Porque a veces, para sentir el cielo, hay que bajar al infierno.
Porque, para saber lo que es el frío, hay que quemarse de verdad.
Porque me hiciste comprender, que lo mejor que se podía hacer con los labios, no era sonreír.
Porque me enseñaste a abrir los ojos, y vivir sueños sin dormir.
Porque aprendí a dibujar lienzos sobre tu espalda.
Porque conseguimos afinar nuestros gemidos.
Porque, para saber lo que es la pasión, hay que conocerte.
Y sobre todo, porque te quiero.