Si tú saltas, yo salto.

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Paseaba de vuelta a casa. Pensaba en todo, pero decía poco. Era una niña poco habladora. Incluso algunos me habían tomado por autista. Era la típica chica feúcha, en la que nadie se fijaba. Rellenita y que siempre vestía con ropa cómoda. Chica con acné y gafas de culo de vaso de pasta fina. El conjunto en sí era aterrador y doloroso a la vista. Pero no me importaba. Nada me importaba. Hasta que Él llegó. 

Si tú saltas, yo salto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora