Bienvenidos a Hogwarts

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Diez años después, Harry y Sarah pisaron Hogwarts por primera vez. Severus ya no era ese muchacho tan tímido que había salido llorando de casa de Lily; sino un exigente profesor que se hacía respetar. No había visto a sus hijos desde hacía diez años; desde aquel día en el que la joven lo había echado. Severus había acudido una vez más al domicilio de Lily tras aquel suceso, pero ella le había dejado muy claro que no quería que los mellizos tuvieran ningún contacto con él. Les contaría que su padre era James. Y eso a Severus le causaba un profundo dolor. Sin embargo, era también lo que Dumbledore pretendía. Y una vez que Voldemort hubiese sido derrotado, él les contaría la verdad. ¿Pero cuándo iba a ser eso?

Justo antes del inicio del curso, Dumbledore convocó una reunión de profesores a la que naturalmente asistió Severus.

-Debemos custodiar la Piedra Filosofal -explicó el director-. Puede que Voldemort quiera utilizarla para recuperar su poder.

Varios profesores, incluido Severus, participaron elaborando pruebas y acertijos para proteger el acceso a la Piedra.

Al terminar la reunión, Dumbledore le hizo un gesto a Severus para que se quedase a solas con él.

-Ya sabes lo que tienes que hacer -recordó el director-. Protege a Harry.

-Por supuesto. Así lo haré -aseguró el profesor.

La ceremonia de selección de Hogwarts estaba a punto de comenzar. Desde la mesa de los profesores, Severus buscaba incesantemente con la mirada a los mellizos. Aunque hacía diez años que no los veía, intuyó quienes eran: un niño y una niña que estaban juntos. El niño tenía los ojos verdes, como Lily, y lucía una cabellera negra, un poco más larga de lo habitual en un chico (y no llevaba gafas). Su nariz también era un poco más larga de lo común. El muchacho se apartó el pelo de la cara y Severus vio su cicatriz en la frente. Definitivamente, era su hijo. Y en cuanto a la niña, era pelirroja y curiosamente tenía unos penetrantes ojos negros. Se parecía mucho a su madre cuando era pequeña, con la diferencia del color de ojos.

La profesora McGonagall empezó a llamar a los nuevos alumnos para que el Sombrero Seleccionador les asignase una de las cuatro casas de Hogwarts. Severus estaba expectante y deseaba que los mellizos fuesen seleccionados para Slytherin. Eso les crearía un vínculo con él.

-Potter, Harry -llamó la profesora.

Severus sintió una punzada de dolor en el corazón. Ese niño, de Potter no tenía nada.

El Sombrero se tomó su tiempo. Severus no despegaba la vista de su hijo. "Tiene que estar en Slytherin", pensaba. Pero eso no sucedió.

-¡Gryffindor! -exclamó el Sombrero.

Severus se quedó decepcionado. Pero aun faltaba Sarah.

-Potter, Sarah -llamó McGonagall.

La niña, que temblaba, se sentó en la banqueta y la profesora le colocó el Sombrero sobre la cabeza. Y esta vez, Severus no tuvo que estar en tensión, porque la selección fue rápida:

-¡Ravenclaw!

Severus prefería la casa de Ravenclaw a la de Gryffindor. Aun así, se sorprendió; ni él, ni Lily, ni Harry eran de esa casa; pero estaba claro que cada uno tiene su personalidad.

Severus pronto descubrió que para ser mellizos, Harry y Sarah eran muy diferentes. Harry se había hecho amigo de un tal Ron Weasley, y en las clases de pociones, ambos vagueaban. Eso traía de cabeza a Severus, ya que le parecía que Harry debería tener un gran don para elaborar pociones, y que sin embargo, no lo estaba aprovechando. Sin embargo, Sarah era trabajadora y rendía mucho en clase. Era una niña extremadamente tímida y solitaria. Severus veía mucho de sí mismo en ella. Cada vez más. Aunque en el físico ella se pareciese a Lily (excepto en los ojos), padre e hija compartían forma de ser.

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora