Caen las máscaras

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Akashi conocía al hombre que vio al final del pasillo del hotel donde los mayores inversionistas empresariales se reúnen por negocios. Alto y moreno, como en sus años de secundaria, Aomine Daiki, el primero en evolucionar en talento, la luz brillante de la (mal) llamada Generación de los milagros, en el tiempo donde todas sus vidas y sus intereses rodeaban el básquet, aquel maravilloso deporte que les quitó y les dio tanto. Poderoso aliado, más valioso aun como contrincante, cuando cada uno lideró su propio equipo, creando una digna rivalidad a un nivel que casi nadie podía mantener, muy por encima del jugador promedio, a un nivel que el resto solo podía imaginar.

Fuera de la cancha, la personalidad de Aomine distaba mucho del ideal: Indisciplinado, de gustos burdos y vulgares, falto de interés e incluso de intelecto. De no tener aquel talento nato, no se hubieran conocido, por ser tan diferentes.

Mientras hizo valer su talento, Aomine se convirtió en alguien muy importante en la adolescencia del pelirrojo, hace diez años.

Fue por aquel recuerdo, de un Aomine Daiki holgazán, con poca madurez mental y mala actitud, que al reconocerlo, olvidó lo que estaba a punto de hacer.

No es solo el traje que vestía, o verlo hablar con fuertes inversores de empresas multinacionales. No le sorprendería del presuntuoso de antaño, tratando de parecer importante. Llamó su atención ver que no fingía: El traje de corte ingles hecho a la medida, de la mejor calidad, no le incomodaba, tampoco hablar con aquellos empresarios millonarios capaces de humillar a su madre por dinero, a los que parecía convencer con facilidad.

La presencia de Akashi no llamó la atención del moreno aun. El pelirrojo pudo estudiarlo un poco más antes de darse a conocer. Todo en Aomine había cambiado: su caminar, sus ademanes, hasta la forma de hablar, y la confianza que derrochaba en cada movimiento, cada frase. Ya no se basaba en su talento deportivo. El estilo empresarial ya era uno con su forma de ser. En efecto, Aomine Daiki había dado un gran salto en la escala social, algo por demás sorprendente, conociéndolo de antes.

-Reconozco un buen emprendedor cuando lo veo, Aomine Daiki- dijo Akashi, esperando una reacción fuerte del moreno, o lo contrario.

-El joven señor Akashi nos honra con su presencia- respondió Aomine, inalterable.

Estaba más que preparado para un encuentro entre los dos, más de lo que podía estar Akashi. Con seguridad, el pelirrojo supuso que esa era su intención desde el principio. Sorprenderlo en su propio juego.

-Las negociaciones fueron bien en esta ocasión- continuó el pelirrojo.

-Como siempre- aclaró el más alto.

Akashi pudo reconocer esa actitud altiva de la adolescencia, ahora enfocada a un ámbito donde le era más que necesaria, y acorde: La soberbia es una virtud en el mundo de los negocios. Si demuestras que no necesitas a nadie para triunfar, todos querrán estar de tu lado. ¿Aomine habría entendido eso? O era solo una fachada bien elaborada. Solo había una forma de saberlo. Le invitó una copa. Aomine no dudó en aceptar. Saltaban a la vista los intereses de ambos por competir, y el pelirrojo no iba a rechazar un buen reto: Si su intención era medirse con Akashi, eso tendría.

Se sentaron cómodos en los sillones de cuero del salón comedor, en una de tres pequeñas mesas de vidrio, con espacio máximo de un par de copas y algún cenicero. Perfecto para esperar a alguien, leer un libro o reuniones casuales de negocios.

Ninguno cedió, ni dejó de mostrar confianza. No importaba de qué hablaran, Aomine no se quedaba atrás: Actualidad, política, ciencias, en especial la bolsa y por supuesto, todo sobre negocios y administración de empresas.

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⏰ Última actualización: Mar 11, 2017 ⏰

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