Al fin algo menos empalagoso😏😏
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Se miro una vez más al espejo preguntándose si la vista le gustaría al moreno, recorrió su figura con la punta de los dedos, el simple rose de sus dedos fríos ya le producía escalofríos e imaginar los ásperos falanges del mayor lo hacían sonrojar.
Lo primero que vio al entrar fueron las ahora gruesas curvas de su novio en el sillón, con las luces de la ciudad a su espalda, la luna en alto le daba un aire místico y terriblemente sensual que no significarían nada bueno, si no lo conociera tanto pensó con rencor.
Le sonrió de lado con los ojos color jade brillantes de emoción
– Beka –alargando la última letra con la voz aspera de exitacion– ven a ver lo que tengo para ti –se estiro cual gato, con las medias negras y los ligueros con moño, y antes de que el kazajo lo viera sabía que la pequeña la pequeña tela que cubría su entrepierna se llevaría toda la atención del mayor – Veamos si así te niegas a quitarme lo virgen.
Por un momento el mayor permaneció en silencio, mirandole y pensando seriamente en como escaparse esta vez, o saltaba por la ventana o tendría que tomar al ruso de una vez por todas. La tela de sus pantalones comenzaba a apretarle, respiro profundamente considerando la caída por la ventana más a fondo ¿los arbustos soportarían su caída de un 5 piso?, La verdad era algo que dudaba mucho.
—Beka -ronroneo una vez más, caminando hacia el sillón donde el kazajo se mordía el labio- estoy seguro que te va a gustar mi sorpresa
—Yura, creí que esperaríamos -su voz sonó un poco ronca y la saliva se le había quedado atorada en la garganta y sentía las mejillas tibias– ¿no tienes frío? ¿quieres que te traiga un suéter? -ya lo tenía frente a él con su fina figura y la cadena que colgaba de sus perforaciones balanceándose, distrayendolo constantemente.
El menor lo tomo levemente de los hombros empujandolo contra el sillón y pasando sus piernas a cada extremo de las caderas del mayor –Ambos sabemos que frío es lo único que tengo Beka– la forma en que decir su nombre lo volvía loco y comenzaba a sentir su erección pintando en sus pantalones, respiro profundamente conteniendo el impulso de tomar las suaves caderas y frotarse contra ellas, la humeda lengua de su gatito comenzaba a delinear su corta barba, depositando besos y mordiditas debajo de la gruesa mandíbula.
—Yura –quería tomar sus muñecas y detener las manos que comenzaban a subir por su torso pero sabía que una vez que lo tocará no se detendría.
—Vamos Otabek, solo la puntita –suspiro profundamente de nuevo, tratando de calmarse y deseando en parte si y en parte no que llegaran Viktor y Yuuri para que los detuvieran y Yura tuviera que irse a cambiar a su cuarto como la última vez. El rubio había comenzado a restregarse contra sus pantalones frotándole dolorosamente la erección —Vamos, que te tengo otra sorpresa —la última habían sido las perforaciones ¿ahora que diablos sería?
Lo amaba pero joder, en que aprietos solía meterlo, aún no superaba el disfraz sadomasoquista y ahora está ahí con unas adorables orejas negras en su cabeza.El rubio tomo las grandes manos de su amado, con asperezas que moria por sentir rozando su entrepierna ya goteante y ansiando atencion, puso las manos sobre su cintura sintiendo como el kazajo que cada vez se resistía menos apretaba levemente su carne tibia y suave, sabía que probablemente solo necesitaría eso, se inclinó levemente buscando al fin los labios ajenos para perderse en un profundo intercambio respiraciones, absorbiendo el jadeo que salió de la boca ajena cuando finalmente descubrió lo que se encontraba al final de su espalda.
—Que diablos es eso Yura –lo miró con la respiración acelerada después del beso que tanto había deseado, observando los ojos oscurecidos por la excitación, sintiendo las ásperas manos, una apretando su trasero y otra curioseando en la sorpresita.
—es un Plup —sonriendo ante la mirada de incredulidad de mayor, ahora sí que no se le escaparía, sentía la mano del kazajo tocandolo y estirando decidiendo entre sí sacarlo o dejarlo ahí
—Tiene pelo — el rubio sabía que eso era lo mejor de todo, facilitaría todo y finalmente cumpliría la fantasía de muchos pero que solo el kazajo vería.
—Es una cola de Gato –ronroneo suavemente para después soltar el maullido más sensual que el kazajo había escuchado en su vida.
El menor había comenzado otra frase cuando la demandante lengua del mayor se coló en su boca, y la mano del kazajo que andes acariciaba la suave cola tomaba fuertemente de su largo cabello para que sus bocas no se separaban.
Al fin lo había logrado, sentía el demandante cuerpo del mayor exigiendo su sumisión, compartiendo fluidos sintiendo la grande mano estrujando su trasero frotando erección con erección.
Se separaron cuando la mano del kazajo le soltó el pelo para después dirigirla a la cadena que colgaba de sus pezones.
El gemido salió de sus labios al sentirlo jalando de la cadena para que después la humeda boca le rodeará el rosado pezón derecho, chupando y mordiendo intercambiando los besos con el izquierdo, gimiendo libremente como sabía que le gustaba al kazajo.Deslizó una de sus manos al botón del pantalón deseando quitar la estorbosa tela que se interponía entre sus cuerpos y cuando el botón finalmente cedió la punta del miembro del kazajo ya buscaba atención, saliendo de entre los boxers con la punta dura y resbaladiza, bajando poco a poco los dedos a través del tallo deseando gemir con ella en su boca al notar las gruesas venas de su tronco.
—¡Yurio! ¡Ya llegamos! —las alegres voces llegaron a sus oídos demasiado tarde, ambos ambos maldiciendo internamente cuando la pareja entro alegremente a la sala.
Se quedaron estáticos ante la escena, junto a ellos, el tailandés les miraba con la boca abierta así como el resto de los competidores que habían sido invitados a una improvisada fiesta.
El ruso menor les miró furico, con las mejillas sonrojadas y la respiración aún agitada, bajo su cuerpo Otabek con la respiración más tranquila y su expresión imperturbable los miraba estáticos, deseando que dieran media vuelta y poder seguir en lo que estaban, pero ninguno decía nada y la sangre que se concentraba en su cuerpo comenzaba a dolerle, suspiro profundamente.
—Yura, no aprietes tan fuerte —sentía los dedos al rededor, apretándolo sin saber si sería bueno o malo que lo soltara.
La frase había sido un susurro pero en el silencio de la habitación se escucho claramente, ocasionado que las mejillas de los presentes se tiñeran de rosa y que Yurio soltara un jadeo recordando sus pensamientos sintiendo un hormigueo en los labios y agradeciendo no haber puesto en práctica sus ideas.
Todos se habían sorprendido, ninguno imaginaba este tipo de jueguesitos entre la pareja y si hubieran sabido que era la primera vez del rubio probablemente se habrían escandalizado más, ninguno podía apartar la mirada de la pareja, con el sudor en la piel del rubio y la cola entre los glúteos, la mano del kazajo aún lo apresaba ligeramente fuerte como único signo de nerviosismo, el pelo plata había comenzado a abrir la boca, sin poder coordinar sus palabras balbuceando monosílabos como único sonido.
—Yurio —suspiró profundamente agarrando valor apretando nerviosamente la mano de su esposo— ve a tu cuarto y cámbiate en lo que preparamos la cena.
Dispuesto a renegar, gritar y exigir que lo dejarán en sus asuntos se levantó, imponente y sin sentirse incómodo por la escasa tela que lo cubriría o por dejar a su exitado novio en evidencia, con los pensamientos gritando el su cabeza y las maldiciones peleando por salir.
—Yura —su novio ya estaba tras él, tomándole la mano y jalandolo levemente, con los pantalones ya acomodados y la camiseta tapando pobremente lo apretado lo tenian— vamos yo te ayudo a cambiarte.
Embobado mirando fijamente sus ojos y la pequeña sonrisa en los labios de su amado sonrió, tomo más fuerte su mano y lo jaló rumbo a su habitación, mordiendo sus labios casi sintiendo por la excitación el calor del kazajo en su boca.
Todos los miraron perderse en la habitaciones, embobados con el alegre movimiento de caderas del menor, la cola entre sus nalgas ipnotizandolos y el delgado hilo que las cubría pobremente haciendo babear a unos.
—Que ganas le tengo ahora al kazajo — murmuró alegremente Chris, riendo ante la cara del resto que aún procesaba lo que había sucedido.
—Pues si que envidia
— ¡JJ!