El amor te da alas

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- ¡Ya basta, Jason!- protesté-. ¡Te caerá un castigo por esto!

- ¿Por estar enamorado? No creo- se burló él, arrancándome una pluma de mi ala derecha. Emití un chillido, molesta, y la sacudí un poco-. Hasta tus plumas huelen fenomenal.

- ¡Deja de decir estupideces y sal de mi casa!- grité. Ya me estaba tocando las narices. Le pellizqué ambas alas negras y lo empujé a la calle. Otra vez, Jason se había colado por mi ventana y había intentado... Obvio.

- Sabes que volveré, Luna, no entiendo por qué te empeñas en que se repita esto una y otra vez.

- Porque tengo la esperanza de que te rindas- repuse. 

- No me pienso rendir, así que deshazte de tu esperanza- espetó antes de marcharse volando. 

- ¿Otra vez Jason?- me preguntó dulcemente mi hermano mayor, Lucas. Asentí, relajando los hombros. Plegué mis alas blancas y me apoyé en la puerta con la espalda-. Esto ya es pasarse, deberías ir a hablar con Bruce sobre lo que hace Jason.

- Sí, para que me pillen en la zona de los ángeles oscuros- suspiré. Sin embargo, era una idea-. ¿Crees que valdrá para mantener a Jason alejado de mí?

- No creo que le castigue, pero sí estoy seguro de que le dará un toque de atención. 

- Está bien, voy dentro de un rato, ahora quiero ir a saludar a Melody. Me pidió que fuese a jugar con ella.

- Está bien, pero en diez minutos ve al otro lado, ¿de acuerdo? Y cuando cruces la frontera no te olvides de caminar: si cruzas volando, te marearás y te caerás.

- ¿No quieres darme la merienda y ponerme cremita en la nariz?- me burlé-. Eso ya lo sé, aunque no haya cruzado nunca sé cómo va esto. 

- No quiero ser pelma, pero si te ves en necesidad, usa tus poderes. Sólo podrás utilizarlos si un ángel oscuro no te toca, pero si tú le tocas a él para atacarle con los poderes, no será lo mismo. Serán débiles, pero puedes usarlos contra él.

- ¿Te has aprendido el manual de memoria o qué?- solté-. ¡Sólo voy a hablar con su rey, no a declararles la guerra!

Lucas suspiró y me besó la frente antes de que yo saliese. Me gustaba caminar relajada por mi pueblo: el vivir sobre una nube blanca tiene sus ventajas, la paz es mayor que en un pueblo fantasma humano. Miré a mi izquierda. Las nubes negras que indicaban el pueblo de los ángeles oscuros estaba a casi un kilómetro. La frontera era una pared invisible que separaba en silencio los pueblos y que se atravesaba sin problemas, pero al ser mágica, como Lucas me había recordado, si un ángel la cruzaba volando se mareaba y caía al suelo, tanto oscuro como puro. Yo, al ser un ángel puro, vestía con un largo vestido de seda blanca que me llegaba por las rodillas y unos zapatitos plateados hechos con luz de luna llena. Mi pelo era blanco como la nieve más pura, y lo llevaba de largo un poco más abajo del trasero. Dos mechones dorados enmarcaban mi rostro, quietos siempre por delante de mis orejas y sin rozar siquiera mis ojos. Además, mis ojos eran particulares: el derecho era azul zafiro y el izquierdo, verde esmeralda. Mis alas también se distinguían de las de los demás: eran blancas y con plumas, sí, pero de apariencia delicada y hermosa, como un diamante. 

- ¡Hola, Luna!- saludó Melody en cuanto me vio aparecer-. ¡Mira, mi madre me la ha regalado esta mañana!

Me enseñó una preciosa cinta dorada que se llevaba al cuello como una gargantilla.

- Es muy bonita- dije con una dulce sonrisa. 

- ¿Podrías hacerle un gatito de color azul?

- ¿Parecido a mi colgante?- pregunté. Yo llevaba un colgante que me había regalado mi hermano hacía 60 años, y a mis 160 años de edad aún no me había deshecho de él (160 años angelicales equivalen a 16 años humanos, así, si un niño tiene 10 años, un ángel tiene 100). Era una cadenita con un búho de metal colgando sobre mi pecho. 

El amor te da alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora