Kook era un hechizero con todas las materias a punto de ser reprobadas si no creaba al menos una pocima de amor simple. ¡Pero vamos! ¡Por favor! Una pocima amor. Pff. Incluso hasta los de primer nivel eran capaces de hacerlo.
Lo subestiman demasiado...
Sus pasos lentos demostraban lo pensativo que se encontraba en ese momento. Su brilloso mirar casi transparente no se ha despegado ni un momento del suelo. Y sus diminutas manos se han mantenido quietas asegurando los apuntes contra su cuerpo. Un paso. Dos pasos. De esa forma hasta impactar contra el pecho de un alumno—para colmo con su no amigo de asiento Hoseok Lee—que no tuvo reparos en gritarle una barbaridad de cosas que solo iban desde burlas hasta insultos. Kook no quiso buscarse problemas por lo que cohibido solo pudo agachar la cabeza murmurando un apenas audible Lo siento que hizo resaltar de manera inconsciente sus bonitos labios en un puchero. El gesto termina por avergonzar al chico alto que no supo eliminar el rubor de su rostro. Por lo que enfadado por eso mismo lo aparta de forma brusca hasta perderse por los pasillos. Los otros elementales de Tierra no tardan en seguirlo algo confusos.
El mago de agua soba con levedad su pecho. Precisamente donde el fuerte toque de los dedos gruesos han presionado con brusquedad. Ahora el doble de entristecido decide arrastrar sus pies hacia las afueras del gran castillo a tomar un poco de aire o distraerse de sus desgracias. Tal vez quitarse de la cabeza que posiblemente iba a tener que convivir con los elementales de fuego por una semana. ¡Pero eh! No es que no supiera como hacer la famosa amortentia. Esa es una de las mezclas curiosamente sencillas de crear con las debidas cantidades de ingredientes a usar. Porque de lo contrario solo un poco de ese inofensivo hechizo bebible—aunque puede que no mucho porque engatusaba por completo a quien lo tuviera en su paladar—es incluso capaz de matar al individuo. Y es aquello a lo que realmente le teme.
Kook nunca ha sido bueno en eso de recordar medidas o colocar las cantidades precisamente exactas. Si el manual dice colocar doscientos gramos de polvo brillante de unicornio... pues pone unos diez gramos menos. Y las razones eran desde entendibles hasta absurdas. Primero porque lo olvidaba o si no porque simplemente era costoso. Y al mago no le alcanzaba para todo. ¡Y por supuesto! Si redondeaba las cantidades no iba a pasar nada. El resultado no va a verse afectado si le pone menos de lo solicitado. ¡No iba a pasar nada! El resultado iba a ser el mismo. Una perfecta sustancia que calme los dolores de cabeza con tan preciosos efectos como el escuchar del mar apenas lo tomes.
Eso fue lo que imaginaba que iba a pasar. La tarde de su maravilloso experimento por un desconocido motivo todo hizo ¡boom! frente a sus narices. Incluso puede recordar como el horrible espesor viscoso en espeluznantes tonos verdes iba derritiendo el envase de vidrio donde era contenido. Eso hasta que fue capaz de atravesar su mesa de metales perfectamente pulidos que le hicieron emitir un grito nada masculino de su parte. Hasta ahora se sigue cuestionando si realmente estaba intentando hacer un calmante o un perforador de gargantas.
Esa noche definitivamente no pudo dormir. Incluso tuvo que rogarle a su amigo para poder pasar la noche en su casa poniendo de excusa los innumerables chismes por contarle. Claramente el de cabellos marrones se mantuvo de pie sin creerle absolutamente nada. Fueron varios segundos en los que sus brazos se mantuvieron cruzados sin permitirle el pase. Aunque no pudo durar mucho ante la mirada de bambi que su amigo le dio. Por lo que resignado tuvo que permitirle entrar—levemente avergonzado por el abrazo intenso del explosivo mago.
