Drake

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Al despertar, salió del auto para seguir viendo la ciudad. Era de mañana. Por alguna razón no había nadie en la calle. Es patético que ni siquiera me sepa mi estúpido nombre. Empieza con D. Eso es de lo único que me acuerdo. Por ahora me llamaré a mí mismo “D”; pensaba él.
¡¿Por qué es tan difícil recordar?!
En ese inter, se abrazó a sí mismo para sentir un pequeño gesto de consuelo, aunque fuera de él mismo. Necesitaba encontrar un gesto de calor humano, ya fuera de amor o de algún otro sentimiento. Le dolían las sienes, pues trataba de recordar quién era él y por qué razón, buena o mala fuera, lo habían mandado hacia esa zona devastada. Sólo se podía desear suerte a este pobre joven.
Volteó a ver sus manos; ambas estaban bien, el bastón lo había abandonado.
Mientras caminaba por las ruinas, un ruido llamó su atención, un ruido demasiado estrepitoso. Fue a investigar de dónde venía. Había muchos edificios destruidos, se acercó a uno de ellos, el más cercano al que se hallaba; dobló la esquina y lo único que vio fue destrucción. Le comenzaba a importar un comino si eso era lo que veía, pues a dónde iba, ruinas eran todo lo que había.
Volvió a sonar el ruido, esta vez se escuchó más fuerte, volteó a ver un hueco en el edificio y supo entonces que el ruido emanaba de ahí. Los escombros del suelo se movieron y se produjo el ruido de nuevo. Inmediatamente creyó que era una persona, sin pensarlo más ayudó a quitar los escombros.
— ¡Espera!, vengo a ayudarte. No te muevas tanto—, dijo mientras quitaba las enormes rocas de lo que sea que hubiera atrapado en ellas.
—Falta poco—, dijo 5 segundos antes de terminar tal acción tan altruista.
Estaba en lo correcto era una adolescente. Estaba herida en la cabeza y del hombro izquierdo.
La chica era castaña, su cabello era muy hermoso, rizado y tenía unos ojos verdes, un verde tan profundo como el color esmeralda, labios rojos, como el carmín, esbelta y torneada.
Al verla “D” sintió algo en su interior; posiblemente un gesto. Un gesto que le brindaría calor y que jamás volvería a tener frío.
— ¡Oh, Dios mío!, ¿qué te pasó?—, preguntó exaltado el chico.
Por otro lado la chica no contestó, pues el golpe en la cabeza la había dejado confundida.
— ¡¿Dónde vives?! o… ¿dónde…dónde habitas?—, preguntó desesperado. Era raro preguntar en dónde vivía, todo estaba en escombros.
En aquel instante la chica reaccionó súbitamente, diciendo:
— ¡Ahí, ahí!, tú lo sabes, Drake. Tú lo sabes—, dijo señalando a un tipo de palacio presidencial a las afueras de la ciudad. Y la chica cayó otra vez en sueño.
—Así que...¿tú me conoces?—,preguntó sorprendido el chico. —Oye, que más sabes de mí?—. Pero ya era demasiado tarde; la chica había caído de nuevo a los brazos de Morfeo.
“¡Ahí, ahí!”… ¿ahí vivirá o qué?, se preguntaba. Bueno, la llevaré a  aquel  edificio de enfrente.
La cargó y emprendió el viaje. Estaba sorprendido; había encontrado a alguien que tal vez lo conocía y que posiblemente le podía decir que había pasado en la ciudad.
A punto de llegar a la reja del Palacio Presidencial, montones de guardias y policías llegaron a proteger la entrada. Camiones, patrullas, etcétera. Le cerraron el paso. En ese momento un oficial le habló por un altavoz, diciéndole:
—Está invadiendo propiedad privada. Le sugiero que dé la vuelta y regrese por donde vino junto con la chica que lleva en sus brazos.
—¡Wow!, Oigan, tranquilos—, les gritó Drake. —No quiero problemas, sólo…—,  su oración fue interrumpida.
—¡Regresen por dónde vinieron o abriremos fuego! —, lo amenazaron.
—¡¿QUÉ!?, SÓLO QUIERO AYUDAR A ESTA CHICA, ¡¡¡TRANQUILÍZENCE!!! —, gritó Drake alterado.
Su tono no les había ayudado ni a él ni a la chica, sólo empeoraron las cosas.
—¡Al menos permítanme dejar aquí a la chica. Puede que ya no vuelva a despertar…y parece que puede estar mejor ahí que aquí afuera! —, gritaba Drake tratando de tranquilizar al ejército que se hallaba protegiendo la reja de aquel edificio, sin lograrlo.
El oficial se despegó el altavoz de los labios y ordenó a sus hombres:
—¡¡¡FUEGO!!! —
Al oír la última frase, Drake soltó un grito y se echó a correr en sentido contrario. La balacera era imparable. Corrió y corrió, pero, a punto de quedar fuera de rango tropezó y él y la chica cayeron, desesperado trató de levantarla y seguir corriendo con ella entre sus brazos. No lo logró y se puso encima de la chica, protegiéndola de la incontenible furia de los cañones de las armas que apuntaban hacia ellos, del fuego y el plomo que salía de estas. Una bala le rozó la parte exterior del húmero izquierdo, provocando que gritara del dolor, le partió la piel.
—¡¡¡DÉJENOS EN PAZ!!! —, grito Drake.
Fúrico, extendió su brazo derecho, las venas se le iluminaron de un color verde eléctrico así cómo el iris de ambos ojos, los cuarzos de sus manos volvieron a salir. Con un grito dejó salir de su mano derecha un rayo verde que salió a toda velocidad hacia sus atacantes.
—¡CÚBRANSE TODOS! —, ordenó el oficial del altavoz. —¡Es uno de ellos!
El rayo impactó en la reja del edificio. Las centellas y los haces de luz abrasaron a quince uniformados, además de electrificar todo el metal que estaba a su alrededor.
Drake estaba viendo todo lo que estaba haciendo, veía cómo se la piel se les quemaba a los soldados y dejaban a la vista sus órganos por la iluminación que emanaba de sus cuerpos. Vió su brazo pestañeó y su iris se apagó. Cerró la mano y la luz, cuarzos y el rayo dejaron de salir.
—¡¿Pero qué demonios...?!—, dijo para si mismo, asustado.
Se repusieron los atacantes, al igual que Drake, amenazando con un segundo intento de tiro. El chico se quedó allí pensando que tal vez todo había terminado y que no pudo haber sabido ni siquiera quién era. Súbitamente apareció entre ellos, y la ráfaga de las armas, una figura encapuchada.
El encapuchado extendió también su mano derecha.
—¡¡¡FUEGO!!! —, ladró el oficial.
Se inició otro tiroteo; el encapuchado cerró la mano, volviéndola puño y todas las balas que se acercaban velozmente a ellos se quedaron flotando en el espacio. Todos quedaron boquiabiertos. Abrió la mano y todas las balas cayeron al suelo.
—Mi turno—, susurró el chico de la capucha. Su voz era grave.
Sacó un arco y disparó una flecha hacia la reja la cual en el momento de tocar los barrotes dejó caer una cortina de fuego que bañó toda la entrada y la parte en la que se encontraban los oficiales y agentes.
El encapuchado volteó hacia donde estaban Drake y la chica. Drake no lograba verle el rostro, pero los iris de los ojos le brillaban con un color amarillento. En ese momento desapareció ante los ojos de Drake. En menos de dos segundos apareció frente a él y con el arco lo golpeó en la cabeza noqueándolo.
—Bienvenido, chico—. Fue lo último que escuchó de aquel encapuchado.

El Cayado. El tiempo y los elementos jóvenes IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora