Capítulo 25: Fuego y hielo

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  ♦ ♦Capítulo 25 ♦ ♦ 

FUEGO Y HIELO


Había comenzado a llover a cántaros, así que a la fatiga de la caminata hubo que sumarle el frío, la lluvia y el viento; los tres amigos inseparables de un resfriado en toda regla. El suelo se encharcó y se embarró, y todos dimos un traspié en varias ocasiones. Todos menos Drell, por supuesto. A él parecía que no le afectaba nada. Yo por el contrario, en un momento dado y tras haber estado luchando contra la lluvia por más de tres horas, metí una bota entera en un pozo lleno de fango.

Con repulsión, saqué la bota del agujero, y resignada, me senté en una piedra cercana a quitarme la bota. Mi supervisado asiento estaba completamente mojado, pero puesto que yo estaba igual, no me importó en absoluto. Hice a un lado mi calzado y me quité el ensuciado calcetín. Palpé el blanquecino empeine de mi pie. Estaba helado. Volví a colocarme muy a mi pesar y con cansancio, el empapado calcetín y la bota. Después me incorporé.

Mis dientes castañeaban y mis brazos se agarraban entre sí con desesperación. Me arrebujé lo más que pude en mi capa, intentado atraer hacia mí el ya extinto calor. Sentía el peso del agua y la mojadura sobre mí. Me sentía cansada, empapada y pesada. Me escocían las manos, las cuales estaban decoradas por pequeñas heridas sangrantes pertenecientes a mi agarre en varios árboles y piedras al tropezar. Tenía los labios cortados y las mejillas y la nariz enrojecidas. Había intentado mantener las orejas calientes con la capucha, pero el frío también las había marcado.

Alcé los ojos llorosos por el frío viento. Éderick y Veret estaban descansando, apoyados en el tronco de un árbol sin hojas. Veret me tendió sus guantes, que estaban igual de empapados que mis manos, pero al menos me podrían servir. Pese a decirle que estaba bien, él insistió y finalmente me los coloqué con manos temblorosas. El frío me las había adormecido, además de que todo el cuerpo me tiritaba, factores que hicieron aún más complicado mi intento.

Drell se acercó a mí.

Él, al igual que yo, estaba completamente calado. La capa le goteaba, y también caía agua por su barbilla y desde sus mechones mojados. Su nariz estaba tan roja como la mía, y llevaba la manos resguardadas en sus bolsillos.

—Tenemos que seguir avanzando. Dentro de poco anochecerá, y no nos conviene estar en esta parte del bosque cuando lo haga—me informó sin miramientos. Yo le miré como si me acabara de echar un balde de agua helada por encima, y es que era exactamente el estado físico en el que me encontraba.

Mi boca se entreabrió con disgusto. Salivé mis secos labios, y las heridas cortantes en estos me respondieron resentidas con un incómodo dolor.

— ¿Y no podríamos dormir aquí? —Pregunté con un suspiro. Agaché la mirada como una niña pequeña que no quería resignarse—. Oh, vamos. Tiene que haber alguna manera de pasar aquí la noche sin que nos coma un bicho gigante. ¿Desde cuándo un bosque es tan peligroso, eh? En todo caso, lo mismo podemos hacer un hechizo de protección, o yo que sé... La cuestión es que me niego a seguir caminando.

Drell me miró durante varios segundos. Después me observó de arriba abajo, y aquel hecho me puso nerviosa y me incomodó en cierta manera. No sabía exactamente la razón. El chico negó con la cabeza.

—Definitivamente estás hecha un auténtico asco...—habló como si me diera las buenas tardes. Le lancé una mirada fulminante, que él, cómo no, ignoró por completo—, así que, te voy a ayudar. De aquí a la zona segura, quedarán aproximadamente... cuatro horas de distancia. Cuando yo te lo pida, súbete a mí.

Le miré perpleja.

— ¡¿Qué?! —pregunté confundida. Pero no me dio tiempo a decir nada más, porque ante mis ojos, pude observar con fascinación aquel proceso de transformación antinatural que Drell me ofreció. Ya no estaba frente a un humano, sino que frente a mí, se encontraba un lobo de pelaje oscuro y ojos salvajes, que me miraba con expectación.

Captura a la reina #WeareWorldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora