De pequeña me han enseñado sobre el famoso "hilo rojo", el que muchas veces he visto que se ha cortado y vuelto a la normalidad.
Tenía un grupo de amigos cuando estaba en secundaría, conformado por un chico y tres chicas, no necesitaba más para estar bien, el único hombre de mi circulo era novio hace cinco años de una de mis amigas, Lauren.
Ella se veía inmensamente feliz junto a Chris, incluso la mayoría les envidiaba, Chris era experto en baloncesto, cada vez que anotaba un punto gritaba el nombre de Lauren, ella como era obvio extendía sus brazos al cielo y exclamaba "Ese es mi novio", yo reía cada vez que lo hacían, realmente se veían divertidos.
Las otras dos chicas siempre estaban junto a mi, jugueteando, riendo, llorando. El nombre de la mayor era Helena mientras la otra se llamaba Caroline, la segunda nombrada gustaba de mi y yo de ella pero aquello era algo que no podía influir en nuestra amistad, o yo no me arriesgaba a más.
Debo admitir que como buena alumna de secundaría era un verdadero asco en el ramo de matemáticas, y es por ello que llamé a Chris para que me explicara un poco del tema en el que tanto se manejaba, después de todo era un cerebrito. Como era de esperarse a nadie le parecía extraño el tener a un hombre en mi habitación, nadie temía de nada por mis extraños gustos de chicas, pero ese día cambió un poco el esquema.
Sentados ambos sobre la cama, él junto a mi bastante apegados para que pudiese ser testigo de lo que escribía con lápiz a palo en el papel, le enseñé mi respuesta incomodándome un poco la cercanía que había obtenido en esos segundos, él dijo que estaba bien mi desempeño, lo necesario para ya descansar. Entonces me iba a poner de pie cuando Chris tomó mi brazo jalándome a si mismo, le miré sorprendida creyendo que sólo jugaba, pero de sus labiales salió un "Me gustas".
Aunque no hubiese respondido nada sentí que yo había dañado aquél hilo rojo que le mantenía unido a Lauren, creo que fue la primera vez que sentí que una confesión podía ser tan dolorosa. Me aparté un poco de él y sonreí. - Ha acabado nuestro estudio, maestro. -Contesté lo más normal que se me podía, sólo quería que se retirara y así lo conseguí.
La misma semana Lauren me observaba con odio, o al menos eso creía, cuando pasaba por mi lado siquiera me miraba, es más, su hombro golpeaba de manera violenta contra mi, y cada vez que pasaba junto a Chris golpeaba su pectoral o espalda, temí por un momento el ser víctima de su brusca demostración de enojo, y entonces Caroline me confesó; "Chris le dijo que gustaba de ti y que lucharía por ello."
Pero que estúpido... había roto completamente aquél lazo.
Pasó el tiempo con más rapidez de la que había pedido, estábamos únicamente las chicas en el gimnasio en espera de la profesora de educación física, el que tardara tanto me comenzaba aburrir así que caminé al baño, podría al menos humedecer mi cabello o beber algo de agua.
Cuando estuve dentro escuché la voz de Lauren, ella dijo mi nombre seguido a "Mira lo que hay en éste baño..."
Me acerqué obviamente pensando que quizá al fin me había perdonado de algo que sinceramente no había tenido la menor culpa, entonces fue cuando sentí un empujón violento al cubículo, me volteé tan rápido como pude teniendo el temor de ser golpeada, pero todo lo que tuve fue los labios de Lauren contra los míos, una de sus manos estaba posada a la altura de mi cabeza en la pared arrinconándome completamente con su voluptuosa anatomía. La mano libre de la chica recorrió mi mejilla bajando por mi cuello hasta llegar a uno de mis pechos el cual estrujó sin compasión logrando escapar de mis cerezos un gemido, ella sonrió de costado bajando ahora su mano hasta uno de mis muslos, cambiando de dirección, entrometiéndose en mi falda, en mi ropa interior, en mi intimidad. Mis manos atinaron a aferrarse a la espalda de la fémina cuando su dedo medio estuvo dentro de mi, tan rápido como es relatado, ni más ni menos me tenía en cuestión de segundos jadeando, gimiendo apoyada completamente en la pared. ¿Quería avergonzarme, burlarse de mi? Seguramente sería su venganza, pero que exquisita venganza... Una de mis amigas y enemigas estaba ahora tomando posesión de mi cuerpo como si fuese natural, devorando mi cuello, besando de vez en cuando mis labios. Cuando tuvo suficiente diversión y mi cuerpo estaba teniendo espasmos miró mis pupilas, creándose en sus carnosidades carmesí una sonrisa de costado.- Eres mía, no perdonaré a Chris de que me haya ganado en cuando a declararme. -Fue lo último que escuché luego del abrir de la puerta, el agua correr y la soledad completa en aquél baño, quedando completamente en shock.
