Capitulo 1

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Los pezones de _________ estaban duros, pero tenía una expresión impasible mientras observaba los ojos verde mar del hombre que se hallaba a menos de un metro. Era alto y de aspecto peligroso. Un hombre al que había admirado por sus reflejos felinos y su mente fría. Por su cuerpo duro, trabajado hasta las especificaciones físicas de un atleta olímpico. Pero Harry Styles no era ningún atleta. Era un ex agente de la CIA con el que a menudo trabajaba en proyectos especiales. Y en ese momento se encontraba allí porque necesitaba desesperadamente su ayuda.

—No te conozco lo suficiente como para hacer el amor contigo —dijo, humedeciéndose los labios resecos.

—Lo siento, se ha convertido en parte del trabajo —respondió Harry Styles, evaluando su cuerpo con la penetrante mirada verde.

La relación de trabajo que mantenían no había impedido que tuviera fantasías. Fantasías salvajes y eróticas. Pero jamás se había atrevido a imaginar que las compartiría con alguien... y menos con él.

—Aguarda un momento —alzó el mentón—. Yo soy la jefa de seguridad de Boyer. Yo te llamé para esta misión. Eso significa que soy quien da las órdenes.

Él se encogió de hombros.

—Si quieres que participe contigo en esta misión, primero te irás a la cama conmigo.

La afirmación representaba un desafío, y ella jamás había retrocedido ante uno. Se hallaba ante ella, sereno y autosuficiente. En ese momento se enfrentaban más como oponentes que como aliados.

«No», se corrigió. No eran oponentes. Seguían estando en el mismo lado. Pero las apuestas habían dado un cambio radical.

Alzó los ojos. ¿Acaso había un destello de emoción bajo la fachada tranquila? ¿Algo que él no quería que viera?

Pensó en la causa de que se encontrara en esa lujosa suite con él: una joven de diecisiete años estaba metida en serios problemas, y ella, _________, era la responsable.

Como si Harry le leyera la mente, comentó:

—Te dije que dejaras de culparte. La hija de Boyer planificó su fuga con minuciosidad. Te puso un potente somnífero en el refresco. Ya había comprado un billete de autobús para Nueva York. Tenía la maleta escondida en el garaje.

Desde mi punto de vista, da la impresión de que alguien la ayudó. Alguien del personal de Boyer.

—Nadie haría eso.

—Creo que te equivocas.

_________ respiró hondo. Si había alguien tan poco recomendable trabajando allí, debía averiguar quién era. Pero no en ese momento. En ese instante la prioridad era Caroline Boyer.

—Lo que importa —manifestó en voz alta— es que Stan Boyer me confió la seguridad de su hija y ella se me escabulló cuando se suponía que yo estaba de guardia —«mi primer error en siete años», pensó.

Trabajaba en el departamento de seguridad de Industrias Boyer desde el verano de su último año en la universidad, cuando su padre le había pedido que lo ayudara a capturar a un ejecutivo de alto nivel que vendía documentos cruciales a la competencia. Lo había sorprendido fotografiando un análisis de costes y lo había escoltado a punta de pistola hasta el despacho de su padre.

A partir de ese instante, el curso de su carrera había quedado establecido. Había tomado cursos de investigación criminal, defensa personal y operaciones encubiertas. Y había ascendido con rapidez en el departamento de seguridad. En ese momento lo dirigía. Pero para esa misión necesitaba la ayuda de Harry Styles.

Harry ya había hecho lo que ella no había podido. A través de su red de informadores pagados, y solicitando todos los favores que le debían, había averiguado dónde estaba Caroline. En Isla Orquídea en el Caribe, cautiva de Jack Duarte, un hombre que desde hacía años odiaba a Stan Boyer. En cuanto la joven pisó Manhattan, los hombres de Duarte cayeron sobre ella y la trasladaron a la isla.

Llevaba allí cinco días, en los que solo Dios sabía qué habría podido pasarle. Al pensarlo, _________ experimentó un escalofrío involuntario.

Alzó la barbilla y miró a Harry directamente a los ojos. Cuando él descubrió dónde se hallaba Caroline, le había soltado que la operación de rescate era demasiado arriesgada para que la realizara ella sola.

—Muy bien, sé que invadir Isla Orquídea es peligroso. Sé que tenemos que trazar un plan detallado. Pero ¿por qué hemos de... de... de recorrer todo el camino? —preguntó con una oleada de pánico, pensando que parecía una adolescente a la que pegaran contra el asiento posterior de un coche en algún camino a oscuras. Sin embargo, no pudo evitar añadir—: Quiero decir, cuando lleguemos allí, nadie sabrá qué hacéis tú o tu amiga en la intimidad de la habitación.

Los labios bien formados de él esbozaron una sonrisa sarcástica.

—Me temo que no puedes contar con eso. Si de algo es fanático Duarte, es de la seguridad. Así que lo más probable es que haya una cámara y un equipo de grabación en nuestra habitación, como en todas partes.

—Pero grabar a los invitados en sus habitaciones privadas es... ilegal... e inmoral.

—Exacto. La descripción perfecta de Isla Orquídea. Si le añades «traicionera», «peligrosa» e «insidiosa», tendrás todo el cuadro. En cuanto pisas un lugar así, abandonas toda semblanza de intimidad... y seguridad.

Reconoció que él sabía de qué hablaba. Después de abandonar la CÍA, había establecido su propia empresa de seguridad. Tenía acceso a toda clase de información secreta sobre la isla que Duarte gobernaba como un tirano medieval.

Harry volvió a hablar

—Los hombres que van a Isla Orquídea como invitados de Duarte lo hacen por dos motivos. Quieren realizar negocios con él. O quieren relajarse en un entorno donde no existe ninguna prohibición. Cuando llevan a sus mujeres, les gusta exhibirlas ante el resto de los chicos. Las visten con sedas escuetas y joyas caras para asistir a los cócteles. En definitiva, las exhiben como trofeos caros. Y nosotros debemos encajar en el patrón que espera Duarte. Si averigua que nos hemos presentado allí para rescatar a Caroline, nos hará matar con la misma facilidad que si aplastan a un insecto.


Compañeros de TrabajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora