Emptio

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Bien se que demore bastante en publicar el siguiente capitulo de la historia, y si bien no la tengo abandonada, la verdad es que hay días que me cuesta horrores escribir incluso un par de lineas. Pero seguiré esforzándome para terminarla.

También quiero aprovechar para agradecer a todas aquellas personas que les ha gustado la historia, que han comentado o a votado por ella. Gracias de corazón. 

Recordemos que si bien la historia no es muy explicita, es BL, así que no os sorprenda si llegan a encontrar algunas escenas relacionadas al genero.

Sin mas aquí esta el capitulo. Ninguno de los personajes me pertenece.

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El amargado, el murciélago grasiento, el profesor más temible de Hogwarts, tenía toda la boca llena de azúcar de los panecillos rellenos de nata-que extrañamente también había hecho Kreacher-, y tomaba su infaltable jarabe sabor café, remarco su tercera taza. Los usuales pozos negros me miraron largamente hasta dignarse a limpiarse la boca con un pañuelo y aclarar la garganta en un gesto más digno.

Antes de ir a Callejón Diagon, tengo por deber el nombrarlo como mi protegido, al ser menor de edad y no disponer de familiares, debe tener un tutor, en el pasado le comunique que sería yo el encargado de usted. Hoy iremos hacer los tramites apropiados para ello, ya eh avanzado en ello, solo iremos a realizar el ritual y las formalidades.

Por primera vez en semanas, días de encierro, y estudios intensos, la puerta de la calle fue abierta, abierta por Severus Snape, para salir al exterior, ambos, los dos, y fuimos recibidos por el esplendoroso... frio y gris amanecer.

Las calles estaban casi solitarias, algunas de las pocas personas, llevaban vasos de cartón en sus manos, algunos maletines, con sus largos abrigos-muy diferentes a las túnicas de los magos-.

—Bien, espero que recuerde que Black había mencionado que en el pórtico, los muggles aun son incapaces de vernos, asentí aun embelesado por esas densas nubes, y por el viento ligeramente fresco en mi cara. Nos vamos aparecer. Sentenció y me quede un momento tratando de entender a que se refería.

Me tomo del brazo, y rápidamente sentí una sensación abrumadora, como mi estómago era jalado por un gancho invisible hacia abajo, y un interminable torbellino de imágenes borrosas, y colores mezclándose, sin ton ni son, y luego el piso, afortunadamente termine de pie, aun todo giraba, y mi estómago luchaba para no devolver el té. El moreno me dirigió una mirada ligera de orgullo.

Ambos nos encontrábamos en medio de un larguísimo y esplendido vestíbulo con el suelo de madera oscura y brillante. En el techo, de color azul eléctrico había incrustaciones de relucientes símbolos dorados que se movían y cambiaban continuamente, como un inmenso tablón de anuncios celeste. Las paredes del vestíbulo estaban recubiertas de pulida y oscura madera, y en ellas había varias chimeneas doradas. Para mi sorpresa, de vez en cuando, mujeres y hombres salían por una de las chimeneas de la pared de la izquierda, con un débil ruido. Ante las chimeneas de la pared de la derecha estaban formándose reducidas colas de mujeres y hombres, que esperaban para entrar.

Hacia la mitad del vestíbulo había una fuente. Un grupo de estatuas doradas, de tamaño superior al natural, se alzaban en el centro de un estanque circular. La figura más alta de todas era la de un mago de aspecto noble, cuya varita señalaba al cielo. A su alrededor había una mujer-bruja- y diversas criaturas, a las que algunas reconocí, como un centauro, un duende y un elfo doméstico.

Ambos nos unimos a la multitud y avanzamos entre los empleados del Ministerio, algunos de los cuales transportaban tambaleantes pilas de pergaminos, otros, por su parte, llevaban gastados maletines, y unos cuantos iban leyendo El Profeta mientras andaban.

HominumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora