Canto de sirena

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Cuentan las malas lenguas
que la cantante del Club Vegas
fue, en otra vida, una sirena.

Su voz hipnotiza, embelesa,
a todo aquel que acude a verla,
que va al Club a oírla cantar,
a escuchar su ardiente voz de seda.

Esta noche ocurre lo usual:
todos los ojos sobre ella posados;
en sus labios,
en su contoneo delicado...
pero en esta velada
es nuevo el final,
el desenlace
del fugaz instante
en que se encuentran
la ambarina mirada
de la cantante
con los ojos llameantes
—puro fuego esmeralda—
del hombre que la contempla,
apoyado despreocupadamente junto a la puerta.

Sus miradas se encuentran
en un segundo tan fortuito como planeado
y ella se siente autocombustionar ahí mismo,
en pleno escenario,
rodeada por el tenue llanto de una guitarra
que parece lejana 
comparada con sus atronadores latidos;
todo parece haberse ido lejos
y en el Club solo quedan ellos.

Ella arde bajo su fuego,
él sonríe
y ella se derrite
por dentro,
llameante lava inunda su cuerpo.
La cantante del Vegas
muerde su labio, saborea
un triunfante suspiro
adelantado, y se marca el objetivo
de conocer a ese desconocido
con algo más... profundo
que una simple mirada,
por más incendiaria
que esta sea.

No se demora más de un segundo
tras el último acorde
en abandonar las luces, el escenario,
para adentrarse entre los clientes
en busca de aquel hombre
de ojos verdes,
mirada pirómana
y media sonrisa incitadora.

En menos de dos latidos
están frente a frente;
ninguno quiere perder el tiempo,
por lo que con solo otra mirada
firman un tácito acuerdo
que queda rubricado
cuando ella lo toma de la mano 
para llevarlo a su camerino.

El chasquido del pestillo
que los mantendrá alejados
del mundo durante ese clandestino encuentro,
fugaz e ¿irrepetible? entrega de sus cuerpos,
pone punto y final a la agónica espera.

Sus bocas se encuentran,
con desesperación se acarician sus lenguas,
el carmín de sus labios se disuelve
en la humedad del hambriento beso
y en guturales gemidos se pierde
cuando ella desciende,
con traviesos lametones,
por su pecho descubierto
hasta el punto en que el masculino abdomen
pierde su nombre,
allí donde la fuente de excitación
que la hace salivar
amenaza con entrar en erupción.

Ansiosa, la cantante aparta
todas las inútiles y molestas capas
que le impiden contemplarlo
en todo su insolente esplendor.

Una vez liberado,
ambos parecen contener la respiración,
sus miradas vuelven a encontrarse
y, aun siendo ella
la postrada de rodillas ante él,
son los ojos del hombre —turbios jades
caldeados por ardiente pasión—
los que la contemplan
con la veneración
propia de una diosa pagana del amor.
Que las apariencias no engañen:
él es el que está a sus pies,
completamente a su merced.

Ella maneja las riendas
de la situación con la misma soltura
con la que lame y saborea
aquel delicioso caramelo
del que su boca se adueña
en un profundo beso.

Boca, lengua, dientes que le arrebatan la cordura;
manos que acarician
por donde los labios se deslizan
desencadenando la locura:
de la cúspide de su bálano
mana una torrencial llovizna,
cálida inundación para el más yermo de los páramos.

Él, superviviente del brutal cataclismo,
víctima de aquel asalto a sus sentidos,
la hace levantarse
para en su boca adentrarse,
con urgencia, con demanda;
sus lenguas danzan, enredadas,
al ritmo de la canción que entona la cantante
con quedos gemidos
al notar en su vientre
la tersa dureza
que la enciende
más, más aún de lo que ya está.

Lo toma en su mano
con la misma firmeza
con la que sostiene
el micrófono cuando se encuentra
sobre el escenario;
lo toma al tiempo que sus pechos
de su elegante confinamiento
son liberados.
La boca masculina por ellos se pasea
y su ardiente espada,
más que preparada para la nueva batalla,
en el femenino laberinto de delirios se interna.

La cantante del Club Vegas,
embargada por intensas
sensaciones, jadea y gime,
gime y jadea
la celestial melodía que sus oídos llena.

• • •

Nota mental: tengo que mirarme esto de escribir poemas taaaan largos.

...que, por cierto, DanteVerne, ¿quieres que te dedique este? Lo llamaré La venganza del caramelo XD

En fin, solo me falta añadir que me he quedado la mar de a gusto escribiendo esto (lo mismo me he pasado de gráfica con algunas metáforas... ¿pero qué culpa tengo yo de que excitación rime con erupción?) y que he aprendido una forma culta para referirse a la punta de la polla XD

PD: Si os ha gustado este poema, os invito a leer la versión en prosa y extendida del mismo; un ardiente relato erótico con sabor a lujuria 😉 (y 10.000 palabras aprox.)
|| La cantante del Club Sable ||
(leedlo para entender el cambio de nombre XD)

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