Eclipse

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El dios del Sol, siempre ha estado fuera del alcance, tanto de mortales como de inmortales. Es tan orgulloso, elegante, indomable, controlador, provocador y sobre todo deslumbrante, por lo que atrae, seduce y embelesa a todo aquel que le admira

Mientras que al dios de la Luna todos los que le han observado dicen que es solitario, atractivo, esplendido, sexy y misterioso.

Absolutamente nadie puede resistirse a la suave, dulce y armoniosa voz del gobernante del Sol, tanto así que darían todo por verle feliz.

Pero solo es feliz cuando en los amaneceres o atardeceres se encuentra con ese ser de orbes amatistas y cabellos plateados que gobierna sobre la luna. Solamente en eso efímeros momentos -que dan paso a la noche o al día- en el que él es feliz, cuando se entrega en cuerpo y alma a ese dios.

Cada día se puede percibir en sus ojos borgoñas el deseo de reencontrarse con él.

Ese dios de cabellos plateados como la luna y con la mirada tan fría y mística como la noche misma, ama profundamente al que rige sobre el Sol, porque se puede ver ese brillo que adquieren sus joyas amatista cuando le contempla.

Cuando es de noche se puede divisar en el dios de la Luna, ese anhelo de entre sus brazos al de cabellos castaños.

Siempre, desde los inicios de los tiempos el Sol y la Luna amándose y ansiando el poder estar juntos eternamente. En el amanecer o atardecer gran agonía sienten cuando el otro se marcha, aunque saben que se volverán a reencontrar eso no alivia el dolor de la partida.

¿Por qué los otros dioses no se interponen en la relación de ellos? Es fácil la respuesta unos aman demasiado al regente del Sol como para verlo triste y otros le temen a la furia del dios de la Luna quien tiene poder sobre las mareas y la de fuerza externa que la luna ejerce sobre la Tierra que evita los cambios catastróficos en el eje de rotación.

Un día Kaname se encontraba dando su habitual caminata, y Zero desde la lejanía de sus dominios se percató de las miradas lascivas y llenas de deseo que le dirigían a su castaño.

Apretó sus manos convirtiéndolas en puños y con pasos lentos se acercó hasta donde estaba Kaname, le miro de forma tierna y con sus brazos rodeo la cintura del castaño, le atrajo hacia su cuerpo y se apodero de sus labios, luego para no romper el equilibrio del tiempo se marchó lentamente, pero no sin antes mandarles una mirada afilada como advertencia a los dioses presentes.

Todos los dioses que presenciaron esa escena, conocieron otra faceta del inalcanzable dios del Sol, al ver el suave tono rojizo que tenían sus blancas mejillas y la bella sonrisa que adornaba su rostro.

Desde entonces cada cierto periodo de tiempo cuando los dioses se olvidan de la advertencia, Zero se las recuerda besando a Kaname al frente de todos, dando a entender que podrán admirar y contemplar la belleza del castaño pero solo él tiene derecho a poseerlo, besarle y amarle. Porque desde los inicios así fue y eternamente así será.

Ese acontecimiento se aprecia desde la tierra como un eclipse.

Ahora sabes ¿Por qué ocurren los eclipses?


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