Capitulo 36

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No necesitaba reprimendas, Carlo necesitaba sentir que podía amar a alguien sin hacerle daño

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No necesitaba reprimendas, Carlo necesitaba sentir que podía amar a alguien sin hacerle daño... y yo estaba dispuesta a ayudarlo. Me estaba ofreciendo quizá como tributo para entrar en un juego en el que ni siquiera estaba segura si sabía jugar, pero de algo estaba segura; Que me estaba perdiendo en él, una parte de mi —todos esos días apartado de él— deseó poder tener un minuto de su tiempo, un minuto de sus divertidos momentos, porque en medio de todo el ajetreo, Carlo era quien al final del día me sacaba una sonrisa sin esfuerzo.

La mañana siguiente, al llegar al comedor para desayunar, me topé con la señora Ferrer. Su mirada arrogante y venenosa, causaban en mi un revoltijo en mi estómago.

—Buenos días —la saludé por cortesía.

—Que tienen de buenos —se quejó. Ella miraba su ostentoso celular y al mismo tiempo comía de su omelette.

—Hoy se dará a conocer el video propaganda de la compañía —expresé. Sabía que nada la tenía contenta, pero quería de algún modo llevar las aguas tranquilas con ella, me convenía, porque ahora ya sabía la clase de arpia que era y las cosas que estaba dispuesta a hacer.

—Mh, que bien —no se inmutó, su rostro no reflejaba absolutamente nada de interés. Y como le iba a interesar si lo único que necesitaba ella era el dinero para ir a gastárselo en sus lujosas joyas que portaba cada día.

—Sus hijos están muy contentos con el resultado, estoy segura de que a usted y a su esposo también le encantará —no sabía cómo iba a tomar mi insistencia.

La señora Teah apareció con mi plato de desayuno, supuse que me vio desde la ventanilla de la cocina, al mismo tiempo dejó un vaso de agua y saco de su delantal unas pastillas. Me tensé enseguida, fue tarde ocultar mi reacción y las píldoras, pues la señora Ferrer miraba con lujo de atención toda la amabilidad con la que Teah me servía todo.

—Si como sea. ¿Para que son esas pastillas? —exigió una respuesta la odiosa mujer, mirándome a mí y después a Teah.

Mi boca se secó, miré a Teah esperanzada. Ni siquiera sabía porque me ponía así el hecho de que la señora se enterara que estaba teniendo algo con su hijo, ¿no fue por eso que trajo a Chess?

—Es su medicamento, señora —respondió cortésmente Teah.

—¿Estás enferma? —la señora Ferrer ahora se dirigió a mi, sentí la mirada de Teah, pero no podía ponerme más nerviosa.

—No —negué —, son vitaminas.

Tomé el par de pastillas y las metí a mi boca, tomando el vaso de agua enseguida para hacerlas pasar con tanta dificultad, como si estuviera tragando una piedra. Los días que estuvo Chess aquí dejé de aceptárselas a Teah, pero en ese momento di con que probablemente Carlo le dio la orden de que me las volviera a dar, quizá Teah tuvo la confianza de decirle a Carlo que dejé de tomarlas, pero era evidente de que ella no estaba enterada del lío de días atrás. No podía culparla por su imprudencia.

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