one shot ; PENTAGON。
Fanfiction‹Hay quienes asocian el alcohol con vulgaridad, accidentes y consecuencias dañinas a la salud. Así lo consideraba él, Yang Hongseok, hasta que, a mitad de una madrugada en otoño, encontró una razón por la cual sentirse eternamente agradecido por la...