Capítulo 2: La oscura noche

45 6 0
                                    

Parecía estar en la boca del lobo, negra como el carbón, conteniendo pequeñas luciérnagas sin rumbo que rondaban por la galaxia buscando su lugar en el cielo. El canto de los pajarillos fue substituido por el crujir del bosque. Y los encantadores petirrojos se marcharon y le dejaron lugar a los cazadores nocturnos de sangre caliente. Me sentía indefensa, sola, desprotegida, perdida. Aún así, no debía tener miedo, era el mismo paraje de ensueño, solo había entrado la noche, no había nada que temer, o eso creía.

La tiniebla y la oscuridad se acercaba y lo dejaba todo inerte a su paso. Y entre la penumbra, hallé una sombra, que se acercaba a mí, cada vez más y sentía que mi existencia se esfumaba, desaparecía, según se iba acerando. Absorbía la esencia de mi ser.

Pensé que quizás fuese aquel el motivo por el cual habían desaparecido todos los animales, para huir de aquello que robaba la vida incluso a los más pequeños e indefensos, y quizás, también explicase el porqué de que no hubiese nadie allí, porque conocían lo que les deparaba el futuro si osaban pisar aquellas tierras.

Inmóvil, aterrada, desamparada. No podía pedir auxilio, ese ser me tenia retenida por una extraña fuerza. Su fin: poder abastecer su sed de almas. Notaba ese deseo en su interior, al cual poco a poco empezaba a pertenecer, su desesperación y ansia por conseguir una más para la colección. ¿Aquí acabará todo? ¿De esta forma desapareceré?

No podía hacer nada, la impotencia me inundaba, el miedo me llenaba. Sentía como mi materia empezaba a transformarse en otra cosa, fluctuaba en otro estado. Dediqué mis últimas energías a recordar a aquellos seres que amaba y que había amado al largo de mi vida, recordé los buenos momentos y reencontré ese sentimiento de culpa por no haber expresado mis emociones de forma clara en su momento. Era arrepentimiento.

Pero justamente en el último instante de mi vida, apareció un ser, rápido como el viento, cálido, con un pelaje suave como el algodón, que me libró de mí trágico final, y me puso a salvo de ese sombrío ser.

Devorador de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora