Primera impresión.

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Estaba sentada en el primer asiento. Había llegado primera, tal vez por el nerviosismo, por ahí porque me sentía ansiosa. Sinceramente, nunca había estado en una actividad fuera de la escuela y si bien era simple, algo no muy alocado, que iba bien conmigo; sabía que allí habría personas que no conocía y  siempre tuve problemas para adaptarme a los demás.

Así te conocí. Mientras me sentaba en ese incómodo escritorio y mordía la punta de mi lápiz negro. Me sobresalté cuando escuché la puerta corrediza moverse. Tú estabas allí con una sonrisa enorme. Venías hablando con alguien, animadamente, brillando con buenas vibras. 

No puedo decir que me interesaras desde ese momento, pero si me llamaste la atención. Habrá sido porque tenías una energía terrible y una buena onda innegable. Me pareció, ya desde un primer momento, que eras muy diferente a mi. 

No me saludaste hasta que tu acompañante lo hizo y aún así lo hiciste inseguro, pero te sonreí, porque recordé lo emocionado que habías estado cuando pasaste por la puerta y me pareció que tu energía positiva era definitivamente muy contagiosa. 

Comenzaron a llegar los demás. Yo siempre me había caracterizado por mi timidez y en ese tiempo comenzar una conversación para mí era un gran y costoso trabajo. Así que ese día me quedé allí y los observé interactuar. 

No te miré ni una sola vez, tenía mucha vergüenza. Pero escuché tus comentarios divertidos y tus risas, observé claramente la forma en la que todos se divertían contigo y como de cómodos se encontraban a tu alrededor. Te admiré por eso, yo no tenía esa increíble habilidad.

En ese momento no me gustabas, tan solo eras alguien que había atraído mi atención minimamente. Ojalá hubiera sabido que me interesarías más con el tiempo.

Ahora me lo pregunto. 

¿Qué hubiera hecho si hubiera sabido? ¿Qué habrías hecho tú?


Diario de un amor no correspondido: Las palabras que nunca dije.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora