Capítulo 14

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Emily Johnson

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Emily Johnson.


La primera semana en República Dominicana ya había pasado. Era fin de semana y se podría decir que Samantha me había dado el día libre, ya que los últimos días habían sido completamente agotadores. Compras, gimnasio, piscina y de paso tener que escuchar al señor Bieber satisfaciendo sus necesidades.

El día era cálido y lo aproveché para poder caminar por la playa, meter los pies al mar y nadar un poco en la piscina del hotel por gusto. Samantha por su lado se la pasó la gran parte del tiempo en los comedores del hotel, puesto que no se había dado el lujo de apreciar la costosa arte culinaria de este lugar durante estos días.

A las dos nos hizo bien esta lejanía. A Samantha para comer sin que alguien le estuviera viendo, y a mí para mantenerme lejos de los continuos reclamos hacia su padre, aquellos que les encantaba compartir conmigo, donde siempre terminaba restregándome en la cara que su padre jamás cambiaría, y que seguiría siendo el mismo Don Juan de siempre con todas las mujeres que se le cruzarán por delante.

Al pasar por el área de la piscina noté como mi amiga, extrañamente, se encontraba allí junto a un hombre mayor que ella, quien trataba torpemente de seducirla. Reí apoyándome en el umbral de las puertas de vidrio con los brazos cruzados, mientras le veía sonreír coqueta e incómoda.

No sé cuándo pasó de los comedores a la piscina, pero sin lugar a duda, Samantha nunca se toma un descanso en vacaciones.

Tomando el ascensor, caminé lentamente hacia la habitación y adentrándome en ella me sobresalté al ver al señor Bieber sentado en uno de los taburetes alrededor de la isla de la cocina, el que le permitía mirarme desde su posición perfectamente.

—Emily. —Susurró al verme, seguido de secarse las manos con el paño de cocina.

Me estremecí al escucharle. Su voz ronca pareció hacerme recordar a aquella noche cuando le escuché gemir mi nombre.

Desde ese día que he tratado de alejarme de su cercanía. Sentía mucha vergüenza el estar junto a él, en la misma habitación. La idea de que él se haya dado cuenta de que la que abrió la puerta de su habitación esa noche fuese yo, me sonrojaba, incendiando mis mejillas de forma notoria.

—¿Podemos hablar? —Preguntó.

—¿D-De q-qué? —Tartamudeé al ver cómo se levantaba y se comenzaba a acercar, haciéndome sentir pequeña a su lado.

Tratando de mantenerme firme para no verme débil frente a él, moví un pie concentrándome en aquel movimiento, pero me di por vencida al sentir su aroma endulzar mis fosas nasales, convirtiéndome al instante en un manojo de nervios.

—¿Quiero saber si tú sabes quién se escabulló la otra noche en mi habitación? —Abrí los ojos como platos y tragué saliva sintiéndome en aprietos.

El Padre De Mi Mejor Amiga ©®Donde viven las historias. Descúbrelo ahora