.

9 2 0
                                    

La besé de improvisto. Una idea me estaba volviendo loco: le gusto. Todas mis hipótesis apuntaban ahí, así que robando un beso decidí comprobarlo; fríos estaban sus labios, tiesos y secos, quedaron impacibles al poner los míos, di hacia atras un paso luengo; estaba su rostro inexpresivo , clavada su mirada en las hojas que alborotaba el viento, ya no la tenía en mis ojos, así la tenía siempre y esto bastó para soñar, ¿o especular? Ambas cosas. Pero hoy, despues de mi arrebato, clavada la tenía allá en el fondo, en los tenues colores campesinos asomados tras mis hombros; con parpadeos desmañados la apartó allá, sus pensamientos ahí la tuvieron, noté que su mirada muerta no reparaba en aquella hojarasca, ni en el espumoso gris del cielo ni en los hombres que del templo pasaban.

Colores extraños asaltaban mi alma, era un negro de intenso miedo y un azur de divina esperanza...pero ¿no me corresponde acaso?- me preguntaba-¡No! Su postura confirma lo contrario,
contraria su figura a todo lo que mis sueños habían revelado.
Me equivoqué ¡Qué imprudente soy! Los juguetones coqueteos son naturales en ella, insinuasiones no eran. Viró sus ojos a otro lado con el mismo ánimo, sin buscar algo, se llevó una mano al pelo y comenzó a jugar con él, el mismo que acariciaba con mis dedos mientras posaba su cabeza en mi pecho, solazados juntos, viendo un atardecer ; Pobre mozo, me dije, tergiversando todo para alimentar su raquitica dicha; bajé la mirada triste a pensar mi siguiente paso, a ver del pasto el color verde y sus pies inquietos triturando hojas y ahora sus ojos también esta escena simulaban ver.

Estaba yo resignando, pensaba en la raiz del deseo, abrojos entre los frondosos zarzales de mi genio, un decadente síntoma que momentos del mismo tenor me traerían.
En medio de aquel terrible silencio de ambos de mi error me quise asegurar , sí, pensé, la esperanza... la esperanza quería ver de su rostro la respuesta definitiva, su expresión última, la de su amor o mi desdicha; desde sus pies temeroso empecé a recorrerla: las sandalias dejaban descubiertos sus pies finos tan delicados como si en marmol el mismo Praxitiles hubiese esculpido, aquellos mismos que ponía sobre mi regazo en las tardes de café; su vestido jugaba con sus piernas firmes y tersas que abundante en flores anunciaba la cercana primavera, ¡ah,sus bellas piernas! que más de una vez con mis yemas rocé, y no decía nada, nada, mas bien parecía disfrutarlo; y sus hombros...deshecha a éste punto mi esperanza quería abandonar mi empresa, pero recordé sus miradas, sus sonrisas, nuestras platicas; "sí...no...sí...no..." trasponía a mis cavilaciones, pensando torpe mi siguiente paso; de pronto con un refran me dispuse por entero: si ya se fue el balde...cuando " que se valla el mecate" en mi mente iba diciendo me encontré con sus ojos que brillaban, como de un orfico letargo vueltos, sobre mí los tenía puestos, su rostro con rubor grana estaba encendido , de la comisura de su boca escapó una senoidal curva, ¡ah, su acostumbrada sonrisa! dió un paso al frente y entreabrió sus labios... !oh, mel et lac sub lingua tua!

Regresaba a mi mente la calma y juicio, había un silencio rotundo, callados estaban el viento, las hojas, los rumores del templo; sonaba solo un palpitar, era el nuestro al unísono. Ya no habían hombres, voces, ni de pajaros trinos.
Separados nuestros labios pregunté:
-¿verdad que esperaste, Carmen, este momento preciso? Pensé que...

-Estaba pensando que en el río, me dijo, allá donde no hay hombres ni del templo ruidos, sin hojas secas en el suelo estorbando, donde el viento se rompe por los bosques vastos, ahí los dos solos en mejor escenario, mejores besos nos habríamos dado.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 06, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sí...no...sí...no...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora