Siempre de niña cuando leía los libros de historia, del mundo y de mi país… Siempre me pregunté ¿Qué se sentirá vivir la historia? ¿Qué tanto sufrió la gente de esa época? ¿Cuánto batalló… o cuánto luchó? ¿Cuántas lágrimas fueron derramadas o cuánta sangre se deslizó de los difuntos luchadores? ¿Qué se habrá sentido después de tanto esfuerzo y empeño luego ver que todo dio resultado? Observar la gloria y el triunfo, rezar por los muertos y sonreír para un nuevo mañana.
Siempre me pregunté cómo se habían sentido las personas que vivieron historia.
Pero jamás imaginé que yo sería una de esas personas…
Vivo en Venezuela, país protagónico de las noticias de últimos momentos alrededor de todo el mundo, donde la delincuencia y las masacres son pan de cada día. Donde las personas se matan unas a otras en busca de comida, donde los ignorantes hacen oídos sordos a los llantos de los que sufren, donde los más tontos vemos las consecuencias que nos traen las acciones de los que nos gobiernan.
Donde la impotencia y el desasosiego reinan dentro de los corazones de cada venezolano.
Donde ningún padre puede estar tranquilo con que su hijo salga afuera a las calles, donde los minutos de vida están contados, donde la paz está extinta y donde ya no queda rastro de felicidad alguna.
Esta es Venezuela.
Un país donde la libertad de expresión está prohibida, un país en el que salir es un peligro, un país donde tu voz es muda, donde los oídos son sordos y donde los ojos son ciegos.
La Guardia Nacional, personas que hicieron juramentos solemnes de proteger al pueblo de cualquier mal que se presente, de cualquier disturbio o suceso perjudicial, estas personas que juraron protegernos nos aniquilan a los jóvenes que salen en protesta y a la rebelión a la que todos tenemos derecho, bien lo dijo Simón Bolívar, “Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es derecho”
Esta frase ahora la citan millones de venezolanos, en acuerdo y decepción de lo que estamos viviendo. Sin embargo nada de esto nos quita las fuerzas de seguir luchando porque todos queremos a Venezuela.
Me pican los ojos y me tiemblan los labios cuando pienso en el dolor en el que se han retorcido todas las madres y padres por la pérdida de sus hijos, víctimas de la injusticia predominante aquí en Venezuela.
Las lágrimas comienzan a surcar mi rostro sin que me de cuenta y me río un poco por ello. Me parece todavía increíble pensar en que meses atrás casi todo el país se había visto coloreado de rojo, coloreado del rojo que representa al gobierno que todos aclamaban en tiempos de antaño.
Pero ahora no está pintado de ese color rojo, ahora está pintado del más puro y fuerte color carmesí, está bañado completamente en sangre, sangre fuerte e inocente.
Antes todos se habían vendado los ojos ante todas las disfunciones que ocurrían durante este abominable y cruel régimen de gobierno, todos aplaudían y decían Santo Amén a todas las cosas que si apenas eran pronunciadas por esta regencia.
Pero es más que obvio que el Sol no se puede tapar con un solo dedo.
Las mentiras y toda la falacia están a punto de caer en la gigante máscara que cubre el verdadero rostro de estos dictadores, el pueblo gritará en furia por todas aquellas personas que perdieron, por todo el sufrimiento por el que han pasado y por todas las injusticias a las que se han resignado.
Ahora digo que finalmente Venezuela ha despertado.
¿Alguna vez te imaginaste vivir historia? Repito que yo sí y me enorgullezco todos los días que pasan de ser parte de la historia de este país. Me enorgullezco hasta en lo más profundo de mi joven ser, estoy feliz.
Y rezo y pido por todas aquellas personas con miedo a poder salir, rezo por aquellos que salieron y decidieron combatir, rezo a todos aquellos que siguen haciéndose ignorantes y rezo por qué este país logre una vez más surgir.
Porque sé, porque confío, que de las cenizas de la destrucción este país va a renacer.
Si eres venezolano espero que estés tan orgulloso como yo de ser parte de esta historia, recemos todos juntos y luchemos porque este país logre salir adelante. Las palabras son cliché, pero no pueden tener un significado más cierto.
Desde mi perspectiva, de una niña de 13 años, me despido y les deseo lo mejor.
“Cuídanos por favor, Señor, y danos las fuerzas para no perder las ansías de seguir luchando”
En el Nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, Amén.
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Reflexiones de una niña venezolana. Por Valentina Escarrá.
Short StoryMe llamo Valentina y tengo 13 años .Aquí narro desde mi perspectiva lo que está pasando aquí en Venezuela, donde digo lo que siento y lo que ha de sentir muchas personas. Recen por Venezuela