48 | Sentido de justicia.

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Tomé entre mis dedos la navaja y con un jalón, esta salió dejando ver una hoja delgada y con mucho filo. Se veía peligrosa. Pero al introducirla en su escondite, pasaba como un accesorio femenino común y corriente.

Le sonreí en agradecimiento y él me devolvió el gesto. Me las arreglé para prensarla a mi cabello y caminé hacia el espejo más cercano para detallarme. No lucía sospechosa para nada y eso me alegró. Sí, podía ser muy útil. Él se deshizo de la camisa y de inmediato de colocó otra, negra completamente que le iba muy bien.

—Tengo algo para ti, pero no te lo puedo dar aún. —Dijo, sonando misterioso. Mi sonrisa fue inmensa y me sentí tentada. —Está en una caja, bajo tu cama. No la abrirás sino hasta el día de tu cumpleaños.

Me decepcioné al oír aquello. Y no tenía absolutamente nada que ver con lo que pudiera ser el regalo, o en que él se haya tomado el tiempo de comprarme algo o el que faltara tanto, sino el que lo había olvidado y en ese momento que recordaba que tendría que pasarlo ahí metida.

Fue difícil.

— ¿Qué es?—Indagué emocionada, fingiendo que no me molestaba el pensamiento anterior.

—No puedo decirte y probablemente no te guste, pero a fin de cuentas no hay mejor regalo para ti. —Respondió, tomando su teléfono y tecleando un mensaje.

Me emocionaban tanto los regalo sorpresa, que no sabía bien cómo tomarme aquello. Me regañé mentalmente en varias ocasiones, por idear de manera inconsciente, planes de cómo sacar la caja y abrir el regalo. No, yo debía de esperar hasta el diez de julio. Con gran dificultad, pero lo haría.

—Ahora me siento mal, porque ni siquiera sé cuándo cumples años. —Confesé tímida y él acarició con sus nudillos, mi mejilla. Cerré los ojos, deleitándome del roce.

—No te preocupes por eso. Pero fue hace un mes. —Mi rostro debió caer porque él sonrió de lado, queriendo infundir alivio. Hace un mes, habíamos tenido el percance con Alcapone.—No pongas cara de tragedia, no me emociona mucho celebrar mi cumpleaños.

—No. Te debo un regalo. —Le contradije, soltándome de su agarre. Caminé como loca de un lado a otro de la habitación. Podía ser una costumbre tonta, pero para mí era importante— ¿Qué quieres? Pide lo que tú quieras.

— ¿Lo que yo quiera?—Repitió, queriendo confirmar. Yo asentí con energías y sus ojos se achinaron cuando él sonrió ampliamente. —Bueno... ¿Aún tienes el número del policía? ¿De Alejandro?

Mis cejas se arrugaron por la sorpresa. No esperaba ello. No entendía bien cómo llevaría una cosa a la otra y terminar con un regalo de cumpleaños —atrasado—para César. Sin embargo asentí.

—Perfecto. Mañana El patrón va a salir y se llevará consigo algunos guardias de afuera y es el mejor momento para llevar a cabo una forma de escape. —Espetó, hablando muy bajo. Estreché los ojos, sin comprender bien.

— Yo... ¿De qué hablas?—Pregunté y él me acercó, tomando mis manos entre las de él, que estaban frías.

—Tú llamarás al policía y le contarás absolutamente todo lo que sepas acerca de La Organización. Todo: Lugares, alias, delitos, nombres... todo. Iremos juntos a la estación. Ellos te protegerán y yo me entregaré.

Sus últimas tres palabras me sacudieron. Aparté mis manos de las de él y el calor regresó. Junté las cejas en duda y él alzó una ceja, esperando porque yo dijera algo.

— ¿Por qué quieres hacer eso? ¿No es peligroso?

— ¡Sería perfecto! Los dos saldríamos bien y todo esto terminaría. —Indicó, caminando hacia mí, pero me aparté con violencia.

SANGRE Y PÓLVORA │COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora