Había una vez, una niña que vivía feliz y contenta con su madre, su padre y su hermanito en la ciudad más bonita del mundo, la más bonita que puedas imaginar.
La niña se llamaba Puera. Tenía el cabello castaño y largo, recogido en dos trenzas, que subían y bajaban todo el día, ya que Puera adoraba jugar, bailar, cantar y saltar, y nunca paraba quieta hasta que no se dormía.
Un día, Puera y su madre iban cogidas de la mano por la calle y entraron en una juguetería. Allí estaba Ágape, una bruja que tenía la cara llena de arrugas y una nariz tan larga que parecía que podías colgar la ropa en ella sin que se cayera.
Pero Ágape, aunque pudiera parecer una bruja mala, de esas que se comen los mofletes de los niños, no lo era. Ella cuidaba de la tienda de juguetes y siempre acababa regalando pequeñas cosas a los niños que entraban en la tienda.
Aquel día, Ágape, acompañada de su fiel mascota Torbellino, que era mitad conejo blanco y mitad dragón rosa, le regaló a Puera una caja de colores, pero no eran unos colores cualquiera. Estos, eran mágicos, y tenían el poder de hacer realidad cualquier cosa que se dibujara con ellos, desde lo más bonito a lo que da más miedo.
Puera, desde entonces, no se separaba de sus colores mágicos, pero una mañana, mientras estaba en el patio del colegio, dejó la caja de colores en el suelo y se fue un momento, pero un par de niños los vieron tirados en el suelo y decidieron llevárselos. Cuando Puera volvió y se dio cuenta de que su regalo mágico ya no estaba, se puso a llorar desconsolada.
De repente, Puera escuchó como los niñas de su alrededor comenzaban a correr asustados. Ella levantó la cabeza y vio como de una de las paredes del patio los dibujos de unos monstruos cobraban vida.
Entonces, la bruja Ágape y su mascota Torbellino aparecieron de la nada y se acercaron a Puera:
-¡Puera, ten!- dijo la bruja- Es una goma de borrar especial. Con ella podrás hacer desaparecer a los monstruos.
Puera, que era una niña muy valiente, cogió la goma de la bruja Ágape y se lanzó corriendo sobre los dibujos de los monstruos, consiguiendo borrarlos a todos. A todos, menos a uno.
-¡Yo no soy malo!- dijo el último monstruo- Solo estaba asustando a los niños para gastarles una broma. Por favor, perdóname, no lo haré más, pero no me borres.
La bruja Ágape se acercó a ellos y le dijo al monstruo:
-Estas bromas no se hacen. Las bromas dejan de ser bromas cuando la gente lo pasa mal.
El monstruo miró al suelo, avergonzado.
-Perdón, no lo volveré a hacer…-dijo cuando los niños que le habían pintado se acercaron.
-Y vosotros…-dijo Ágape girándose hacia los niños y poniendo las manos sobre la cintura- ¿No os han enseñado que las cosas de los demás no se cogen sin permiso?
-Perdón señora Ágape… Pero es que los hemos visto en el suelo y pensábamos que no eran de nadie…
La bruja se los quedó mirándo un momento, y finalmente les acarició la cabeza y les dijo que no pasaba nada.
Los niños devolvieron todos los colores a Puera y también le pidieron perdón. Puera les dijo que no importaba, y en un abrir y cerrar de ojos todos se habían puesto a dibujar con los colores mágicos, mientras reían y jugaban contentos.
Y colorín colorado, este cuento, se ha acabado.
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Puera y los colores mágicos.
FantasyCuento infantil. Puera y los colores mágicos de SdeSabiduría està subjecta a una llicència de Reconeixement-SenseObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons