No había nada más que una brisa cálida en aquella mañana.
Aquella mujer, de piel pálida con el cabello negro como el café, yacía sentada en el borde de la pasarela de aquel muelle. No era mucho lo que se podría decir de aquella escena, lo único notable era los cigarrillos que estaba encendiendo.
El humo llenaba todo aquel solitario muelle, lo único en la cabeza de esa mujer eran ideas vagas de la vida, quizás más que ideas eran recuerdos.
La profundidad existencial de aquel momento para esa mujer sería algo que quizás hace siempre cuando está sola.
Colillas de cigarrillo caían al agua, hacían un ligero sonido que a nadie le importaba escuchar, podían verse algunos peces nadando alrededor de donde caían, aquella mujer que quizás rondaba los veinte o veintidós observaba la escena sin inmutarse siquiera.
A la lejanía podía escucharse el sonido de las gaviotas, un sonido particular que no incomodaba pero tampoco agradaba, daba la sensación de que no era algo importante en ese momento.
Aquella mujer no hacía más que ver al horizonte y fumar, con un gesto que no se inmutaría ni aunque su vida dependiera de eso.
Sus labios carnosos y de una ligera tonalidad rosada exhalaban el humo de una manera muy sutil, en la calle o en un establecimiento donde ser permitiera fumar esa manera de hacerlo sería considerada elegante, lo hacía con tanta gracia que era una especie de reflejo para ella.
Al lado de ella cargaba un pequeño bolso de color marrón, no era algo muy extravagante a la vista, podía verse muchas señas de desgaste y uno de los cierres parecía estar roto, en la parte superior derecha tenía un parche de color negro que denotaba enormemente.
El cigarro que posaba en sus blancas manos rápidamente se consumió, aquella mujer apenas se percató de que se había acabado, su mirada estaba puesta en el horizonte.
Sin cambiar la mirada, tomo otro cigarrillo de su bolsillo y con una velocidad casi inhumana lo encendió, todo esto sin siquiera pestañar.
La trascendencia de aquel momento era tan extraña, no podía entenderse pero si sentirse, así pensaba aquella joven mujer.
Sus zapatos eran de color verde, en su pie derecho tenía una goma de mascar que se había pegado cuando entro a la pasarela, no parecía haberlo notado, su mente estaba en otro lugar.
El tiempo parecía ser tan largo como el mar que se perdía al horizonte de aquel muelle, aquella mujer parecía enamorada de este puesto que no cambiaba ni por un segundo la mirada.
Una gaviota intento pararse a su lado, le corrió con la mano derecha y esto resulto por primera vez desde que había llegado en una distracción de lo que estaba pensando.
Parpadeo un par de veces y dejo caer su cigarro, el cual cayo en el agua y un pez selo trago.
Se levantó para estirarse, hizo crujir un poco sus extremidades y se volvió a sentar.
Las nubes encima de ella tomaban diferentes formas, quizás haciendo una especie de reminiscencia a sus pensamientos.
La vida no es más que un puñado de recuerdos mezclados, nada era lo suficiente bueno o malo para olvidarse, se decía ella para sí.
Tomo su bolso y tomo la caja de cigarrillos, la puso a su lado en posición horizontal y volvió a retomar su profunda meditación con los cigarrillos.
Esta vez, el humo se convertía en una enorme grulla que abría sus alas para volar de aquel solitario lugar.
La mujer no se inmutaba ni por un segundo de lo que estaba mirando, sencillamente no era lo que quería.
El humo se disipo y aquella alucinación se fue para jamás regresar siquiera a molestar otra vez.
Aquella mujer se percató de que cuando saco los cigarrillos, una pequeña agenda no más grande que la caja de tabaco se había salido del bolso y ahora estaba afuera.
Puso el cigarrillo en sus labios, tomo la pequeñísima libreta y empezó a buscar una página.
Por primera vez en todo el día, algo parecía haber absorbido su atención.
Al abrir la pequeña agenda, busco en la cuarta página y la arranco.
Esa página tenía mal escrito un nombre y un número telefónico, todo escrito en lapicero rojo.
Luego de verla con algo de desánimo, dejo caer la hoja hasta el agua, allí se hundió y en cierto punto se desintegro por completo.
La mujer volvió a su estado de meditación, sin nada más que mirar al horizonte, pero ahora había algo más.
¿Para qué llamar tan tarde? Ya no vale la pena....
Dijo las anteriores palabras con algo de tristeza y casi entre dientes, su corazón cargaba una ligera pena en ese momento, al parecer sus recuerdos más tristes habían hecho aparición en ese momento. Todo resultó ser no más que un triste sueño, aquella mujer en el puerto había muerto.
Wsc
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El Puerto y Los Cigarillos
Short StoryUna narración de la melancolía de una mujer que añora mejores tiempos.