═╬•••►Prólogo◄•••╬═

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Había algo oscuro en esa noche, aún mas oscuro que la oscuridad en si misma. Los dientes de Samara castañeaban rítmicamente y el intenso frio parecía congelarle hasta los huesos. Las gotas de lluvia amedrentaban con furia contra los vidrios de las ventanas, provocando un irritante ruido.
Estaba empapada por completo, puesto que la tormenta había comenzado mientras ella se encontraba camino a casa.
Sí, seguramente la castigarian por llegar tan tarde, pero no había podido evitar quedarse hablando con Aaron tras salir del colegio, pues estaba bastante embobada por él.
Tras tirar la mochila a un lado cerró la puerta con llave, notando como un pequeño charco de agua se formaba a su alrededor.
-Mamá va a matarme.- Susurró entre dientes.
Pronto pudo notar el inquietante silencio en su hogar, pues era bastante raro que su madre no estuviera reprochandole sobre haber mojado sus preciosos pisos de madera. Esperaba al menos un "¿Dónde te has metido señorita?" puesto que llegar una hora tarde no era del agrado de la señora Higgins.
-¡Mamá! llegue...- Exclamó sin recibir respuesta alguna.-
Tras cruzar el living pudo notar que la tele se encontraba encendida pero haciendo interferencia, había un poco de comida sobre la mesa, una porción de tarta y dos cafes, lo que era bastante raro considerando que su madre no tomaba café y eran aproximadamente las 9:00 pm.
Un inquietante y rechinante sonido la alarmo al apagar la tv, no lo había notado anteriormente debido al ruido de la interferencia. Sonaba debilmente bajo sus pies, como si viniera del sótano.
Inmediatamente sonrió, Aurora su pequeña gata seguramente habría vuelto a bajar para afilar sus uñitas en la vieja alfombra que su madre había guardado en dicho sótano. Siendo así se propuso bajar a averiguarlo.
Tras abrir la puerta y mirar hacia las escaleras, el sonido se tornó mucho mas claro, y a medida que bajaba, notando la tenue luz que iluminaba el lugar comprendió que no se encontraba sola allí.
-¿Mamá eres tú?- susurró bajando los últimos escalones-
La imagen que vio a continuación no se borraria de su cabeza con facilidad, puesto que no muchos olvidarían el hecho de ver el cadaver de su madre colgando del cuello en el sótano de su casa.
Samara pudo sentir como se le erisaba la piel, cada centímetro de su cuerpo se hallaba paralizado, al borde del llanto, la desesperación, el horror. Sólo pudo sentir la desgarradora sensación del dolor que la consumía, acto seguido echó la cabeza hacia atrás y comenzó a gritar... gritar...

♱ EL CHICO DE LA OUIJA ♱  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora