Capítulo 5. Secretos.

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–Victor, tienes que comer... Algo, aunque sea un poco, anda, ¿si? –Chris había repetido la misma frase al menos unas 15 veces, sin tener éxito en ninguna– No estarás planeando vivir solo de vino... Victor... Victor, ¿me estás escuchando? Victor... ¡Reacciona, maldición! –Giacometti ya comenzaba a hartarse de la actitud del ruso.

Habían pasado 2 días desde que los Katsuki habían desaparecido, 2 días en los que Victor apenas apenas había probado otra cosa que no fuera vino o vodka.

–Chris... Estoy muerto. –Nikiforov clavó la mirada en los ojos de su eterno rival– Yuri se ha ido...

–No te atrevas a repetir eso, Victor. –La voz de Pichit estaba impregnada de enojo– No te atrevas a querer tomar el papel de la víctima.

–¿Pichit? –Victor no había notado su presencia.

–No digas mi nombre. Todo esto es tu culpa... –La tensión en el aire podía cortarse.

–¿Mi culpa, dices? –Vitya sonaba confundido– ¿Por qué esto es mi culpa, eh? Dime.

–De no haber sido por ti, nunca nadie habría odiado a Yuri... Desde que te acercaste a él medio mundo lo ama, pero la otra mitad lo odia... Él... Él estaba mucho mejor sin ti... –estaba al borde del llanto.

Giacometti no acababa de asimilar que el Pichit que él conocía estuviera hablando así.

El peliplata no alcanzaba a comprender el porqué de las palabras de Pichit. ¿Acaso el alcohol le estaba haciendo alucinar?

–Pichit... ¿Por qué dices algo como eso? Nadie tie...

–¡Porque yo lo amaba! –lo interrumpió– Yo lo amaba, Victor... Nunca pude decírselo... Y ahora nunca podré... –Sus palabras habían estado guardadas por demasiado tiempo.

Victor miraba con desdén al tailandés. ¿Quién era él para culparlo?
Chris no se sentía con derecho de intervenir; calló.

–Bueno... Lo siento mucho. Pero no es mi culpa que nunca hayas tenido el coraje suficiente para decirle lo que sentías. Y tampoco es mi culpa ésta jodida situación. Así que guarda tus reproches y tus planes frustrados para cuando sirvan de algo. Porque ahora mismo, eso no nos ayuda en nada para encontrar a mi Yuri y a su familia... –Victor se había levantado de su asiento y ahora se encontraba de pie a unos cuantos centímetros de Pichit, quien apretaba con fuerza los puños; parecía estar conteniéndose para no golpearlo en la cara.

–Victor... –Chris hizo el intento de aligerar la situación. Victor levantó la mano en su dirección haciendo un ademán para que no hablara.

–Mírame, Pichit. –lo tomó por la barbilla y alzó su rostro hasta estar cara a cara– No lo tomes a mal. De verdad lo siento mucho. Pero ahora no es el momento de hablar de eso, así que te agradecería que detengas este pequeño espectáculo y te enfoques en lo que de verdad importa...

–¿Uh? ¿Y me lo dices tú?... Me lo dice quien no ha hecho otra cosa más que beber y auto compadecerse... –lo apartó rápidamente– Tu no eres nadie para decir algo así, Victor Nikiforov. –le dedicó una mirada inquisitiva y se dirigió a la entrada de la casa– Ah, por cierto, date una vuelta por la habitación de Yuri, seguro te va a gustar. –sacó la nota arrugada que había encontrado de su bolsillo y se la entregó– Toma. Es para ti.

"Tic-tac... ¡Tic-tac!"

El portazo que dio Pichit al retirarse de la escena retumbó por varios minutos en lo oídos del ruso, acompañado de un Tic-Tac que había comenzado a escuchar desde que leyó la diminuta misiva. El nudo en la garganta se agrandaba con el paso de cada segundo y lo asfixiaba; rompió la nota hasta que fue imposible imaginarse su estado original y tiró los restos de ésta al suelo.

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