-Capitulo 2-

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Ash permaneció un buen rato en el umbral contemplando la habitación que acababa de alquilar.
Las cortinas azules hacían juego con la colcha, y el papel de la pared, las flores y la cama de bronce, hacían lucir la habitación todavía mejor, incluso se quedo admirando la alfombra rosa pálido . . . se inclinó lentamente y la tocó.

Sabía que la mujer que lo había recibido se había quedado intranquila, y se preguntó que pensaría si lo viera inclinado sobre el suelo acariciando la alfombra.

Después se dirigió hacia la ventana, y apoyado en el alféizar contempló el panorama nocturno. Aquella vez era la primera en tres años que se asomaba a una ventana sin rejas.

El jardín trasero acababa en dunas, y más allá se extendía el océano azul. Aquella vista no tenía nada qué ver con el patio de recreo que se veía desde su celda. La playa vacía resultaba tan atrayente.

Con una extraña sensación en su estómago, se dio cuenta de que era libre de salir sin pedir permiso a nadie y sin la escolta de un guardia. Al hacerlo se detuvo un momento tocando el picaporte de porcelana, tan diferente del frío acero de su celda.

Al llegar al final de la escalera, volvió a encontrarse con la mujer.

-¿Va a dar un paseo?-preguntó ella.

Ash asintió, contemplandola. Aunque no era alta, tenía una manera majestuosa al andar, con la cabeza erguida. Se advertía un origen adinerado por los cuatro costados, hasta la nariz, que tenía un no sé qué aristocratico.

A pesar de ello tenía que reconocer que era muy linda; le gustaba su piel clara y delicada y sus cabellos rubios, que llevaba recogidos en un moño. Tenia los ojos muy azules. Hacía un tiempo que Ash no estaba tan cerca de una mujer, que se sentía tan extraño.

-Que la pase bien- dijo Serena apresuradamente.

Y siguio andando, bastante molesta por el obstinado silencio del hombre. Al fin y al cabo, ella sólo había intentado ser un poco amable.

Hasta que llegó a la universidad, Serena no había aprendido a ser abierta con los desconocidos. Toda su vida, Gram la había enseñado a hablar con un lenguaje distinguido y a mantener siempre las distancias, adoptando una actitud de fría dignidad.

De hecho, asi eran todas las niñas del colegio privado al que ella asistía, y por eso se quedó un tanto asombrada cuando en la universidad toda la gente empezó a llamarla esnob. Sintiéndose herida por ello, hizo un sincero esfuerzo para ser como todo el mundo.

Se dedicó a observar a sus compañeras más alegres y amantes de la diversión y se dedico en cuerpo y alma a la tarea de imatarlas, aunque sin demasiado éxito. Por mucho que se esforzaba, no podía vencer a su reserva natural. Se consolaba pensando que por lo menos nunca caía en una mala educación. En los ocho meses que llevaba con la pensión, ningun cliente había sido tan desagradable con ella como ése tal Ash Ketchum.

Serena se dirigió a la cocina queriendo olvidar su irritación, pero allí esperaba otra sorpresa desagradable: el agua volvía a salirse.

Era desesperante ver que ocurriera otra vez cuando el fontanero había estado dos veces la semana anterior y ella no podía permitirse el gasto de llamarlo otra vez. Resultaba triste, pero la pensión apenas la daba para mantener la casa. Durante la temporada de verano, no había tenido problema con los huéspedes, pero ahora habían transcurrido los meses y los clientes eran cada vez menos. El otoño era la peor época.

Naturalmente, un Gabena no podia morirse de hambre, pero lo malo era que Serena no tenía dinero propio. Sus padres habían vivido al día sin dejarle nada en su muerte, y en cuanto a su abuela, que durante mucho tiempo le había pagado sus cuentas haciendo uso de su considerable fortuna, mas de una vez le dijo claramente qué desaprobaba su estilo de vida y que por lo tanto no pensaba mantenerla. En particular, por nada del mundo habría invertido ningún centavo en la pensión, que para ella era una locura.

Asi que Serena se había lanzado a la gran aventura de la pensión con una buena dosis de decisión y orgullo,como toda una Gabena hecha y derecha, aunque en el fondo también subyacía la necesidad de vivir en el lugar donde más segura se había encontrado siempre. En aquel momento, sin embargo, se preguntaba cuanto tiempo mas iba a poder mantener de pie su pequeño negocio.

Serena dejo que el agua siguiera saliéndose, se puso una chaqueta y cruzo el amplio jardín delantero, dejando que el monótono ruido de las olas surtiera su acostumbrado efecto calmante.

Pero la calma estaba destinada a durar poco, porque en el buzón la esperaban tres nuevas desgracias, o mejor dicho,tres facturas. Con un sentimiento de fatalidad abrió el primer sobre; la cuenta de la luz, y sus animos se hundieron hasta el fondo.

Simplemente con aquella deuda ya se quedaba sin un céntimo para pagar al fontanero y al jardinero. Desanimada y muerta de frío, se apresuró a volver a la casa. No hacia mas que preguntarse si habría alguna manera para sobrevivir hasta que llegara de nuevo la temporada turística.

Para Serena meterse en un trabajo de media jornada era imposible, pues resultaba indispensable su presencia allí las veinticuatro horas del día.

Además, que podría hacer ella en el cabo si lo único que había estudiado con seriedad habían sido buenos modales, piano, pintura y algo de ballet.

Tal vez ... Piano... Se detuvo en lo alto de la escalera del porche y se quedó mirando el piano que se veía a través de la ventana del salón asaltada por una idea. ¿Cómo no se le había ocurrido antes? Podía dar tanto lecciones de piano y también de pintura.

—Hola Serena.

Serena conocía bien esa voz.

—Hola—Dijo algo asustada.

Esta historia continuará...

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⏰ Última actualización: Mar 29, 2018 ⏰

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