Omne ignotum pro magnifico

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Violentamente empuja a una pareja, abriéndose paso por las calles mosqueto, esquina merced, doblando tan rápido por aquella intersección que casi resbala por sus zapatos oxford que hacían juego con su pantalón de tela azul marino y su camisa blanca, la cual estaba ya sudada de tanto correr. La noche ya no permitía ver con claridad todas las imperfecciones que tenía la calzada, por esa razón tropezaba constantemente, trataba de no mirar atras, sabía que lo seguían y que debía escapar pronto.

Una vez llegando a esquina, Santa Lucia. Trato de pensar, lo más rápido posible cuál sería la forma más efectiva, de perderle el rastro a su persecutor. Sin tomarse demasiado tiempo en meditarlo decidió cruzar, tal vez por la inercia, de ver el semáforo en verde en frente suyo que le daba el paso y su instinto fue, seguir aquella luz. Llegando a la pileta que estaba en medio de aquella intersección de Santa Lucia, la cual estaba pésimamente iluminada fue el culpable de que no viera aquella baldosa rota y provoco que se fuera directamente al piso, golpeando violentamente su cabeza con el canto de aquella pileta, esto le provoco una pérdida de conciencia que lo llevo a nublar su mente, y distorsionar su visión.

Pero allí estaba, justo detrás de él, lo podía ver a tan solo unos metros tras el semáforo que ya estaba en rojo, o al menos eso era lo que él pensaba, no sabía si era luz roja o la sangre que comenzaba a brotar de su frente y tintaba su visión. Su persecutor ya no corría, se detuvo en el semáforo, sus pensamientos y su mente quería correr pero su cuerpo no respondía, dio un lento pestañeo y al volver abrir sus ojos él, ya estaba cruzando la calle, otro lento pestañeo y él ya estaba junto a él, un último pestañeo y él pensó que sería el último.

Pero como si su cuerpo fuera poseído por un espíritu, es incorporado. Su atacante de 1.90 aproximado, fornido lo levanta del piso y como si se tratara de un gran muñeco de trapo. Es sacudido, su cuerpo no reacciona, quisiera gritar clemencia, pero no salen palabras de su boca y no logra escuchar lo que su atacante le grita. Y cuando sus ojos se vuelven a cerrar lentamente su cuerpo es sumergido en la pileta, no puede, respirar, se está ahogando, lo están ahogando. Su pulmones rápidamente comienzan a colapsar y su cuerpo, su mente y todo su ser quieren aferrarse a la vida, y estos sentidos comienzan a luchar, al fin ha recuperado levemente el control de sus cuerpo y en el momento que trata de escapar, es incorporado nuevamente por su atacante y este lo mira de frente mientras lo sujeta por el cuello.

- Despierta, no te gusta hacerte el listo, vamos responde donde está la copia

- No sé de lo que estás hablando - le responde mientras trata de recobrar el aliento y botar el agua de los pulmones tosiendo violentamente

- Vamos no te hagas el desentendido, ambos sabemos de lo que estamos hablando, dime donde está la copia, no hagas de todo esto algo más difícil.

- Que cambiara de lo que está pasando ahora, me mataras de todas formas

- Obviamente cambiaran muchas cosas, si me lo entregas solo morirás tú, pero si no lo entregas tendré que seguir matando a todos los que te rodean hasta encontrarlo, ahora dime ¿Dónde está la copia? - y violentamente lo vuelve a introducir a aquella pileta y comienza a aprisionar fuertemente su cuello.

Esta tortura continúo por unos en eternos minutos, nadie podía llegar al auxilio en aquella calle que durante el día, están transitada pero aquella hora parecía totalmente desierta.

- Vamos dime ¿Dónde está esa maldita copia?- y al instante en que termina aquellas palabras su celular comienza a sonar y contesta.

- Si dime, lo tengo casi solucionado, no me digas, me parece perfecto - y con unos ojos de satisfacción se dirige a su agónica presa, y le dice

- Escucha, es para ti - y presiona fuertemente su celular en la oreja para que pudiera oír

Este sin entender, sin ya comprender nada, escucha atreves del celular.

Una voz quebrada y unos fuertes sollozos a través de la línea lo vuelven a traer a la vida

- ¿Papá?... papá... por favor ayúdame... ¡No!... ¡papá ayúdame¡

La voz tras del teléfono se quiebra en un grito y un fuerte llanto

El comienza a luchar para soltarse, demasiado tarde su captor suelta el teléfono y lo vuelve a sumergir; en esta ocasión, por última vez.

El misterio de Neptuno y AnfitriteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora