Capítulo 6: Simon.

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Al salir del trabajo empezó a llover, eran como las ocho de la noche y yo estaba empapada.

Al cruzar la calle, no vi bien y casi me atropella un auto, suerte tuve que alguien me jaló hacia la acera. Ahí estaba yo, debajo del hombre que me salvó de estar en un hospital con los huesos rotos.

— ¿Estás bien? —Preguntó.

—S... Si. —Respondí agitada por lo sucedido.

—Que bueno. —Dijo mientras se levantaba y me ayudaba a ponerme en pie. —Soy Simon. —Dijo.

—Layla. —Dije. Lo miré bien, era lindo, muy lindo. Alto con el pelo oscuro y ojos café.

—Lindo nombre. —Susurró.

—Lo mismo digo. —Solté sin pensar. Luego reaccioné. —Mi nombre, digo. Mi nombre me parece lindo. —Él se rió. He quedado oficialmente como una idiota.

—Ya, tu nombre... —Dijo sonriendo.

—Un gusto conocerte, gracias por salvarme. Me tengo que ir. —Dije rápidamente.

—El gusto es mío, quizás nos encontremos nuevamente. —Sonrió, yo hice lo mismo y seguí mi camino.

Al llegar a casa inmediatamente mi celular sonó, era Mia.

—Lo odio. —Dijo en cuanto atendí la llamada.

— ¿A quién odias? —Pregunté.

—Un idiota que contrataron nuevo en la librería. Le gusta hacerme la vida imposible. —Dijo, yo reí. —No es gracioso. —Gruñó.

—Tal vez le gustas. —Dije.

—Él tiene novia. —Dijo.

— ¿Cómo lo sabes?

—Su novia ha venido varias veces, él solo es un idiota, te llamó luego. Tengo que estudiar. Adiós, amiga.

—Hasta luego. —Dije y colgué. Raro.

Una semana después.

Estaba atendiendo una mesa cuando sentí una mirada sobre mí, levanté la cabeza y suerte que antes de hacerlo había puesto la comida de los clientes en su mesa, porque estoy segura de qué se hubieran resbalado los platos de mis manos.

A unas mesas más atrás de donde me encontraba yo, estaba Simon, el hombre que me salvó de ser atropellada la semana pasada. Cuando se dio cuenta de que lo miraba, me sonrió. Yo le devolví la sonrisa, algo nerviosa.

Como pude seguí con mi trabajo, Marian, una mesera nueva, lo atendía.

Habían pasado dos horas y él seguía ahí, mirándome. En más de una ocasión estuve a punto de ir a preguntarle por qué me miraba tanto, pero preferí seguir atendiendo mesas.

Al terminar mi jornada de trabajo, salí por la puerta trasera, rodeé el restaurante y cuando llegué al frente ahí estaba Simon. Apoyado en la puerta del copiloto de un auto que me imagino es suyo.

—Hola. —Saludó primero.

—Hola. —Dije, el sonrió.

— ¿Qué haces aquí? —Pregunté.

— ¿Trabajas los sábados? —Preguntó, ignorando mi pregunta.

—No. —Respondí. Me arreglaron el horario, ahora sólo trabajo de lunes a viernes y Marian trabaja todos los días. — ¿Por qué? —Pregunté.

—Quería invitarte a salir. —Dijo.

¿Invitarme a salir? ¿El primer sábado que tengo libre para pasarlo con mi hijo? No.

—Lo siento, no puedo aceptar. Tengo un hijo que cuidar. —Respondí.

— ¿Eres casada? —Preguntó algo ¿Triste? ¿Decepcionado? ¿Sorprendido? No lo sé.

—No, soy madre soltera. —Respondí, él sonrió.

— ¿Cuántos años tiene tu hijo? —Preguntó.

—Tres. —Respondí.

—Genial, puede venir con nosotros. Vamos al parque y compramos helado. —Dijo sonriendo, mi corazón se aceleró. Eso quiere decir que no le molesta que tenga un hijo.

— ¿Quieres salir conmigo y mi hijo? —Pregunté sorprendida.

—Sí, me gustaría conocerlo y conocerte mejor a ti. —Dijo, sonreí. —Me puedes dar tu número, así te llamo y nos ponemos de acuerdo para reunirnos el sábado. —Propuso.

—Sí, claro. —Dije algo perpleja.

Intercambiamos números, me dijo que podía llevarme a mi casa, pero le dije que mejor me iba sola y nos veíamos luego. Le dije adiós y seguí con mi camino.

¿Dónde Está Mi Papi?©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora