Capítulo 2 - La enfermedad

301 11 1
                                    

– Le voy a guardar unas pocas setas a la bruja, con un poco de suerte serán venenosas jajaja - dijo mientras metía en una de las pequeñas bolsas una muestra de tierra de la superficie.

Al tocar la tierra con sus manos sintió un escalofrío por todo el cuerpo. De pronto comenzó a tener miedo y se levantó de golpe.

– ¡Tengo frío, aquí hace más frío que en todo el bosque! - le gritó a Pedro.

– ¡Jajaja!, ay sí, ay sí, estás encima de un lugar maldito o hay un fantasma justo donde estás cavando - le dijo Pedro ridiculizando a su amigo.

Juan por hacerse el valiente siguió cavando y juntando la tierra en bolsitas diferentes cada cinco centímetros de profundidad. Mientras tanto, Pedro exploraba el paisaje y jugaba al fútbol con una piedra.

– ¡Mira! - gritó Juan cuando llevaba unos minutos cavando.

Pedro fue corriendo a ver lo que Juan le mostraba con tanta exaltación. Una muñeca pelirroja de unos treinta centímetros. Al mirarla sintió que un escalofrío le recorría la médula y que el asco se anudaba en su cuello.

– ¡Aaaaaggh suelta eso! - exclamó Pedro con una mezcla de terror y asco mientras se apartaba de aquella repulsiva muñeca tuerta que Juan sostenía en su mano.

Juan que parecía confundido miró de nuevo a la muñeca y la soltó horrorizado al ver lo mismo que Pedro: gusanos, enormes gusanos blancos. Se contorsionaban dentro de la cabeza de la muñeca, se agitaban como poseídos y comenzaron a sacar sus pequeñas cabezas por la cavidad en la que alguna vez estuvo el ojo faltante de esa muñeca pelirroja cubierta por una ropa que misteriosamente conservaba su blancura casi intacta…

– Pero si cuando la desenterré estaba bien, era preciosa y parecía sonreírme - dijo Juan.

El único ojo que le quedaba a la muñeca era inquietante. Grande pero con la parte blanca pintada de negro y con un iris pequeño e intensamente rojo en el cual había una diminuta y demoníaca pupila. ¿Qué clase de enfermo mental habría escondido una muñeca tuerta bajo tierra? ¿Por qué los gusanos se aglomeraban en la cabeza de la muñeca? ¿Sería verdad lo del frío que mencionó Juan?

Ambos chicos, realmente asustados, salieron corriendo del lugar, sintiendo como la mirada del único ojo de esa muñeca se les clavaba en la espalda. Únicamente pararon un par de veces, veces en las que Juan se detuvo a vomitar, cosa normal si pensamos que tuvo en sus manos cientos de gusanos sin darse cuenta. Pero al llegar a casa a Juan, parecía que no le abandonaban las nauseas. Seguía vomitando y su cara tornó a un tono amarillento pálido.

Los dos amigos pensaron que se recuperaría en una par de horas, pero no fue así. Con el paso de los días cada vez estaba más delgado, pálido y débil. Tenía el aspecto de uno de esos enfermos terminales que llevan años luchando contra la muerte en una habitación de hospital y los médicos no acertaban a diagnosticar una causa para su enfermedad.

Una semana después de desenterrar la muñeca Juan murió...

La muñeca malditaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora