El amor está en la calle, en las risas de los amantes, en el tonteo de los que quieren ser más que amigos, en las pequeñas muestras de afecto.
El amor está en la calle, impregnandolo todo con su dulce primavera, con los días más largos y las noches más cálidas.
El amor está recorriendo el mundo haciendo suya esa cúpula que llamamos efecto invernadero, animando, riendo hasta llorar.
El amor está en la calle y yo jamás había estado más enclaustrada en casa, asfixiándome entre las sábanas para no tener que afrontar un mundo tan activo con mi intranquila vida.
Porque me niego a contagiarme de algo de amantes cuando sé perfectamente que mi amor decadente poca gente es capaz de entenderlo. Porque no quiero de forma pública, porque no quiero de forma constante, porque ese falso amor instaurado me satura y yo prefiero suturar mis heridas antes de abrirme al mundo de nuevo.
Porque quizás tampoco sé querer. O porque quizás quiera mal. No lo sé.
El romanticismo queda precioso en prosa, pero lleva a la locura, y como loca no tengo mejor cura que el escribir.
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Por la madriguera
Short StoryEsta historia la cuenta mi soledad y es una birria que pienso modificar.