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Una joven hermosa, con una tez de tono neutro estaba sentada en una banca sobre el muelle, ella llevaba un vestido en tonos azules y verdes, su cara no demostraba expresión alguna, pero si la mirabas detalladamente, lograbas sentir que en ese momento ella se sentía en paz.

Sus ojos color grisáceo veían directamente al cielo; intentando descubrirlo,  se fijaba en las estrellas, en su tono brillante, pero principalmente se fijaba en la luna. Desde pequeña ella sentía una conexión con esta, siempre que la veía hablaba con ella, una actitud que para muchos resultaría rara.

Todo estaba en paz en la playa, la joven con cabello castaño disfrutaba de su soledad, sintiendo la brisa nocturna, oyendo el relajante sonido de la marea y fijando su vista en las intrigantes luces que vemos cada noche en el cielo. Eran alrededor de las once de la noche, ella se sentía tan a gusto que no se había percatado del tiempo que ya llevaba ahí.

Sonidos similares a disparos comenzarón a sonar a lo lejos, la joven a la que llamaban Selene no sabía lo que pasaba a unos cuantos metros de ella, cuando los sonidos se intensificarón ella pusó una expresión de intriga, luego de miedo. No podía devolverse, los disparos provenían del único lugar por el cual se podía devolver, y peor aún, se acercaban a donde ella estaba. Miró a su alrededor pero no había nada que ella pudiera hacer para escapar, tenía que pensar en algo rápido. Fijó su vista en el mar, luego en los disparos cercanos, volvió a mirar al mar y se decidió por saltar en este, quizás fuera la única oportunidad que tenía para salvar su vida.

Miró una ultima vez el camino de regreso, tomó aire y saltó al agua congelada de la noche; la marea era fuerte, se alejó de la orilla procurando no hundirse en el agua, esta era profunda, y debían de haber muchos peligros bajo y alrededor de ella. La sal le quemaba los ojos y la temperatura le helaba los huesos, pero aun así seguía alejándose.

Cuando se vió lo bastante lejos de la orilla se detuvo, la noche se había tornado más oscura y ella solo lograba identificar las siluetas de cuatro hombres, y el brillo de las armas con las cuales se disparaban. Uno cayó al suelo, muerto. La joven de apenas 16 años palideció ante aquel suceso. Vió al otro sujeto que se lanzó al agua y se escondió bajo el muelle -Por favor que no venga para acá- pedía ella, la marea seguía golpeándola y la arrastraba hasta la orilla, ella nadaba con todas sus fuerzas aunque el agua era mas poderosa. 

Los hombres seguían disparando al que se había lanzado al agua, el sonido era ensordecedor, no sabía que hacer pero se sumergió para poder alejarse de aquella escena, los disparos se oían con menos intensidad pero aún se oían. 

Cuando no pudó contener más la necesidad de respirar subió la cabeza y respiró hondo, notó que los hombres ya no disparaban, pero aún seguían ahí, hablaban entre ellos pero ella no podía oír. Se preguntó que habría pasado con el joven que se lanzó al agua, lo buscó con la mirada pero no lo encontró. Le ardían los ojos, los tenía rojos y llorosos pero no le iban a dejar de doler hasta que se limpiara la sal de estos, su cuerpo estaba congelado por el agua y eso no le permitía moverse de la forma que ella esperaría.

Miró de nuevo a los hombres en el muelle y notó que la miraban fijamente, le apuntarón con el arma, no sabía que hacer, tomó un respiro profundo y miró por ultima vez a la luna. Sonó el disparo, la bala se dirigía directamente a ella pero algo ocurrió, la bala no impactó en su destino, sino que simplemente chocó con el agua. Los hombres se mirarón confundidos, ¿era producto de su imaginación ver a alguien ahí? ¿Por qué el cuerpo de quien estuviera ahí no salió a flote? Dispararón unas cuantas veces más al mismo lugar y se quedarón unos minutos observando el agua, no vieron nada más y se escabullerón entre las sombras sin que nadie los viera.

Mientras, la joven Selene era arrastrada hacia las profundidades del mar, no oía nada, no veía nada, el aire que había tomado antes de que la tomaran de los tobillos se agotaba rápidamente, sus músculos estaban congelados y eso le reducía las posibilidades de liberarse. Quizás ese era el día predestinado para su muerte, relajó su cuerpo y se dejó llevar. ¿Qué mas podría hacer?

Entonces, tuvó unos segundos para pensar en las personas que la habían criado, en quienes la habían acompañado en sus 16 años de vida, en quienes le ofrecieron sonrisas, en quienes le sacaron sonrisas, pero también llantos, en sus experiencias, en la razón por la cual estaba de viaje en ese lugar, en como hacia unos minutos ella estaba relajada, observando una de sus vistas favoritas, oyendo uno de los sonidos más relajantes que se podrían oír, y como de repente su paz se agotó. De esta forma, se dejó llevar.

La verdad detrás de los ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora