Lo malo de tener un hermano mayor: Tatuaje

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 "Los hermanos mayores, simplemente por ser mayores, creen que saben todo y tienen derecho de mandar a los más pequeños... Y los pequeños solo tenemos una solución, si no queremos que nos vaya mal... ¡Hacerles caso!"


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En el Santuario de Athena, la Diosa de la guerra y la Sabiduría, que de sabiduría no tenía nada, pero buenos gustos sí -nada más miren a sus Santos Dorados-. Que estaba protegida por los zapatos de la palomita; Nike. Que a cada rato la secuestraban -a la Oh Diosa- y a sus Santos les partían la madre, saliendo curiosamente ganadores en cada Guerra Santa. Había llegado la maldad encarnada en uno de sus servidores más leales.

Que digo leal, era el más cercano a ella. El que se dejó matar por tarugo -por no decir otra cosa-, que había durado muerto trece largos años y, obviamente, era virgen -según cuenta la leyenda-; Aioros de Sagitario.

El gran Arquero de la novena casa estaba poseído por la furia desmedida. Su mirada cerúlea no dejaba de observar a su presa que vestía un simple pantalón y traía una camisa en su mano -obviamente enseñando sus pectorales- que corría escaleras abajo, tratando de llegar a Escorpión. Corría, lo que se dice "corría" no, pues no, más bien saltaba de dos en dos los escalones tratando de no partirse el hocico en su alocada huida.

Aioros tenso más la flecha que tenía en su arco y encendió su cosmos, desplegando las alas de la hermosa Sagitario, dándole un aura de poder difícil de ignorar.

Entreabrió los labios y soltó una exhalación, la flecha estaba a punto de dar en su objetivo: El trasero bien formado de Aioria, que con el miedo y terror nada más echaba el culito para adelante, como si fuese un animal tras él y le tirase un zarpazo a sus bien tonificadas posaderas.

Un poquito más y Aioria estaría luciendo una hermosa flecha dorada ensartada en su glúteo izquierdo -o en otro lado, donde no se asoma ni el sol-, a no ser que cierta Cabra movió bruscamente al arquero e hizo que fallara su puntería. El minino echo a correr más rápido, salvaguardándose en la octava casa, donde le esperaba un joven Milo, muriéndose de risa por su alocada carrera.

—¡AAAAIIIIOOOORIIIIAAAA! —el grito del castaño mayor retumbo en todo el bello Santuario, asustando a más de uno y dejando sordo a una cabrita lechera.

—¡Agárrenlo que me mata! —Aioria se refugió tras Shaka, que tenía sus ojitos abiertos de par en par al ver al mayor de los hermanos de fuego actuar como un loco desquiciado. Había visto muchas cosas a lo largo de su corta vida, pero eso era de otro planeta.

Aioros estaba atado con una camisa de fuerza y varias cadenas que Saga, Mu y Aldebarán sostenían con fuerza.

—¡Suéltenme! ¡Suéltenme! —demando el castaño, agitándose violentamente —¡Suéltenme que lo mato! —miro fieramente a su hermano, que no atino a más que temblar como gelatina.

—Se ha vuelto loco. —balbuceo el Leo —Esta más loco que Saga, sin ofender. —se apresuró a decir al ver al geminiano fulminarlo con esos ojazos tan bonitos.

—Aioros. —Shion se puso de pie de su trono. Todos los dorados se encontraban en la casa de Patriarca. Algunos por chismosos y otros se ofrecieron a ser custodios en caso de que Aioros se soltara e intentara matara al Leo —Aioros —el castaño no le hizo caso —Aioros… —seguía con los ojos fijos en Aioria, deseando retorcerle el pescuezo como a un vil pollo —¡Aioros de Sagitario! —encendió sus cosmos, el castaño seguía sin atenderle —¡Aioros La Potra de Sagitario! —siguió sin responderle.

—¡Potra! ¡Responde que Shion te habla! —grito Saga, dándole un ligero tirón a la cadena.

—¡¿Que quiere?! —ahora sí, el de ojos azules miro con rudeza al patriarca.

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