Los días que vinieron ella robaba besos de mis labios sin ningún temor a ser vista, incluso cuando estábamos en formación Lauren optaba por colocarse en mi espalda para posar sus manos en mis pechos, acto que no duraba más de dos segundos al yo alejarme, Caroline me observaba desde lejos, podía notar en sus orbes algo de celos, tristeza también, ¿cómo todo se había derrumbado en tan poco?
Era un martes, estaba en taller de música observando como el agua caía por la ventana, pensando en que sería jodidamente difícil el volver a casa con esa lluvia. Me distraje al sonar de la puerta de madera.- El profesor no vendrá -Reconocí esa voz, Lauren. Cogí mi bolso entonces agradeciendo lo pronto que podría retirarme, después de todo sólo yo y el encargado quedábamos en el establecimiento, y claro, mi "amiga". - Gracias. - Creé una venia ante la muchacha como despedida pero nuevamente fui aventada, ésta vez contra una de las mesas, mis parpados se abrieron más de lo normal, como odiaba el que me trataran así, sin embargo antes de exclamar o dar a conocer mi molestia la chica estaba sobre mi, levantando mi playera hasta dejar ver mi brazier, me resistí al jueguito removiéndome de donde estaba pero bien sabíamos que Lauren tenía mayor fuerza que yo. Cogió mis muñecas acomodando mis brazos a los lados de mi cuerpo y con sus dientes sujetó mi falda para levantarla, mis piernas lucharon fervientes por evitar que hiciese algo pero ahora sus brazos estaban recargados en mis muslos; estaba indefensa, malditamente entregada a la chica. - ¡BASTA! - Exclamé pero ella hizo todo lo contrario, su lengua ahora recorría por sobre la delgada tela de mi prenda interior, delineando mi entrepierna con el ápice de aquél húmedo músculo, dí un jadeo, mi pecho nuevamente se agitaba y mis mejillas habían tomado un tono rojizo, cerré mis ojos cuando la chica quitó con sus dientes lo único que protegía mi intimidad. Mi espalda se arqueó al notar que Lauren degustaba primero de mi monte de venus, seguido a los labios exteriores, luego interiores, succionando en cosa de segundos aquél pequeño botón que tanto enloquecían a las mujeres; mi clítoris.
A pesar del frío invierno mi cuerpo sudaba, gemía como una lunática, la madera bajo mi cuerpo resonaba a los movimientos bruscos que tenía de tanto placer, estuvo así hasta el sonar de la campana que anunciaba el termino del taller. Se distanció quizá temiendo el ser vista, como impulso me senté acomodando cada prenda en su lugar, por primera vez golpeé a Lauren, una cachetada que se hizo resonar en las cuatro paredes, cogí mi mochila con fuerza y salí corriendo.
Dejé de asistir a la misma escuela, creí que era hora de cambiar de la misma, y así lo hice luego de insistir a mis padres, pasaron tres meses luego de no ver a mi querido grupo de amigos hasta encontrarme en el bus con Helena - Ah, todo normal, Chris y Lauren volvieron, creo que después de todo cada uno tiene el final del hilo rojo, son tal para cual. - Esa fue mi respuesta al consultar el estado de cada uno, no pude hacer más que asentir y susurrar.- Claro, el hilo rojo...
Bajé unos paraderos seguidos al que bajaba Helena, pensando a que se referirían los adultos con el conocido hilo, pensando si había sido correcto el llorar desconsolada por cortar el que pertenecía a Lauren y a Chris. No, no les comprendía, y jamás hasta el día de hoy comprenderé. Lo único que fue destrozado fue una maravillosa amistad, con cada uno de los que ahora me debo ocultar.