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Te sentaste con cansancio en la mañana, recién habías llegado a la oficina. Acomodabas tus cosas mientras tratabas de encender tu monitor, como cada día lo dejabas encendido hasta el día siguiente, siempre que se colgaba insultabas en voz baja y mirabas a ambos lados, queriendo descubrir si alguien te había escuchado. Nunca nadie en la oficina te ha visto sonreír de oreja a oreja, ni mucho menos carcajearte.

Cierto día algo cambió, parecías triste o eso es lo que la mayoría pensaría, pero en realidad era nostalgia. Era el día de traer a tu hijo al trabajo, la que en tu tiempo sería hiperactividad de los niños corriendo de un lado a otro se había convertido en un letárgico "si papá" mientras que seguían presionando la pantalla de sus celulares.

Que diferentes eran tus tiempos, estabas en la brecha entre lo real y la tecnología, habías correteado por todo el patio tratando de atrapar un compañero y gritar "la traes", para luego salir huyendo. Guardabas torpemente en una bolsa de yute las canicas que tu padre te había regalado y otras tantas que ganaste a punta de habilidades a prueba y error. También llevabas un cordón de pabilo en tu bolsillo con una chapa de gaseosa puesta a un extremo, para cuando se presentase la ocasión de hacer girar tu trompo y subiéndolo a tu mano pudieses derribar todos los demás. Recuerdas y suspiras, es triste que los buenos tiempos que disfrutaste no los disfrutará ningún otro niño de la misma manera.

Aunque ya has perdido las esperanzas, volteas al escuchar unas risas, piensas que es a causa de las aplicaciones de juegos en los celulares, pero cuando ves la causa, aunque muy simple y tonta, te admiras. Talvez no todo es tan diferente.

Un par de niños, encontraron unos plumones sueltos en la sala de reuniones y no desperdiciaron el tiempo, al menos teniendo el buen tino de usarlo dentro del marco de la pizarra, empezaron a dibujar y colorear.

Azul, negro, rojo y verde. Los mundos de fantasía solo se componen de esos colores por ahora, así que improvisan. El sol es rojo, el pasto es verde, los troncos de los árboles negros y por supuesto se auto dibujan ellos mismos, representándose con un monigote de palitos de color azul.

Nada más es azul, ni siguiera las demás personas que luego parecen acompañar a los protagonistas, ni el perro o gato que intentan representar. Solo ellos dos resaltan de azul en ese mundo. Y sonríes genuinamente por primera vez.

"Iwa-chan has pareja conmigo"

Resuena como eco en tu memoria.

Han pasado más de 20 años y aún recuerdas su voz chillona de niña. En primaria, en un grado que no recuerdas, la maestra se le ocurrió la grandiosa idea de salir a dibujar al patio. Y aunque para un niño eso fue buena idea durante unos 10 minutos, al salir al sol, la hoja blanca reflejaba sobre sus ojos lo que le hacía casi imposible dibujar.

"Júntense de a dos" – escuchaste decir a la profesora – "La tarea de hoy es dibujar a sus parejas, tienen hasta medio día"

Miraste a ambos lados, todos los es más empezaban a unirse, llamándose y buscándose para identificar a sus parejas. Un niño se acercó a ti, estabas seguro que iba a preguntarte si podías ser su compañero, pero la voz chillona de Oikawa se escuchó por sobre el ruido.

No tuviste el tiempo ni para responder, fuiste abordado por la efusividad de tu amigo y al momento de voltear el otro chico ya se había retirado.

Te alzaste de hombros, siempre hacías grupo con Oikawa, aunque a veces, este último era arrastrado por alguna niña y terminabas sin compañero, pero no te fastidiaba estar junto a él.

Te seguía fastidiando el sol así que fueron a buscar sombra. Se sentaron frente a frente y comenzaron a garabatear encima de sus cuadernos de dibujo.

Drabbles Iwaizumi x OikawaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora