Escribiré con las cuerdas de tu violín el porque me duele tanto no tenerte.
Bailaré las danzas que me enseñaste para mostrar la elegancia y pasión que me negaste.
Cantaré los cánticos que escuché salir de tu laringe, indicando que es increíble el no confundirlos con las melodías de Orfeo, el dios del arte del sonido.
Nadaré en el néctar de tu cuerpo influyendo en el flujo del tiempo.
Correré por el flujo de tus venas para quedarnos en la juventud, en el joven pasado al que negaste un futuro próspero.
Pasaré nuestras yemas por las teclas de los recuerdos inculcando respeto a todo lo echo.
Rodearé por tu cuello la cuerda de oro en la cual cuelgan la mitad de mis cosas, la mitad de todo lo que te llevaste pese que la mayoría no eran tus pertenencias.
Llevaré en una pequeña caja la pequeña lagrima del diamante que pudo ser el símbolo de nuestra unión, que no aceptaste.
Lloraré por tu pérdida, pero más por la caída que llevarás por irte con quien no te valora solo por ser codiciosa.
Caerás, y al fin entenderás, tras ver derramar mis lagrimas por una caprichosa, quien te quiso en verdad