Ellos

8 2 3
                                    

Increíblemente, se enamoraron. ¿Quién lo diría? Polos opuestos, sí, lo sé. Es muy cliché. Pero realmente pasó así. No son nada que ver, aún así: vieron algo en el otro que les llamó la atención. Vaya a saber uno porqué. Como una luz que tintinea en la oscuridad, que te llama, te dice: averigua sobre mí. Y uno siempre se cree que es un investigador, o un electricista. Podría ser tal vez, arreglar cosas, o personas, lo que te llama a conocerlas.
Pero este, no es el caso de Ellos. Lo que tenían entre manos era muy normal, común. O como le quieras decir. Aún así, conservaba su magia.

Él y Ella no paraban de mirarse.
Eran un desastre andante, locos, acelerados.
Sin reglas, bueno, sí tenían una; amarse. Esa era la clave.
Sí, es verdad, no encajaban como las piezas de un rompecabezas. Tal vez solo estaban ahí, sin siquiera tomar contanco entre sí . No era necesario hacer "clic", tal vez alcanzaba con estar cerca. En la misma caja de piezas perdidas.
No eran el uno para el otro, pero eso no importaba, porque estaban juntos y en esa caja no habían piezas más felices.

Pero... porque sí, siempre hay un pero. Porque qué sería de las historias de amor sin un cambio en la trama. Qué sería de las historias de suspenso sin un  cambio en la trama. Qué sería de nuestras historias sin ese cambio. Igualmente no me simpatiza esa palabra. Son cuatro grafemas unidos con el único fin de darle paso a algo maravillosamente grato o terriblemente horrible. Particularmente ahora la opción dos es la correcta.
Como todo lo bueno tiene su final, llegó el día en el que las cosas empezaron a cambiar.

Por momentos no se miraban.
Ese desastre se tropezó y colapsó, la demensia fue demasiada, excedieron la velocidad y tuvieron que poner un freno.
Él rompió la única regla que había.
Ahora alguien quitó la tapa de la caja y los sacaron de allí. Cayeron sobre una mesa junto con otras piezas. El contenido de muchas cajas de rompecabezas estaban ahí.
Las cosas entre ellos iban de mal en peor.
Por una desgracia de esas se dieron cuenta de que no encajaban, pero, seguían siendo piezas.
Y por ende alguna de esas otras, también perdidas, debían tener un espacio vacío justo, donde a ellos les sobre un poco de sí mismos. Entonces haciendo "clic", lo llenarían.
Cada uno tenía su pieza esa que los completaba y los hacía sentir plenos. A pesar de que no la encontraran todavía, existía.

Seguían carentes de aquella que les pertenecía. 

Él visualizó la mesa y en una de sus fugaces miradas la encontró.
Encontró a otra Ella. Esta vez tampoco le quitaba los ojos de encima.
Era una chica ordenada, en su sano juicio y tranquila.
Era lo contrario a la anterior y eso, lastimosamente, le agradaba. Podría decirse que incluso más de lo que debería.
Encajaban perfectamente, diseñados para estar juntos. Y así fue.

Ella por otro lado no volvió a mirar a otro Él, ya que le hacía recordar a esos, ahora ausentes, momentos felices.
En cambio encontró un vacío que ningún otro desastre conseguiría llenar.
Entendió que todo acabó, ningún otro desquiciado la completaría.
Asimiló un dolor imposible de sanar.
Se resigno a vivir sin Él.
Nunca buscó la pieza que le hacía falta, porque esta estuvo con Ella y la dejó.
No, no encajaban pero, ¿acaso eso importa?
Él era su pieza. 

Odiaba decir que lo era. Porque se había acostumbrado a decir que lo es. Una punzada en el abdomen por cada vez se diera cuanta de eso. Y así integró el dolor de las conjugaciones.

Había prometido no vivir ni un minuto más en su ausencia. Él no volvió, pero Ella cumplió con su promesa.

Piezas de él y ella de piezasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora