[WooGyu] Our Little Secret [Completa]

Capítulo 3. I hate that man

POV. SUNGGYU

A mí me iba a dar algo más pronto que tarde a ese paso, lo intuía.

Bueno, más bien lo veía claramente, sintiendo unas ganas terribles de estamparme contra una pared a ver si con suerte del golpe perdía el conocimiento y no me despertaba hasta que hubiese pasado todo lo que me quedaba de instituto.

Eso o despedían al estúpido del profesor Nam antes, lo que llegase primero, podía adaptarme en ese aspecto, caminando con molestia fuera del instituto.

Había sido un miércoles largo, muy largo, y ni siquiera tenía ganas de ponerme a estudiar para el examen de química del día siguiente pero sabía que suspender o sacar mala nota implicaría que ese hombre seguiría burlándose de mí hasta el fin de los tiempos.

Y antes muerto que permitir semejante humillación pública, bastante tenía ya con que se riese incluso de la forma que separaba los labios cuando iba a comenzar a hablar, apretando entre los dedos la tela del uniforme.

A ese paso lo iba a terminar rompiendo yo sin darme cuenta de los tirones indiscriminados que le daba a la pobre tela sin llegar percatarme de ello, normalmente frustrado y molesto.

En realidad aunque había pasado la última hora y media con otro profesor todavía no conseguía olvidar que el profesor Nam había vuelto a burlarse de mí tras hacerme salir a la pizarra para corregir aquel ejercicio.

¿Si el ejercicio estaba bien por qué diablos tenía que meterse con el nivel de tensión que tuviese mi cuerpo?

Si no fuese por su existencia sería el ser humano más relajado del universo pero claro él sabía perfectamente que me resultaba imposible no tensarme como una cuerda en cuanto mi nombre escapaba de sus labios.

Y también sabía que no había sido precisamente por salir a la pizarra a corregir el ejercicio en sí, sino por el simple hecho de que hubiese sido él quien me lo había pedido, a la espera de que en algún momento dijese algo que me avergonzase públicamente de nuevo.

Y lo había hecho, como no, casi resultaría raro si se le hubiese pasado por alto dejar caer la bromita del día, o de la asignatura más bien puesto que ese día ya se había reído de mí con anterioridad delante de mis compañeros.

Bueno vale, que no se reía exactamente pero me reventaba los nervios esa mirada de suficiencia que ponía al corregirme algo, como si él no tuviese nada que ver o algo.

Necesitaba un descanso de ese hombre y los fines de semana no parecían llegar lo suficientemente pronto ni durar lo necesario como para luego soportarle cinco días seguidos de mi vida.

Por milésima vez, y solo contando las veces que me lo había preguntado esa semana, me pregunté de nuevo qué le había hecho yo al universo para merecer algo como eso.

Si yo ni siquiera había querido comenzar a intervenir en sus clases para no llamar la atención, mucho menos desde que había visto lo que ese hombre pretendía, pero es que el maldito se empeñaba en seguir diciendo mi nombre con una sonrisa traviesa.

Juraría que se preparaba la pregunta incómoda de la sesión con anterioridad para asegurarse de no olvidarla, no fuese a ser que cualquier día terminase una clase sin hacerme quedar mal delante del resto de alumnado.

Y la peor parte era que ninguno de mis compañeros parecía querer darse cuenta de ese trato acosador y discriminatorio, ni de esas sonrisas excesivamente ladeadas con travesura que adornaban su rostro mientras decía mi nombre.

Eso por no hablar de cómo se le iluminaba la mirada, como quien acaba de encontrarse un gran billete sin dueño en el suelo o igual que al típico niño al que le regalan un caramelo en el parque de atracciones.