4. Explicaciones

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Hermione lo miró fijamente después de haber pronunciado esas palabras, rogando en silencio que él no le lanzara ningún insulto y la mandara a volar. No lo creía, después de todo, él mismo había asegurado que la necesitaba allí...

-Sí, creo que se la debo- aseguró Snape.

Hermione, a pesar de que tenía la esperanza de que él le contara la verdad, no había esperado que aquella frase saliese de la boca de aquel hombre. Mucho menos que accediera tan rápidamente. Guardó silencio esperando que él comenzara a narrar el acontecimiento.

-Todo comenzó así...

...

La lectura de aquel libro le estaba resultando una tarea demasiado complicada aquella vez. No es que no comprendiera las palabras. El problema radicaba en que había un molesto chillido, semejante al llanto de un niño, que le impedía concentrarse como correspondía. Leyó las primeras dos oraciones del quinto párrafo, que ya sabía prácticamente de memoria, por decimoquinta vez en esos diez minutos e intentó enfocarse completamente en ellas. Pero su mente se negaba a cooperar, haciendo que las palabras carecieran de significado. Sus oídos sólo escuchaban aquel fastidioso sonido.

Molesto, cerró el libro de un sonoro golpe, lo dejó sobre la mesilla que tenía al lado de su sillón favorito en la sala y se levantó para buscar el origen de aquel infernal ruido. Estaba empedernido en hacerlo callar para que así reinase el silencio nuevamente. Era obvio que provenía de la calle, fuera de su casa, así que abrió la puerta y salió a la vereda. Miró a ambos lados, buscando, hasta que vio un pequeño bulto azul en el suelo, frente a la puerta de la casa de al lado. Se acercó y vio a un pequeño chillón llorando a más no poder, moviendo sus bracitos e un intento desesperado de que alguien lo alzara.

No lo hizo pensando, fue de un modo casi instintivo en el que tomó al niño entre sus manos y lo contempló fijamente. El bebé, al sentir las cálidas manos del hombre sosteniéndolo, antítesis del frío suelo, dejó de llorar inmediatamente. Su pequeño rostro aún estaba contraído en una mueca de sufrimiento pero las pequeñas lagrimitas habían dejado de salir de sus ojitos claros.

Snape no perdió detalle de él. La ropa que usaba estaba desgastada, casi rotosa y con varios remiendos. ¿Quién, en su sano juicio, tendría a un niño en esas condiciones? La cara estaba sucia y sus ojos eran de un escalofriante celeste. Demasiados inocentes para una persona tan oscura y dañada como él.

Apartó la vista del bebé y miró a su alrededor. Ni una sola alma caminaba por aquellos lados. El barrio no tenía muy buena reputación y eso alejaba a todos los transeúntes curiosos que no hacía más que molestar. Esa misma razón le hacía pensar que era aun más extraño que alguien haya dejado al pequeño en aquel sitio, justo frente a una casa deshabitada. Anduvo unos cuantos metros, hasta que llegó a la casa de una de sus vecinas más próximas. Tocó la puerta y esperó. Una vieja anciana que parecía tener tantos años como Dumbledore lo atendió. La clara diferencia entre esos dos era que, aparte de ser de sexos opuestos, era que Albus Dumbledore estaba mejor cuidado. La anciana allí presente tenía el pelo blanquecino despeinado, semejante a un nido de pájaros, le faltaban algunos dientes y estaba algo jorobada. Además, su cabeza erguida y su mirada orgullosa le daban un aire de superioridad que correspondía más al de una reina que al de la vieja decrépita que en realidad era. Lo miró con una clara mueca de desconfianza y desprecio.

-¿Qué quiere?- inquirió la mujer de mala manera.

-Lamento molestarla, pero quiero saber si usted reconoce a este bebé- le dijo usando palabras cordiales pero con un tono tan frío y una mirada tan oscura que habrían atemorizado a cualquiera.

-¿y usted cree que con los años que tengo estoy para andar pariendo?- preguntó antes de cerrarle la puerta en la cara.

Severus hizo una mueca de desprecio ante la vulgaridad y mala educación de la anciana.

-No, la verdad que no- musitó por lo bajo.

Fue a ver a otros de sus vecinos, ocupantes de las casas venideras, pero todos lo trataban con la misma irrespetuosidad, algunos ni siquiera le abrían la puerta y le hablaban desde detrás de ellas; otros, apenas lo veía, le cerraban la puerta en la cara. Por primera vez en su vida, detestó aquel sitio. Siempre estuvo contento, por así decirlo, con el lugar donde vivía pero ahora se daba cuenta que estaba rodeado de personas con peor carácter que él.

-¡Malditos muggles!- exclamó con enojo- Insufribles e irrespetuosos- mascullaba mientras volvía con el pequeño en sus manos.

...

-Y así es como lo encontré- respondió sin mirarla.

Algo dentro de él le había impedido abandonar a su suerte, en la fría calle, al bebé. Y eso probaba que no era un hombre insensible y descorazonado como todos creían. Claro que esto último se lo guardó para sí. No se lo pensaba contar a Granger. Ya demasiado había tenido con haberle dicho todo lo demás.

Hermione se quedó en silencio después de haber terminado de escuchar la historia. En su pecho tenía una calidez enorme, no sólo ocasionada porque tener la cabecita del pequeño apoyada allí. Su profesor no era un hombre despiadado y cruel. Ella siempre lo había sabido pero ahora sólo confirmaba sus sospechas.

Lanzó un lento suspiro mientras pensaba en las palabras que usaría para darle la noticia a su ex profesor.

-Me temo que tendrá que quedarse con él este fin de semana- le dijo finalmente.

No había otra forma más que serle sincera.

-¡¿Qué?! ¡No! ¡Claro que no! No podré contactar al Ministerio de magia para pedir ayuda ya que mañana es domingo pero creo haber oído que en el mundo muggle hay un servicio del estado que hace algo en estos caso... ¡Recurriremos a ellos!

Hermione aspiró profundamente, armándose de calma.

-Sí, lo hay, pero allí también es domingo. Y ahora ya es tarde como para llamarlos. Podríamos ir a la policía pero...

-¡Eso!- interrumpió Snape-¡Llameros a la policía!

-... Pero no lo haremos- completó Hermione.

Snape la miró con una expresión de incredulidad plasmada en su rostro.

-¿Y me puede decir por qué rayos no?- inquirió con rabia.

-Porque no es su área. Ellos tampoco tienen los conocimientos ni elementos necesarios como para hacerse cargo de un pequeño. Lo único que queda es esperar hasta el lunes por la mañana para llamar a Servicios Sociales y así contarle lo sucedido.

La simple idea de permanecer con el enano una hora más con aquella criatura lo aterraba.

-¿Y a caso cree que yo voy a permitir que ese insufrible enano llorón se quede en mi casa?

-No sólo eso- le aseguró Hermione con una leve y temblorosa sonrisa en los labios; gesto que le daba a entender que estaba haciendo un gran esfuerzo al pronunciar esas palabras-Yo también me quedaré. Usted pidió mi ayuda... y... me quedaré- repitió.

Había querido decir aquellas últimas dos palabras con rotundidad, dejando poco lugar a la duda, pero habían salido temblorosas de su boca. Pero es que aquel hombre, desde que estaba en el colegio, le hacía sentir tantas cosas... muchas de las cuales ni siquiera estaba dispuesta a confesarse a sí misma. Ya estaba hecho, ahora sólo quedaba esperar una respuesta.


Sentir causa demasiado dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora