Hay muchas maneras de abrirse a alguien. Emocional, fraternal, sexual, ella lo había echo de todas las formas que existen.
Ella abrió sus puertas, que mantenía selladas, sus puertas secretas, que fue creando a medida que pasaban los años.
Puertas donde escondía sus secretos, sus vergüenzas, sus emociones, puertas que ella misma había cerrado, y tirado las llaves en algún lugar lejano.
Ella paso años y años creando estos lugares, donde podía esconder todo lo que la volvía débil, todo lo que la hacia susceptible, con lo que las personas podían herirla, porque ella había sido herida muchas veces, pero cada vez escondía más y más en sus habitaciones secretas, dejando sólo lo superficial, cariño sincero sólo hacia las personas que ella elegía, a quien decidía darles un pequeñito vistazo por entre las rendijas de sus puertas, sólo muy pequeño, milisegundos, y así ella estaba bien, podía sobrellevarlo, su vida detrás de puertas, así era ella.
Hasta que un día llegó el, el señor de las llaves, el hombre de las claves, el que tenía todos sus códigos de seguridad.
Ella no le permitió entrar, ella se negaba, no quería volver a sufrir, pero el señor de las llaves era hábil, astuto, con una sonrisa sincera y palabras dulces, lentamente sus puertas se fueron abriendo, y ella se entregó a él, primero físicamente, dejando que el vea sus desperfectos, sus malos hábitos, su sonrisa antes de dormir, su mal aliento al despertar, y ella pensó que estaba bien, ella era mujer y el era un hombre, su hombre de las llaves.
El tiempo iba pasando y ella era cada vez más débil ante su toque, sus oídos eran endulzados con sus palabras de comprensión, y su lengua se soltó, su puertas de los secretos, vergüenzas, anécdotas, todas se abrieron completamente y el entró en ellas, caminando por cada rincón, absorbiendo cada detalle de ella, su vida, quien ella era, y ella estaba feliz, él la entendía, él la ayudada, él la quería.
Sólo quedaba una última puerta, la mas grande y pesada, echa de madera de roble tallada y bisagras de oro, la puerta de su corazón, la puerta de sus sentimientos, su amor, su alma. Una última llave, una última vuelta y ella seria de él, ella se entregaría completamente, y así fue…
Él no sólo abrió su puerta, la tiró abajo, arrancando sus goznes del lugar, dejándolas tiradas a un lado, y él entró en ella, completamente, se sumergió en sus aguas, la sintió como nadie lo había echo, y ella era feliz, realmente feliz.
Hasta que un día, el señor de las llaves tomó cada una de sus herramientas, se colocó su sombrero, su traje negro, la miró, sonrió, y con un asentimiento dijo “Mi trabajo aquí está echo”. Y se marchó.
Ella quedó en la oscuridad, sola, sin comprender que pasaba, buscaba una luz, tanteando en el aire, pero sólo había vacío, él la había abierto por dentro y la había vaciado, abriendo sus puertas y dejando que todo su contenido se escapara de sus manos, como globos soltados en la corriente.
Ella lloró, gritó, sufrió, como nunca lo había echo. Se odio así misma, pasó quien sabe cuánto tiempo en la triste soledad, buscando algo a que aferrarse, caminó quien sabe cuanto, hasta que al final encontró una pequeña luz entre tanta oscuridad, su resplandor era tenue, pero llegaba a ella con fiereza mientras avanzaba, su luz volviéndose cada vez más brillante, más enceguedesedora, caliente y amigable.
La luz provenía de una puerta, una puerta que ella no sabía que tenía, un cuarto de herramientas. Ella entró y pudo ver muchas herramientas doradas, plateadas, negras, colgando de las paredes, y ella lo entendió, nadie podía reconstruirla, nadie podía volver a crear sus muros, sólo ella.
Tomó sus herramientas, y volvió a crear cada una de sus puertas, con sudor, lágrimas, sangre, cansancio, pero ella lo hizo.
Y ahí estaba, parada en su corredor, cada puerta perfectamente cerrada, pulcra, y segura, pero ahora ella tenía pequeñas llavesitas en sus manos, frías al tacto, pero brillantes.
Ella había entendido, que cerrarse completamente no era algo bueno, porque cuando todo se escapa de golpe, quedas vacío por dentro, como si tus fantasmas fueran exorcizados, todos se marchan, y un pedazo de tu alma se va con ellos. Asique ella decidió crear llaves, y ofrecérselas a quien ella más amaba, y abrirse a ellos, darles su amor, sus secretos, y si ellos la aceptaban y aceptaban guardar su llave, ella seria feliz de nuevo.
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El señor de las llaves
Short StoryEse señor que va ahí, se lleva cada parte de mi, y yo lo dejé.